La tierra y el bosque no huelen igual para Lottie Cunningham. Huelen a su infancia, a los días en los que su abuelita le decía que las culebras no venenosas tenían derecho a vivir. Si por alguna razón un sapo se colaba en su casa en la comunidad Bilwaskarma, Río Coco, en el Caribe Norte de Nicaragua, donde vivía, tampoco debían hacerle daño. Era una relación armónica con la naturaleza, que la ahora defensora de los pueblos indígenas añora.
Cunningham, de 61 años, se convirtió en la primera mujer nicaragüense, de origen miskitu, en ganar el premio Premio Right Livelihood, denominado Premio Nobel Alternativo, creado en 1980 por el escritor sueco-alemán Jakob von Uexküll, exmiembro del Parlamento Europeo. Lo recibirá en una ceremonia virtual el 3 de diciembre.
Ella ha tenido una vocación de servicio de por vida . Lo hizo como enfermera durante una década, en la que ayudó a muchos niños y niñas a venir a este mundo, curó heridas y trató de mejorar la atención sanitaria mientras el país se desangraba en una guerra civil. Consciente de los límites que tenía al ser una trabajadora que dependía del Estado, sin derecho a opinar cuando veía las injusticias contra otros indígenas, su gente, renunció en 1988 y vio en el Derecho una oportunidad para pronunciarse por su pueblo. Así lo hizo, siendo madre soltera y sin tener la menor noción de lo que implicaba trasladarse a Managua, llegó a esa ciudad donde muchos le tendieron la mano. En 1994 ya era una abogada, titulada por la Universidad Centroamericana (UCA).
Su nombre es referencia de la defensa de los pueblos indígenas en Nicaragua. No olvida la Navidad Roja, que fue un operativo desarrollado por el entonces Ejército Popular Sandinista en 1982 y provocó el desplazamiento forzado de 20 comunidades miskitu, mientras otros cientos, se fueron hacia Honduras. Había mucha injusticia y el respeto a la autonomía de los pueblos indígenas, su territorio, su comunidad, cosmovisión, lenguas y formas de organización social era una fábula. Por años se ha dedicado, a través de su organización, a defender y denunciar lo que atraviesan los pueblos indígenas. Su “gente”, dice Cunningham. No es una tarea fácil en un país que criminaliza a los defensores de derechos humanos, pero nunca ha pensado en dejar de hacerlo.
Considera que la situación de vulnerabilidad de los pueblos indígenas puede cambiar, y está consciente que faltan muchos más años de trabajo para ver logros tangibles, pero durante toda su carrera de defensora, considera que sí se han dado avances. Su voz se ha escuchado firme frente a las cortes internacionales, en las que cuestiona y señala al Estado opresor, lo que le ha valido amenazas, asedio y sabe que está expuesta a otros riesgos que comparte en esta entrevista con La Lupa
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¿Cómo es un día de trabajo de Lottie en las comunidades indígenas?
No puedo decirte por seguridad muchas cosas. Ser defensora de derechos humanos con la comunidad es no tener un horario. No es trabajar ocho horas, derechos humanos no es así, por eso siempre la comparo con mi primera carrera, como enfermería, que cuando una señora va a dar a luz, el bebé va a venir, es una emergencia; derechos humanos para este contexto particular de Nicaragua es 24 horas, siete días. Muchas veces nosotros hemos recibido llamada por la madrugada, que han atacado comunidades enteras o que se metieron y quemaron viviendas. Mi rutina es eso. Sin embargo, nosotros establecemos con quién debe comunicarse primero la comunidad porque también uno tiene que establecer la ruta de comunicación, la ruta metodológica de cómo acceder a la justicia y la ruta de acompañamiento a esa comunidad.
En ese sentido, no es que me llamen a mí a diario, tenemos bien estructurado y organizado como debe ser y quien es responsable de tal cosa, cuál territorio, y qué tema, pero personalmente todo monitoreo. Soy la presidenta, pero tengo una colega que es la directora. Así que yo acompaño las comunidades con mi equipo, yo no hubiera logrado esto sin tener un equipo. Tengo una red de defensores en toditas esas comunidades, y esos defensores y defensoras dentro de las comunidades son los más destacados.
Ha dedicado gran parte de su vida a luchar por la defensa de los pueblos indígenas en el Caribe ¿Ha visto progresos?
