«No pensé nunca que mi vida y mi forma de lucha les causara tanto temor»

Ana Quirós, feminista y defensora de derechos humanos (Costa Rica)
En Nicaragua, Ana Quirós llegando a Migración y Extranjería desde donde fue expulsada a Costa Rica.

Han pasado siete meses desde que la dictadura Ortega-Murillo, en un acto arbitrario, despojara de la nacionalidad nicaragüenses y expulsara del país a la líder feminista y defensora de los derechos humanos, Ana Quirós.

Radicada en Costa Rica, Quirós no deja de alzar su voz contra un régimen señalado de cometer crímenes de lesa humanidad durante una jornada de protestas cívicas reprimidas con violencia para-estatal que dejó como resultado más de 300 asesinados, desde el pasado 18 de abril del 2018, según informes de la CIDH.

“No termino de acomodarme a vivir en Costa Rica. Aunque viví mi infancia y parte de mi juventud, porque estoy hecha a la vida en Nicaragua. Toda mi vida política ha sido en Nicaragua. Mi activismo, mi demanda, mi planteamiento tienen que ver con Nicaragua y con la situación en Nicaragua… no ha sido fácil reinsertarme en Costa Rica”, comenta con cierta melancolía.

Una voz crítica

Quirós, quien desde 1997 poseía la ciudadanía nicaragüense, fue víctima constante de persecución política no solo de la dictadura de Daniel Ortega sino también del gobierno de Arnoldo Alemán, que intentó despojarla de su nacionalidad en el año 2000, por lo que cuando fue citada a Migración y Extranjería, la posibilidad de la expulsión siempre estuvo presente.

Cuando de denunciar violaciones a los Derechos Humanos se trataba, en especial de las mujeres más pobres, su voz siempre se escuchó en alto. Sola o como miembro del Movimiento de Mujeres en Nicaragua, se le miraba en protestas,marchas y movilizaciones por la defensa de los derechos de las mujeres, pero también contra las arbitrariedades de sistemas corruptos.

Por eso no fue de extrañar que el 18 de abril de 2018, acompañara a un pequeño grupo de jóvenes que en Carretera a Masaya se concentró para exigir la revocación de un decreto que reformaba el Seguro Social afectando a empleadores, empleados e incluso pensionados. Ella sería una de las primeras víctimas de la violencia de las turbas orteguistas.

«No pensé, nunca, que mi vida y mi forma de lucha les causara tanto temor porque en la forma en que me sacaron del país, me sacaron de migración con nueve vehículos escoltándome, es una muestra clara que a mis palabras, a mi lucha le temen y que lo que ellos no midieron es que sacándome del país yo iba a mantener mi voz en alto», reitera Quirós, quien desde Costa Rica no ha cesado en su denuncia.

«Yo soy nicaragüense»

Para Quirós, con más de 20 años viviendo en Nicaragua, el tramite de Migración y Extranjería no la despoja de su nacionalidad, por lo que no dejará de luchar porque en Nicaragua haya «democracia, justicia y libertad».

«Yo soy nicaragüense y soy orgullosamente bi nacional y voy a continuar por los presos, por las presas, por los familiares de los asesinados, por la cantidad de exiliados. Yo voy a seguir hasta que haya libertad, hasta que haya democracia, hasta que podamos decirle al último preso se acabó tu tortura, se acabó tu víacrucis y hoy tus derechos van a tener plena vigencia», puntualizó.

«Es lo que más quiero, volver a mi país y abrazar a mi tierra»

Eloísa Altamirano, activista LGBTIQ+, universitaria (Guatemala)
Eloísa Altamirano fue parte activa de la resistencia estudiantil de Managua.

Micrófono en mano, sobre el techo de un microbus color blanco, que porta varios alto parlantes, se observa a Eloísa Altamirano gritando: «Sí se pudo». Es 12 de abril del 2018 cuando se encuentran estacionados en los alrededores del monumento Alexis Arguello, junto a una treintena de jóvenes que se movilizaron desde la Universidad Centroamericana (UCA) en protesta por el incendio que consumía la Reserva Indio Maíz.

Están celebrando una hazaña que habrían intentado cinco años atrás, en junio – 2013, cuando los grupos de choque amparados por la policía orteguista se los impidieron. En esa ocasión, mantenían una vigilia acompañando a adultos mayores, en una protesta denominada #OcupaINSS que terminó en sangre, violencia y robo ejecutado por parte del grupo respaldado por Ortega.

