Miguel Mendoza: “Tuve que pagar un precio alto, pero mi familia sufrió más”
El cronista deportivo retoma poco a poco su carrera profesional tras 597 días como reo de conciencia, por denunciar la represión orteguista
El cronista deportivo retoma poco a poco su carrera profesional tras 597 días como reo de conciencia, por denunciar la represión orteguista
El 21 de junio de 2021 era un día normal para el periodista Miguel Mendoza. Se aproximaba la noche y su rutina continuaba sin contratiempos. Pero en un abrir y cerrar de ojos todo cambió. Pasada las cinco de la tarde de ese día, recibió un mensaje de texto a su celular con un mensaje claro: “Te van a capturar”. El mensaje agregaba que “los capturados seríamos tres ese día: Carlos Fernando Chamorro, María Fernanda Flores de Alemán y yo”, recuerda.
Mendoza, un periodista con más de 30 años en la crónica deportiva, reconocido por su trayectoria periodística y por laborar para importantes medios de comunicación del país, estuvo preso por 597 días, fue condenado a nueve años de cárcel mediante un juicio arbitrario, y recobró su libertad la mañana del 9 de febrero de 2023, cuando 222 presos políticos fueron desterrados de su país en un avión que salió de Managua hasta la ciudad de Dulles, Washington, Estados Unidos.
Hoy, Mendoza se encuentra en Miami, Florida, y desde su exilio relata los hechos acontecidos en las últimas ocho horas antes de su encarcelamiento, cómo fue que la Policía al servicio de Daniel Ortega logró capturarlo, su llegada a la cárcel El Chipote y qué piensa hoy del precio que tuvo que pagar por publicar en sus redes sociales la información y denuncias de violaciones de derechos humanos.
“Cuando llega el 2018, y yo comienzo hablar de las barbaridades que estaba haciendo la dictadura, pues la gente me comenzó a seguir y eso, creo, fue lo que me llevó a la cárcel… el seguimiento de la gente y el compromiso con la información… yo considero que no hice nada, simplemente me considero un hombre que hizo lo correcto, que tuve que pagar un precio alto, porque mi familia sufrió más de lo que yo sufrí”, valora.
Mendoza rememora lo que pensó al recibir el mensaje de texto en el que le avisaron de su posible secuestro, y cómo su estabilidad emocional se derrumbó.
Cuenta que en medio de la desesperación decidió realizar dos llamadas telefónicas en busca de una casa que lo pudiera albergar por una semana, para mientras pasaba su búsqueda policial.
“Sí me empiezo a preocupar cuando veo que Carlos Fernando pone un tuit en donde denuncia que están allanando su casa, y que responsabiliza a la dictadura de lo que vaya a pasar, pero en eso el corazón se me empieza a agitar y yo digo: ‘Vienen por mí’”.
Lo primero que Mendoza pensó fue en su hija que tenía siete años de edad.
“Yo llamo a un amigo que tenía una casa que estaba vacía. Yo sabía que la estaba alquilando, y le pregunto: Mira préstame tu casa y él me dice: ‘La tengo alquilada’. Yo descarto eso. Después, otra persona me llama y me dice: ‘Venite para mi casa’, y como es un momento de desesperación, yo me pongo a pensar que lo mejor era irme de la casa en ese momento, para evitarle un trauma a mi hija”, recuerda.
Mendoza tomó su teléfono celular, algunas pertenencias y, rumbo a su idea de la clandestinidad, se despidió de sus hermanos, familiares, su esposa e hija, plenamente decidido a desaparecer, aunque ni idea tenía cómo iba hacerlo.
“Yo llego a la casa dónde habíamos acordado y a los dos minutos está un policía en la puerta de la casa, me dice que me salga, y ahí yo pensé: ‘Miguel aquí se acabó tu suerte’… Salgo y en ese momento me esposaron en la acera. De repente estoy en una patrulla, no sé cuántos policías, motos, paramilitares, un operativo inmenso para capturar a alguien que solo andaba un teléfono celular… ¿Te imaginas la tensión que vivía por dentro, pensando en mi familia más que en otra cosa?”, relata
Miguel calcula unas tres horas desde su detención en esa casa hasta llegar a El Chipote. Recuerda que mientras viajaba un chofer de la patrulla lo ofendió varias veces e incluso le dijo que eso le sucedía por ser mal agradecido con el comandante (Daniel Ortega).
“Ya estoy en una celda pequeña, solo, y se vienen las lágrimas, eso sí, lloré. Lloré no por miedo, lloré por impotencia y recuerdo que arrecostado a una pared, ahí solo, una celda oscura sin nada yo dije: ‘¿Miguel como hiciste para parar aquí?’; pero me acordé de una frase que dice: ‘Nadie escapa a su destino’. Y ese era mi destino”.
Antes de ser encarcelado, Mendoza no tenía complicaciones de salud, pero recuerda que en sus primeras horas en la cárcel le hicieron un chequeo de azúcar y presión arterial y fue diagnosticado con azúcar alta.
“Yo estuve en una celda de castigo 313 días, donde no había ventilación, solo había una pequeña ventana, dónde nos metían la comida y la medicina… el primer año se me dificultó dormir, además porque había zancudos, calor, nos llegaban a despertar a cada rato, nos golpeaban las celdas de la orilla y a nosotros o porque llegaban a preguntar de pura gorra: ¿cómo están?”
En contra de cualquier norma jurídica y derechos humanos, la familia de Miguel pasó semanas sin saber nada de él, y estuvo más de un año sin poder ver a su hija.
“Yo me memoricé todas las fechas. Llegué el 21 de junio y mi primera visita fue el primero de septiembre. Después, en 2022, pasamos tres meses sin visita, desde el 23 de agosto hasta la visita de noviembre, eso fue terrible, no sabía que estaba pasando con nuestra familia. Me marcó no ver a mi hija tanto tiempo, el que no me hayan dado la oportunidad de verla en un año y medio… no solo nosotros estamos secuestrados, también nuestra familia estaba secuestrada”.
A casi dos meses de su liberación Miguel mira los videos de su inesperada libertad y afirma que las declaraciones de aquel 9 de febrero reflejan lo mal que estaba en la cárcel, que aún le cuesta dormir y sufre de mucho dolor de cabeza.
“Yo me asuste, porque sentía que no hablaba bien, que hacía mucha pausa, no coordinaba las ideas que tenía con la lengua, había cosas que se me olvidaban… el encierro hace que tu mente maquine lentamente, que tus palabras se dificulten en salir… desde sentir el sol y el viento, es bien extraño, es distinto, pasar año y medio en las condiciones de encierro y ya venir aquí es un golpe”.
Casi un mes después del destierro, Miguel Mendoza retomó su jornada laboral de cobertura deportiva, acreditándose como periodista en el Clásico Mundial de Béisbol Profesional, realizado en marzo de 2023 en la ciudad de Miami, Florida.
Afirma, que seguirá buscando la manera de realizar periodismo deportivo, y ese clásico mundial fue un aliciente para luchar por lo único que afirma sabe hacer bien: cubrir deporte.
Mendoza recuperó sus redes sociales y aún mantiene su denuncia sobre los acontecimientos de represión en Nicaragua, realiza entrevistas a sus excompañeros de celdas en el programa “Preso a Preso” de su canal de YouTube y mediante sus redes sociales pretende seguir creando contenido deportivo, político y social de Nicaragua.