No era el 28 de julio de 1991, cuando Dennis Martínez alcanzaba la gloria con los Expos de Montreal y se convertía en el primer lanzador latinoamericano en hacer un juego perfecto, tampoco era aquel estadio en los Ángeles, California. Habían transcurrido 26 años y era Octubre de 2017, un Martínez entrado en años, pero con la misma soltura, subía al montículo, con guante y pelota entre sus manos listo para hacer el primer lanzamiento que inaugurará el Estadio Nacional de Béisbol que llevaría su nombre en Managua.
Las tribunas del colosal exclamaban a Martínez, una indiscutible leyenda del deporte nacional y de los pocos que han brillado en las Grandes Ligas de Estados Unidos. La felicidad del ex jugador de origen granadino era notoria, y no era para menos, porque es el único estadio en Nicaragua con los más altos estándares internacionales, una infraestructura deportiva que costó un aproximado de 36 millones de dólares, dinero que fue donado por el Gobierno de China Taiwán.
“Nunca pensé que esto podía hacerse realidad. Agradezco al presidente Ortega por apoyar el deporte cien por ciento, e insto a los jóvenes que practican béisbol a educarse y prepararse para cambiar el país”, fueron algunas de las expresiones de Dennis cuando se inauguró el estadio.
Para esa época Martínez parecía tener una buena relación con la pareja Ortega-Murillo. Se le miraba contento por el estadio, estrechaba la mano del mandatario, como si ese estadio hiciera un pacto de paz entre ambos. Sin embargo, el color, la algarabía que había desatado , se hundiría con las lágrimas y sangre de jóvenes inocentes que fueron asesinados desde las instalaciones del estadio.
Las protestas de la sociedad civil que estallaron en abril de 2018 desataron un sinnúmero de crímenes dirigidos por el régimen orteguista, en complicidad con la policía y grupos paramilitares afines al partido de gobierno.
El informe oficial del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), determinó que la policía y grupos afines a la dictadura “dispararon y asesinaron desde el estadio Nacional Dennis Martínez a partir del 19 de abril de 2018 y el 30 de mayo”, el día de la masacre de las madres, en la cual murieron 19 personas, ocho de ellas asesinadas en los alrededores del estadio, producto de las balas de francotiradores que se ubicaron en este complejo deportivo.
Varios cronistas deportivos, entre ellos, Miguel Mendoza y Yader Valle constataron que el estadio fue utilizado como guarida de paramilitares y policías, ya que era un punto estratégico para atacar las protestas de la sociedad civil. Asimismo, el informe de la GIEI muestra con fotografías los vehículos y personas de la policía nacional, ubicados en el estadio, trabajando en conjunto con los paramilitares, usando armas de alto calibre, atacando las marchas.
Una de las primeras víctimas a los alrededores el estadio nacional, fue Álvaro Conrado, estudiante de secundaria del Colegio Loyola. Conrado de apenas 15 años de edad, era un deportista en formación que demostraba su pasión en la pista de atletismo, un chico que no titubeo en llevar agua a los estudiantes universitarios, y que fue esa noble acción que lo condujo a su muerte. Una bala proveniente del estadio Dennis Martínez fulminó entre su cuello, desangrándose en el camino y al ser privado de servicio médico, dijo adiós ese 20 de abril, junto a otros jóvenes que ya habían muerto hasta ese entonces, producto de la represión gubernamental.
Hasta esa fecha el ex grandes ligas permanecía en silencio, pero luego de los crímenes cometidos en la marcha del 30 de mayo de 2018, Martínez rompió el silencio y alzó su voz reprochando los hechos. Las pruebas de la cruel represión cometida desde el complejo que llevaba su nombre, eran más que evidentes.
“Me duele saber que el estadio que lleva mi nombre se esté ocupando con fines de violencia, afectando a mis hermanos nicaragüenses”, dijo Martínez el 28 de junio de 2018 al diario digital Confidencial. Para esa fecha la violencia desatada por régimen ya había cobrado la vida de más de 100 personas, en su mayoría jóvenes menores de 20 años, estudiantes universitarios.
Ante los señalamientos, el Gerente de Comunicaciones del Estadio Nacional, el periodista oficialista, Levi Luna, se negaba rotundamente a que el estadio era usado con fines ajenos al deporte, aunque los vídeos y fotografías de la represión desde el estadio eran contundentes.
En consecuencia a los hechos ocurridos, la población mostró su rechazo total de ir a este complejo deportivo. Esa infraestructura que fue creada cosechar las primeras victorias deportivas, Ortega lo había manchado con la sangre de los esos jóvenes asesinados a los pies del estadio. Casi dos años después, el mismo Martínez, quien una vez alzó su mano junto a la de Ortega en aquel día inaugural del estadio, hoy se sube al montículo, pero no como un aliado, sino como una de las figuras más críticas del régimen.
“Quieren la paz, pero a la misma vez ellos (el régimen) dan balazos, la guerra, todo eso no va, no queremos guerra. La juventud lo que reclama es cambios, ya no queremos volver al pasado. Esperamos que reflexionen y que la policía no sea una institución partidaria, recuerden que reciben pago del pueblo, ellos deben estar para cuidar al pueblo y No para que lo ataquen. Nunca es tarde para rectificar”, declaró el ex lanzador al periodista deportivo, Edgard Tijerino en noviembre de 2019.
Ante la pregunta, qué le diría a Ortega si lo tuviera en frente. Martínez contesta muy prudentemente y se limita a decir para esta columnista que : «Yo no tengo ninguna relación con Ortega. Con respecto qué le diría, bueno eso es algo que me lo conservo porque creo que sería mejor privado».
Los pocos recuerdos deportivos que se habían consagrado en el estadio, fueron borrados ante la masacre. La pelota y el guante se pintaron de rojo sangre, la leyenda deportiva que lo inauguró, y por quien lleva su nombre, no está dispuesto a seguir inerte en un lugar donde se recuerdan los rostros de los asesinados, donde las agitadas gritos de las barras, fueron silenciadas ante los lamentos de las madres que aún lloran la pérdida de sus hijos.
El Estadio Nacional ya no será visto como la “Casa del juego perfecto” del legendario Dennis Martínez, porque fue Daniel Ortega el encargado de transformarlo en el escenario macabro de su “Juego sangriento”.
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