El pasado cuatro de febrero Nicolás Lazo, de 48 años, llegó al hospital Alemán Nicaragüense, ubicado en Managua, ‘hirviendo’ en fiebre. Ingresó a la Unidad de Atención Febriles (UAF) donde transcurrieron unas dos horas aproximadamente sin que le pusieran un termómetro para saber cuánto tenía de temperatura y más de ocho para que le dieran a conocer los resultados de un análisis de sangre, denunció su esposa Ángeles Sandoval, de 47 años.
“La atención es pésima, estoy decepcionada de la atención en los hospitales, me mandaron a comprar una dipirona (para la fiebre), porque no había; me mandaron a comprar un termómetro, porque no había. Si no hubiera sido porque ya enojada les reclamé a qué hora le tomaban la temperatura a mi esposo que estaba ardiendo en fiebre y ya les había dicho cuatro veces, pues andaban buscando termómetro porque no tenían y el hombre ya estaba con 39 (grados de temperatura corporal)”, se quejó Sandoval.
Después de varias horas, un médico se acercó para informarle que Lazo tenía un absceso, diagnostico que generalmente viene acompañado con fiebre y dolor.
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La precariedad en la atención fue evidente en todo el tiempo que estuvo internado, Lazo también fue víctima de la mala praxis en enfermería.
“Una noche, la que estaba de turno lo dejó mal canalizado, se le inflamó la mano y tuvieron que canalizar de nuevo y compré seis dipironas porque no tiene el hospital, encima la doctoras son chavalas recién salidas de la universidad y se dedican a conversar y estar en Facebook, imagínate que me dijeron que yo le tomara la temperatura a él”, se quejó Sandoval.
Mientras estuvo en el hospital cuidando de su esposo observó que un paciente con padecimientos de cirrosis en abandonó en el centro porque no lo atendían, denunció Sandoval.
Lazo pudo regresar a su casa después de una semana para continuar con el tratamiento y bajo estrictas medidas de reposo. Este matrimonio, cuya estancia en este hospital fue desagradable, considera que la mala administración del Gobierno tiene por el suelo la atención en salud.
Constitucionalmente, todos los nicaragüenses tienen derecho de recibir una salud integral de calidad, sin discriminación y es una obligación inherente del Estado.
“Es pésima la atención, pésima y la atención ha decaído por culpa de este gobierno”, insiste Sandoval.
IRREGULARIDADES VIENEN DE TIEMPO ATRÁS
Para el doctor, Francisco Javier Núñez López, de la Unidad Médica Nacional, estas irregularidades no son de ahorita, sino que vienen arrastrándose desde que asumió el poder el dictador Daniel Ortega en el 2007.
“Hay muchas irregularidades tanto en cuanto a material de reposición periódica e insumos, lo mínimo que debe tener un hospital es un tensiómetro, un estetoscopio y un termómetro, si un hospital no tiene eso es porque estamos prácticamente expuestos a cualquier cosa, termómetros hasta en las casas particulares hay y si el puesto de salud no tiene un termómetro quiere decir que estamos en indefensión completa”, advirtió el médico.
En el 2017, antes de la crisis sociopolítica, al Ministerio de Salud (Minsa) se le asignó una partida de 1 mil 527 millones de córdobas del Presupuesto General de la República.
Mientras, en el 2018, el año del estallido social, la institución de salud recibió 15 mil 158 millones, pero el presupuesto de salud se redujo luego que la Asamblea Nacional aprobara en el segundo semestre una reforma que recortó 941.99 millones de córdobas al sector, debilitando aún más el sistema y promoviendo la precaria atención a los pacientes.
Antes del 18 de abril, según Núñez López, había una mala planificación del Ministerio de Salud en cuanto a la compra de fármacos, materiales de reposición periódica e insumos que se necesitan para poder ejercer la profesión en ciertas especialidades médicas denominadas “principales”.
“Ya había escasez en esos entonces por una mala planificación (…) Ya no se estaba proveyendo al sistema de salud esos insumos que son necesarios para el tipo de especialidad para resolver el problema”, afirmó el representante de la Unidad Médica Nacional.
Ese año, los hospitales y el personal de salud mostraron su lado oscuro al negar la atención a los cientos de personas que resultaron heridas durante las protestas por orden expresa de la exministra, Sonia Castro.
En 2019, los ingresos de esta institución provenientes del Presupuesto General de la República fueron de 14 mil 051 millones de córdobas y este año al Ministerio de Salud se le dio 16 mil 022 millones de córdobas, de los cuales 1,932.2 millones de córdobas serán para compra de medicinas y materiales de reposición.
“GRATUIDAD” IGUAL A POPULISMO
A pesar que las asignaciones presupuestarias al Minsa han incrementado, Núñez López considera que la crisis en el sistema de salud tiene sus antecedentes en el 2007 cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) asumió la presidencia.
En 2007 el gobierno de Nicaragua adoptó un nuevo modelo de atención en salud adoptando lo que han denominado la “gratuidad” en la atención, modelo que no ha sabido satisfacer las necesidades médicas de los nicaragüenses que deben esperar mucho tiempo para una cirugía o por un medicamento.
“Aunque exista dentro del sistema de salud que pueda proponer acciones para mejorar eso (mala planificación) están cercenados, están limitados, porque el totalitarismo hace que la medicina en Nicaragua también sea un apéndice del Gobierno y ese apéndice del Gobierno es nada más populista, avizorar que sí estás dando una buena atención que en la realidad no es cierto”, dice el médico.
Núñez López era el único especialista en laparoscopía del hospital Lenin Fonseca de Managua, pero fue despedido en septiembre de 2018.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) estima que a raíz de la crisis sociopolítica más de 405 profesionales de la salud fueron despedidos.
Para Grace Díaz el desastroso sistema de salud es resultado de la mala administración gubernamental.
“Esto es el resultado de todo lo que está pasando tantos médicos despedidos y en el exilio, no hay médicos, no hay medicinas y los médicos que atienden están saturados de pacientes”, añade esta mujer que el pasado 5 de febrero llegó con su hija que padece de Lupus al hospital Roberto Calderón antes Manolo Morales y sufrió en carne propia las consecuencias del débil sistema de salud que hay en el país.
Según Díaz, su hija llegó a la sala de emergencia con una crisis causada por la enfermedad a eso a las dos de la tarde y fue atendida tres horas después por el personal médico que ahí se encontraba.
“Llegó a la dos y hasta como a las cinco la atendieron y eso por qué yo me puse que iba a grabar para denunciar, son fanáticos ignorantes”, dijo Díaz.
A eso de las once de la noche, cuando los médicos determinaron que la joven iba a ser internada para posteriores valoraciones, Díaz consintió abandonar el hospital porque “la iban ingresar y ni hay camillas, iba a pasar la noche en una silla, esto está crítico”, denunció esta madre de familia.