Al menos unos 100 médicos fueron empujados a salir de Nicaragua ante las represalias del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, por su participación en las protestas sociales como parte de las brigadas que asistieron a los heridos cuando el Ministerio de Salud (MINSA) por orden de su antigua titular, Sonia Castro, les negó el derecho.

El médico Óscar González, cirujano bariatra, se involucró en la denominada Insurrección Cívica, el 20 de abril de 2018 sin imaginar que dos meses después estaría saliendo de Nicaragua, en busca de resguardar su vida ante la constante persecución en su contra por parte de la policía orteguista y sus paramilitares.

Más tranquilo, con la libertad de movilizarse sin ser perseguido, asediado y amenazada su vida, monta una bicicleta hacia el sitio, en Costa Rica, donde hemos pactado esta entrevista con La Lupa.

Aun cuando fue «castigado por ayudar a salvar vidas”, como suele referirse a su encarcelamiento y persecución, mantiene firme su posición frente a los hechos que han cobrado la vida a manos de un Estado que según organismos internacionales de derechos humanos, asesinó a más de 300 ciudadanos nicaragüenses.

“Al igual que a la mayoría me impactó la manera en la que el Gobierno estaba respondiendo. Las agresiones a los estudiantes me motivó a ir a buscar cómo ayudar a salvar vidas”, asegura González.

disparos en cabeza, cuello y tórax

Se internó en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli), cuando el recinto era centro de refugio para universitarios, además fue miembro de un grupo de médicos y brigadistas que brindaron atenciones durante las marchas realizadas, entre abril y septiembre de 2018, que han sido prohibidas por la policía orteguista a pesar de ser un derecho contemplado en la Constitución Política.

“Me tocó ver heridos de todo tipo, incluso compañeros que nos ayudaban a sanar a nosotros. Miré manifestantes con impacto de bala en la cabeza, en el cuello y en el tórax”, lamentó el especialista que atendió un promedio de 17 personas el día de La Madre Marcha.

El reportaje ‘¡Disparaban con precisión: a matar!’, del medio digital Confidencial, revelaron el uso de armas de alto calibre e impactos realizados por francotiradores contra los manifestantes por lo cual la mayoría de los asesinados presentaban disparos en la cabeza. Y otros perdieron un ojo.

«Las tomografías revelan disparos precisos en las frentes, parietales, temporales y occipitales de las víctimas. Otros en las regiones cervicales y del tórax. Cráneos estallados, desplazamientos de la línea media cerebral, inflamaciones y hemorragias graves. Salvarse de esas lesiones es muy difícil», dice el trabajo del periodista Wilfredo Miranda.

DETENIDO, TORTURADO Y LIBERADO

El 20 de abril de 2018 fue retenido y torturado durante varias horas. Vestía gabacha y en su cuello colgaba su estetoscopio, sin embargo, aunque indicó que era doctor y andaba plenamente identificado, fue retenido por las fuerzas de la Policía orteguista, mientras brindaba asistencia médica a un joven de Masaya, en una de las calles cercanas a la Universidad Politécnica de Nicaragua (UPOLI) en Managua.

“Me agarraron, me torturaron, me quemaron con cigarrillos encendidos en el abdomen. No me confundieron. Yo andaba identificado. Me estaban castigando por salvar vidas. Y eso fue lo que me llenó de más valentía para adentrarme con más fuerza a las protestas sociales, ayudando a salvar vidas”, dice González.

Horas después de ser liberado, regresó a su casa y comenzó a vivir bajo asedio y amenazas. Primero empezó a recibir hostigamiento en su lugar de trabajo, Hospital Solidaridad. Aparecer en el video en el que Telémaco Talavera, expresidente del Consejo Nacional de Universidades (CNU), fue supuestamente liberado de un falso secuestro, le trajo graves consecuencias.

“Decido exiliarme cuando empezaron a asediarnos tanto en la parte laborar y en la parte personal con amenazas de muerte. Las amenazas iniciaron desde que aparece el video en el que estamos sacando a Telémaco Talavera en una ambulancia, porque el hombre había llegado irresponsablemente luego de un ataque contra los universitarios”, rememoró González.

El 25 de junio de 2018 abandonó Nicaragua, junto con sus hijos y esposa. Fue una decisión rápida y tempestiva, sin ningún plan. Estaban huyendo del asedio, la represión, la persecución y vivir bajo amenazas de muerte. Panamá fue el primer destino, pero la cercanía de Costa Rica los hizo cambiar, otra vez, de país.

NO CONSIGUE TRABAJO

En el exilio, aunque ha asistido a «más de 300 entrevistas», según afirma, no logra conseguir un trabajo de tiempo indefinido en su especialidad. Eso no le ha impedido ofrecer sus conocimientos a los nicaragüenses que carecen de recursos y se encuentran también exiliados en Costa Rica.

La labor humanitaria que impulsó, junto a 21 médicos y 29 estudiantes de medicina y carreras a fines en el territorio costarricense, comenzó en la Iglesia La Mereced, ubicada en San José, Costa Rica. Actualmente atienden, en las oficinas de la Asociación Nicaragüense ProDerechos Humanos (ANPDH), cada sábado a más de 100 nicaragüenses exiliados, y se han nombrado: Asociación Unidad Médica Nicaragüense en el Exilio Capítulo Costa Rica.

Aun cuando esta activo, bien, con salud y sin persecución, el doctor González dice que «todos los días» piensa en regresar a Nicaragua.

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