No como nosotros soñamos y la comunidad sueña, pero si hay progreso. Te voy a comentar algunos de los logros que yo siento que ha habido. Cuando nosotros iniciamos el caso de Aguas Tingni-Caribe Norte-, no existía el Tribunal de Apelación en la región (…) por eso con el caso de la Corte nosotros demostramos esa falta de acceso a la justicia, tampoco existían los complejos judiciales. Con el complejo judicial no te voy a decir que existe acceso a la justicia, pero con eso hay un avance donde las comunidades puedan ir a interponer-denuncias-. Hay un complejo judicial ahora en la región, e incluso hay intérprete para los pueblos, particularmente el pueblo miskitu, cuando se está procesando, hay una intérprete. No existían juzgados locales, ahora existen juzgado local en Prinzapolka, en Waspam, en Puerto Cabezas, y el sector de las Minas. Podemos decir que ha habido un avance en ese sentido.
No existía registro de la propiedad, la gente tenía del norte que registrar su propiedad en el registro de Bluefields, y luego, las alcaldías hacían cualquier registro en sus libros, pero usted sabe que no es la competencia de la alcaldía, es un registro de propiedad, así que eso ha sido. Y en torno a la comunidad, particularmente Aguas Tingni, no tenía ni carretera, ni puentes. Desde la cosmovisión indígena el uso y tenencia de la tierra, el Estado decía que había tierra nacional en la Costa Caribe, y para mi ese es un logro grandísimo, que hoy el Estado no puede hablar de la existencia de tierra nacional en la Costa Caribe, y eso es importante (…).
¿Qué costo ha implicado para usted, como defensora, ser la voz de cientos de comunidades indígenas?
El costo ha sido que siento que tengo que dedicarme más tiempo a mi familia. Mi hijo, nieta creo que ese tiempo no lo disfrutó mi hijo. Él tiene orgullo-de ella- pero hay algún momento que él dice, pero mamá nunca estás, siempre estás ausente, y eso es lo más doloroso para una madre, que te has dedicado, y los momentos que perdés con tus hijos no los volvés a recuperar porque van creciendo, igual con mis nietas, he tenido un poquito de tiempo, pero no lo suficiente, y eso es, el sacrificio a la familia. Pero aún así, mi familia más cercana, me ha apoyado, han sido maravillosos, mi marido, mis hijos, y mi familia más allegada. (….)
Nicaragua es parte de una región donde se criminaliza a los defensores de la tierra, de los pueblos indígenas. ¿Ha tenido miedo alguna vez por su vida?
Claro que sí. Creo que todos y todas las defensoras que vivimos una criminalización y que vivimos asedio mensual, día a día, semanal, tenés temor en un momento. Particularmente en esas comunidades remotas que no sabés qué va a pasar. Nosotros viajamos por carreteras en muy malas condiciones, viajamos por el río, río arriba, río abajo, el rio Waspuk, viajamos por todas esas comunidades y es muy difícil de implementar una medida que va a mitigar, pero uno trata. Pero sí, yo he recibido desde intimidación, hostigación, hasta amenazas de muerte, llamadas anónimas, de funcionarios del Estado diciéndome que si yo estoy muy segura del camino que llevo a mi pueblo, ves, y que vivís con amenazas, y en las comunidades, en la región, acuérdese que una de las cosas más difíciles en esta inseguridad es que el sistema, las autoridades del Estado han fraccionado la familia indígena, la comunidad indígena, y toda la región y la nación.
Así que es una sociedad fraccionada. Por otro lado, siempre las autoridades del Estado han venido creando diferentes patrones de criminalización, y no sabés en que momento te querrán criminalizar. Utilizan el sistema de justicia para criminalizarte en vez de acceder la justicia a los pueblos.
El 14 de octubre de 2018 a usted la detuvieron en el aeropuerto. Por un momento no se conoció de su paradero. ¿Qué fue lo que sucedió y qué pasó por su mente en ese momento?
Como usted sabe me tuvieron retenida por unas horas. Me aislaron, me decomisaron mi celular, mi computadora, todos mis documentos personales, y yo ahí, fue un momento que yo me resigné a que si yo me había metido a la defensa, a sacar la verdad de lo que estaba pasando con mi pueblo, pues que eso lleva un sacrificio, y que sí yo tenía que sufrir esa parte del sacrificio, pues (…). Si en algún momento pensé, reflexioné un poco de que iba presa, en ningún momento pensé que me iban a soltar, yo en ese momento oré al Señor y yo le dije: usted conoce mi corazón y mi mente, usted conoce que he luchado todos estos años para sacar la verdad, para que aquellas mujeres indígenas y afrodescendientes que día a día buscan la subsistencia de sus familias, eso es lo que yo quiero Señor, yo solo quiero que tengan paz y comida. Que puedan tener uso y control sobre su tierra, yo oré así, al Señor. Yo se lo dejo en manos de usted.
