Cierto es que parece inútil referirse a los discursos de Daniel Ortega, pero hay que hacerlo. Aunque personalmente me resulta odioso leer o escuchar sus peroratas o comentar sobre las mismas, no hay de otra: la batalla hay que darla en todos los flancos. No podemos dejarle pasar una, porque al fin y al cabo la lucha en contra del régimen terrorista no solamente se libra en las calles y en los ámbitos internacionales, se libra, sobre todo, en la mente de la población porque, en definitiva, es lo que la persona tiene en la cabeza lo que determina sus, y no al revés.
En su más reciente discurso Ortega puso en práctica una novedad. Se encargó de rememorar al somocismo y no tuvo empacho en afirmar lo siguiente: “Tuvimos gobiernos somocistas, del 25 de abril de 1990 hasta el 10 de enero del año 2007”. Y la pasó despotricando en contra de los gobiernos de ese período. Que conste, fui opositor a esos tres gobiernos, así que con el presente comentario no estoy pagando ninguna cuenta.
Procedamos pues a rememorar lo que fue el somocismo y comparemos con el discurso falaz de Ortega.
Somoza pactó con Fernando Agüero, el caudillo del partido conservador, para reformar la Constitución y asegurar su reelección. Con el mismo propósito lo hizo Somoza García con Emiliano Chamorro.
Ortega pactó con Arnoldo Alemán, el caudillo del partido liberal, para reformar la Constitución y abrirse paso a su retorno al poder.
Tanto Somoza García, como sus hijos, Luis y Anastasio, desde su control del poder electoral maniobraron para excluir a la oposición real e imponer fraudes electorales. Ortega, ya lo sabemos, ha burlado la voluntad popular desde el 2006. Todavía no sabemos qué pasó con el famoso 8% de votos de las elecciones de ese año, que jamás se dieron a conocer.
¿Quién repite las acciones del somocismo?
La familia somocista, a lo largo de sus más de cuarenta años en el poder, instauraron la corrupción como política gubernamental y acumularon una formidable fortuna. Ortega, según informes internacionales, encabeza el gobierno más corrupto de Centroamérica, y el tercero, entre los peores, de América Latina. Valiéndose del poder político se apropió de los miles de millones de dólares de la cooperación petrolera venezolana y, con otros negociados, ha logrado amasar una fortuna que deja a la familia Somoza como unos pobretones. Ni doña Violeta, ni don Enrique, por lo que se sabe, salieron más ricos de lo que llegaron.
En este caso, Ortega no solo repite la conducta del somocismo, sino que los supera con creces.
Somoza excluyó y acosó a todos los partidos político que no pudo controlar, y mantuvo mediante artimañas y repartideras, el pacto con el partido conservador. Ortega, mantiene inquebrantable su pacto con Arnoldo Alemán y el PLC. Solo que Somoza era un poco más generoso. Alemán se conforma con migajas.
Somoza dominó todos los poderes del Estado. Sin embargo, nunca su dominio fue total. A tal punto que el mismo Anastasio Somoza Debayle perdió un juicio ante un ciudadano particular. ¿A alguien se le ocurre que algún juez o tribunal pueda fallar en contra de Ortega?
Somoza García se entronizó en el poder mediante sucesivas y mañosas reelecciones. Somoza Debayle se reeligió una vez. Ortega acumula tres períodos consecutivos y, aunque el refrán popular dice que a la cuarta ni los bueyes, ya está preparándose para atornillarse por cuarta vez.
Doña Violeta y Enrique Bolaños se fueron para su casa. Solamente el pertinaz y sumiso aliado del pacto sigue medrando de la política.
¿Quién es el que repite la conducta del somocismo?
La dinastía somocista se alió con los grupos económicos más poderosos bajo el siguiente trueque: háganse ricos pero no se metan en política. Ortega hizo lo mismo, con el agregado que llevó la alianza a la Constitución.
El Somocismo transformó la guardia nacional en un cuerpo armado al servicio personal de la familia. Ortega deformó a la policía y al ejército y también los transformó en gendarmes de su poder personal.
Somoza Debayle, enfrentó una insurrección armada y reprimió a diestra y siniestra. Ortega enfrenta una resistencia pacífica, y reprime también a diestra y siniestra, solo a que a gente indefensa. Ni doña Violeta, ni don Enrique, ni el mismo Alemán, encabezaron regímenes represivos. Al contrario, la represión se desató muchas veces a espaldas y en contra de su voluntad. Basta señalar los más de 500 combatientes de la Resistencia, asesinados en los noventa, según el informe final de la CIAV OEA.
La conclusión es obvia: La reencarnación del somocismo es el orteguismo. No estamos ante la segunda etapa de la revolución. Estamos ante la segunda etapa del somocismo. Ortega instauró el somocismo del Siglo XXI.
El dictador cerró su discurso calificando la resistencia popular y la lucha por la democracia, también como somocismo. Y vociferó “Los intentos del somocismo que en abril del año pasado pensaron que ya se hacían de nuevo con el poder, con toda su virulencia, con toda su práctica terrorista…”
¡Qué cáscara! Habla de terrorismo nada más y nada menos que el mismo personaje que estuvo en prisión por asaltar bancos y tirotear gente. El mismo que desde la oposición encabezó asonadas, quemó buses, quebró bancos, invadió propiedades, mortereó, trancó, chantajeó y otros desmanes de ingrata recordación.
Si vamos a hablar de somocismo, el primer somocista de la fila se llama Daniel Ortega.
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