En 2018 la dinámica no había cambiado. Mientras las y los jóvenes gritan consignas en una protesta denominada #SOSIndioMaíz, las fuerzas de la policía orteguista se desplegaron por la zona y junto a los grupos de choque y la denominada Juventud Sandinista, procedieron a acorralarlos. La fuerza bruta imperó.

«Éramos unos pocos, tomamos acciones para Indio Maíz y salimos a las calles, después de eso ocurrió lo de #SOSINSS, volvimos a salir a las calles y después de ese día ya no volví a mi casa», dice Eloísa con cierta congoja.

Ella es una de las jóvenes universitaria que lideró las protestas ante la inoperancia del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo frente al incendio que consumió más de mil manzanas de la reserva biológica Indio Maíz, una de las más importantes de Centroamérica.

El exilio forzado

La joven alta de tez morena tenía cinco años de ser públicamente activista de los derechos LGBTIQ+. Se le había visto en las calles durante las marchas del Orgullo Gay demandando respeto y reconocimiento a los derechos de la diversidad sexual.

Ahora en short y camiseta, salía a las calles de la acalorada Managua en demanda de acciones urgentes para apagar el incendio que consumía la Reserva Indio Maíz. Pero su activismo no cesaría con la extinción del incendio sino que sería la llama de la denominada ‘Insurrección Pacífica’ que desde el 18 de abril del 2018 protagoniza el pueblo de Nicaragua.

Esa lucha la llevó al exilio. En agosto del 2018 salió, con cédula en mano, rumbo a Guatemala para hacer conciencia sobre la situación en Nicaragua, pero en la frontera fue identificada por su lucha contra la dictadura. Con el apoyo de personas, en la frontera, logró salir, pero no ha podido regresar.

«Cuando vine acá pensaba entrar a mi propio país de manera ilegal (no tiene pasaporte), creo que es un plan que nunca ha salido de mi mente, aunque sea de manera ilegal volver, y sí, es lo que más quiero, volver a mi país y abrazar mi tierra», dice conteniendo las lágrimas.

Eloísa actualmente trabaja en coordinación con la diáspora en Guatemala en acciones puntuales para denunciar los crímenes de lesa humanidad perpetrados por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

«Yo salí de mi casa y creo que nunca pensé que la represión y la violencia iba a llegar a este punto»

Madelaine Caracas, pintora, activista, universitaria, miembro de la Coordinadora Universitaria (Costa Rica)
Madelaine Caracas es perseguida desde antes del 18 de abril cuando confrontó a un diputado orteguista.

De voz suave y reservada, Madelaine Caracas es conocida a nivel nacional e internacional por gritarle en cara a Daniel Ortega y Rosario Murillo, los nombres de los primeros universitarios asesinados a manos de la policía orteguistas, los mismos que 18 meses después de iniciada la protesta, desde el Ejecutivo se negaría su existencia.

Un 13 de abril de 2018, Caracas ya había sido noticia a nivel nacional. En los pasillos de la Universidad Centroamericana (UCA) confrontaría al poder en la figura de Edwin Castro, uno de los impulsores de la reforma a la Constitución Política de Nicaragua que permitió la reelección consecutiva de Ortega, que irónicamente impartía clases de Derecho Constitucional en esa casa de estudio.

La joven universitaria le gritó indignada ante los señalamientos de Castro sobre la juventud que demandaba respuestas para el incendio que consumía la reserva Indio Maíz. Un día atrás, Castro había afirmado que eran «pagados por el MRS».

El video se viralizó en redes sociales. Habían pasado varias lunas desde la última vez en que un ciudadano inquiriera directamente a un funcionario público. Y Caracas repetiría.

«Pensar en ese momento todavía me toma hacer un respiro muy largo porque la tensión pasa por mi cuerpo todavía, ese día, y los días en los cuales estuve involucrada en el proceso dentro del país, dentro del proceso de diálogo, mi vida cambio por completo, yo nunca hubiese imaginado que ese día iba a suceder lo que sucedió, el leer los nombres no estaba planeado de ninguna forma, surgió bajo la desesperación, surgió bajo el dolor que sentíamos, de ver a mas de 60 estudiantes y ciudadanos asesinados por la policía nacional y por los paramilitares», dice Caracas.