En ese momento también estaba un poco preocupada que si me golpeaban porque me forcejee con ellos, yo tengo una prótesis en mi columna, y que me podían dañar más, que en las condiciones que iba a ir a las celdas podía deteriorarme más físicamente y yo siempre pensaba que no iba a dejar la lucha en ningún momento, o sea, me dio más energía, continuar esa lucha porque es sacar las voces de aquellas mujeres que están presas en su propia comunidad porque están asediadas por los colonos en el perímetro de sus comunidades. No tienen esa paz, esa libertad, de recolectar su medicina, de ir a pescar, de ir a sembrar y cosechar su alimento para su familia. Aquellos hombres y mujeres que viven asediados y que no pueden ni siquiera buscar el sustento de sus familias.
Para ese niño que no puede comer tres tiempos por esas violaciones de derechos humanos con la anuencia del Estado de Nicaragua porque es con la anuencia, sino ya hubiera buscado una forma de hacer acciones concretas para desalojar a los colonos y regresar las tierras a los indígenas.
Me metieron en un cuarto en el Aeropuerto, sola, luego yo vi que me estaban sacando fotocopia de cada hoja de mi pasaporte, y luego, como andaban con un walki talkie, decían, tienen que soltar a la señora Cunningham, pónganla en su vuelo, que no la deje el vuelo. Eso fue. Pero si no me dijeron nada, nos forcejeamos para que no me quitaran el celular y mis pertenencias. Cuando me llevaron custodiada hasta la puerta del avión, como cualquier delincuente, y luego, en la puerta del avión me entregaron las cosas.
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¿Ha habido algún momento en que ha pensado en dejar de luchar por los pueblos indígenas?
Sinceramente jamás, jamás he desistido porque se que tengo la verdad y se que tengo la esperanza de lograr esa justicia tan anhelada de mi pueblo. Así que en ningún momento he pensado en desistir. No te voy a mentir que no he tenido momentos emotivos, muy emotivos, en la que por ver la impunidad, las injusticias, por ver que muchos de esos niños y mujeres están pasando muchas dificultades y que lo único que han pedido es que no quieren tener este hostigamiento, intimidación, que no sean desplazados de sus tierras. Eso ha sido.
¿Cuál es su valoración sobre la crisis actual de los pueblos indígenas?
Yo creo que los pueblos indígenas y afrodescendientes han vivido diferentes crisis de derechos humanos en toda su historia, algunas han sido más sutil, y algunos han sido más violentas. Lamentablemente le tengo que decir que con el gobierno de Daniel Ortega es donde yo siento que se ha dado mayor sufrimiento y violencia de violaciones de derechos humanos, como lo dije que en 1981 con la Navidad Roja, y ahora con esta situación con el gobierno sandinista de turno nuevamente nos ha venido a desplazar y prácticamente se ha venido asesinando a los indígenas que han venido defendiendo sus tierras, hay indígenas desaparecidos, hay indígenas secuestrados, pero la mayor preocupación que muchos de los indígenas están siendo desplazados de sus tierras y que esto ha creado una situación de hambruna, una crisis humanitaria de las más profundas que en realidad la he visto yo.
Usted dijo que este premio es en nombre de los pueblos indígenas ¿Qué pueden esperar ellos de usted con este premio?
Inicialmente lo dije, que no lo asumía a título personal, sino que en nombre de los pueblos indígenas, particularmente, de las mujeres indígenas y afrodescendientes de la Costa Caribe que luchan día a día por la vida y el territorio. Y para mi pues, con este premio nosotros vamos a continuar, es decir, el premio impulsa a continuar la lucha y el premio tiene que impulsar a las comunidades indígenas a continuar la resistencia porque ellos han resistido y para mí es muy importante que continúen resistiendo para lograr ese sueño que tiene mi pueblo para que un día pueda prevalecer la justicia social, ambiental y que ellos como pueblos, puedan tener la gestión de sus propios territorios.