Ese fue uno de los hechos que marcó ese inicio del Diálogo Nacional entre diferentes sectores de la Sociedad Civil y el dictador Daniel Ortega, y sería la única sesión a la que Ortega y su esposa, también vicepresidenta Rosario Murillo, se presentarían.

Cerca de Nicaragua

Su papel en lo que muchos han llamado una Revolución Pacífica o Insurrección Cívica le costó el exilio. Ella, junto a otras dos universitarias, salieron durante tres meses por diferentes ciudades de Europa para denunciar la violación a los derechos humanos por parte del régimen de Daniel Ortega.

Su gira les valió una campaña de desprestigio y odio en redes sociales por parte de fanáticos del orteguismo, por lo que sus planes de regresar a Nicaragua se truncaron y ya no pudo cruzar la frontera desde Costa Rica, donde radica exiliada.

La lejanía no ha significado abandonar la lucha, en cambio se ha organizado con la comunidad de exiliados, que suman más de 60 mil en Costa Rica, para continuar presionando y denunciando a al dictadura en espera de un día poder regresar a Nicaragua.

«Cuando te das cuenta que por defender libertades, por defender democracia, defender la libertad de expresión y defender derechos humanos en tu país sos amenazada de muerte es entender de que no habrá descanso para nadie y no habrá libertad para nadie, defender la propia vida es también defender la vida de los demás nicaragüenses y es cambiar el lema de patria libre o morir,  por patria libre para vivir», dice la joven reconocida como una de las mujeres más desafiantes de Nicaragua, según la reconocida Revista Estrategia & Negocios.

Caracas es parte de la lucha cívica que nació en Nicaragua en abril de 2018, pero también es una activista feminista que ha luchado y trabajado por los derechos de las mujeres.

«Tuvimos que salir por la represión y para salvaguardar la vida en Costa Rica»

Francisca Ramírez, lideresa del movimiento campesino anti – canal (Costa Rica)
Doña Francisca a como se le conoce a la líder campesina del movimiento anti canal.

En 2017, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) otorgó a Francisca Ramírez, medidas cautelares después de constantes denuncias, por parte de la líder campesina y su familia, tras recibir acoso, intimidación y amenazas de muerte.

Ramírez habría sido detenida, de manera arbitraria, en varias oportunidades durante los años 2014, 2015 y 2016 por motivos relacionados con su labor como defensora. En una ocasión su casa fue allanada, y las autoridades sandinistas la acosaron y detuvieron.

Durante cuatro años doña Francisca, como es reconocida en Nicaragua, resistió a las agresiones repetidas dirigidas por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, quienes habrían mediante la Ley 840 otorgados concesiones de tierras públicas y privadas del país a la empresa Hong Kong Nicaragua Canal Development Investment Company, para la construcción de un canal interoceánico.

En más de 100 movilizaciones organizadas por el Movimiento Campesino de Nicaragua, desde la probación de la Ley 840 el 13 de junio de 2013, ella y sus compañeros se enfrentarían a la brutalidad policial, esa misma que después del 18 de abril de 2018 actuaría en contra de una nación.

«El movimiento campesino comenzó a luchar desde el 2013, pero el 18 de abril cuando hubo la insurrección de los universitarios vimos que había mucha injusticia que estaba haciendo una masacre el gobierno de Nicaragua,  y como movimiento campesino nos organizamos y salimos a las calles a exigir el cese de la represión y justicia por los asesinados, los estudiantes asesinados», explica Ramírez.

«Los derechos humanos no se negocian»

Desde el exilio, en Costa Rica, donde doña Francisca se resguardó después que el régimen de Ortega iniciara una cacería en escalada contra obispos, campesinos, estudiantes, defensoras de derechos humanos y periodistas, dice creer en una salida negociada con justicia para las y los asesinados.

«Nosotros creemos en la salida pacífica del gobierno de Ortega y creemos que realmente hay una negociación donde realmente haya justicia, para las víctimas, nosotros sabemos que si no hay justicia no podemos, y también estamos muy claros que los derechos humanos no se negocian», dice.

Ramírez, nombrada en 2016 entre las 50 mujeres más poderosas de Centroamérica por la revista Forbes, esta dispuesta a continuar su lucha desde el exilio. Actualmente se reúne con otros campesinos obligados a abandonar sus casas, sus vidas ante la persecución política. No existen datos precisos, pero diversos organismos de derechos humanos han denunciando una persecución sistemática contra los campesinos en las zonas rurales de Nicaragua.

En busca de resguardar el bien más preciado, la vida, han salido a Costa Rica donde se enfrentan a la precariedad e incluso la indigencia.

«Es una situación difícil para nosotros los nicaragüenses que somos campesinos vivimos de la tierra y hoy hemos venido a sufrir aquí a Costa Rica,  porque no tenemos las condiciones que teníamos en nuestro propio país, pero realmente también hemos venido a organizarnos y a encontrarnos con otros líderes de Nicaragua para luchar por la libertad», explica.

«Yo prácticamente todos los días sueño que voy a regresar a Nicaragua»

Yerling Aguilera, activista feminista (España)
Desde agosto de 2018 Yerling Aguilera se exilió en España.

«Yo prácticamente todos los días sueño que voy a regresar a Nicaragua, no me veo en un espacio que no sea el de Nicaragua, sobre todo porque es duro vas a estar fuera en el sentido yo siento que se ha congelado mi vida, se han congelado mis planes, a pesar de que tengo pues mucho cariño aquí donde estoy, pero a mi todos los días me hace falta mi casa, me hace falta mi familia», dice la activista feminista Yerling Aguilera, exiliada en España.

En agosto de 2018 se exilió en España después de participar en la Caravana de Solidaridad Internacional con Nicaragua que cabildeo en países europeos en busca de apoyo para el pueblo y sanciones para los funcionarios cómplices de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Ese rol significó que en Nicaragua fanáticos afines al régimen iniciaran campañas de desprestigio y persecución en contra de ella y su familia en la que utilizaban el discurso anti imperialista calificándola como agente de la CIA y parte de la denominada «intentona golpista».

«Habíamos recibido una serie de ataques de parte de simpatizantes del gobierno, pero también una campaña orquestada desde diferentes medios a nivel internacional en el cual se nos acusaba a nosotras como agentes de la CIA como trabajadoras del Departamento de Estado de los Estados Unidos como parte también de un intento golpista en contra del gobierno de Daniel Ortega, eso obviamente nos puso en una situación bastante peligrosa, bastante riesgosa, al punto de que pues nuestras familias empezaron también a recibir persecución», comenta Aguilera quien fue amenazada de violación, cárcel y muerte.

Desde el exilio, Aguilera trabaja en dar a conocer lo que ocurre en Nicaragua mediante su vínculo con organizaciones feministas y algunos medios de comunicación, pero además como parte del movimiento autoconvocado que radica en Europa.

Sin embargo, considera que en Nicaragua hay mucho trabajo por hacer más allá de sacar a Ortega y su camada del poder pues el país arrastra una cultura política caudillista y autoritaria que se expresa en diferentes movimientos, pero además porque quienes se han arrogado hablar en nombre del pueblo » son aquellos que nos llevaron al agujero en que estamos».

«No hemos logrado consolidar una agenda política, una propuesta política reivindicativa del clamor de la gente, reivindicativa también de los derechos de la gente porque al menos yo no me veo representada en una elite económica y política dominada principalmente por hombres porque son una elite que prácticamente ha sacrificado también los derechos de la clase trabajadora que ha negociado también a nuestras espaldas el salario mínimo y que prácticamente también nos ha dado la espalda, en términos de defensa de los derechos humanos», explica.

Pero a pesar del panorama no pierde las esperanzas en la construcción de un país más inclusivo. «Yo aspiro a que en Nicaragua pueda haber un proyecto de país donde sea la gente la que pueda montar las directrices políticas, económicas, sociales, que la gente también sea un sujeto de consulta no solamente un sujeto electoral a la cual se le convoca cierto periodo de tiempo donde los grupos y las élites se están candidateando, si no también donde tengan una voz, aspiro también a que la nueva Nicaragua… a que no le tengamos miedo a la política, que miremos la política como esa trinchera donde podamos construir la nueva Nicaragua», puntualizó.


Autoría: Rosa Blandón y Yordán Somarriba.

Fotos tomadas de Internet y perfiles personales de las protagonistas.

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La Lupa Nicaragua