En 2015, Frank Reyes ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) para estudiar la licenciatura en Microbiología, la ciencia que analiza los microorganismos y la posible cura para problemas de salud.

De haberlo logrado, asegura, que estaría poniendo sus conocimientos al servicio de la humanidad que lucha desesperadamente contra el COVID-19, la pandemia que azota al mundo.

Pero en abril de 2018, sus planes profesionales pasaron a segundo plano. Y hoy, poco queda de ese sueño. Su vida se resume en el trabajo diario, que como constructor, realiza en Estados Unidos, para sobrevivir en ese país donde se exilió, tras haberse unido a la «Rebelión de Abril».

Miles de jóvenes se unieron para protestar contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, entre ellos Reyes quien estuvo en una de las trincheras de Granada, una de las ciudades que también sufrió los embates de las fuerzas policíales y paramilitares de la denominada “Operación Limpieza”, en la que sus amigos fueron secuestrados mientras él tomó la decisión de abandonar el país.

Reyes salió legalmente de Nicaragua el 29 de julio de 2018. Cuando llegó a Estados Unidos, se refugió en casa de un amigo con el que había estudiado en secundaria, mientras se ‘acomodaba’ en un país extraño.

“El cambio ha sido duro, de ser un estudiante, de tener un estilo de vida distinto, ahora estoy trabajando en construcción. Ha sido duro pasar largas jornadas bajo el sol, por el hecho de no estar acostumbrado y no tener experiencia en trabajos de este tipo. A veces es un poco frustrante, porque aquí no vale todo el esfuerzo que hice para tener una vida mejor”, señaló Reyes.

Reyes cursaba cuarto año de su carrera. Su graduación estaba a la vuelta de la esquina, le faltaba un año para coronar sus estudios, pero fue expulsado de la universidad, sin haber recibido ninguna notificación. Dos años después, Reyes todavía se pregunta si haberse exiliado en Miami fue realmente la mejor idea.

“El exilio es duro, no desde el punto de vista de todas las adversidades, sino de mis amigos cercanos que están en otros países que no tienen las mismas facilidades que he tenido y yo, y es muy frustrante no poder ayudarles”, dice el joven universitario.

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La Rebelión de Abril

Nicaragua se vio sacudida por una ola de protestas a las que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo respondieron con violencia resultando 328 personas asesinadas a manos de policías y parapolicías en todo el territorio nacional. Las manifestaciones, comenzaron cuando, el 16 de abril de 2018, se aprobó un decreto que incrementaba la cuota patronal y de los trabajadores en el Seguro Social.

El decreto, además imponía un impuesto a los pensionados, con el objetivo de reforzar el déficit económico que arrastra el sistema de Seguro Social. Hecho por el que ellos salieron a protestar, resultando agredidos por los grupos de choque del régimen.

Los jóvenes universitarios fueron los primeros que, sin pensarla, dejaron sus aulas de clases y salieron a protestar en dos puntos claves de la capital: la Universidad Centroamericana (UCA) y Camino de Oriente en Managua, donde fueron reprimidos por la juventud sandinista. Ese día al menos cinco personas resultaron lesionadas de gravedad, entre ellos un periodista y una activista de los derechos humanos.

“Yo estuve en los tranques en mi departamento y me involucré en la lucha porque sabíamos que teníamos que hacer algo a nivel nacional (…) Tuvimos mucha represalia de la policía y los paramilitares que era constante”, recuerda Reyes.

Desde las trincheras

En otra trinchera de lucha, las cosas no eran distintas. En el día, las horas transcurrían en relativa calma, pero al llegar la noche la situación se tornaba violenta por los frecuentes ataques de la policía y paramilitares, confesó otro joven, un estudiante activo de la UNAN-Managua que por temor a represalias lo identificaremos como “Pochote”.

“Por la mañana era tranquilo, trabajos como acomodar el producto que nos llevaban, hacer mejor las barricadas, a veces reíamos sabiendo que en cualquier momento podías morir (…) Era un terror  saber que nosotros con tubos y morteros estábamos listos para la que fuera y del otro lado hombres con AK47 dispuestos a robarnos nuestra primavera”, señaló “Pochote”.

Cuando la crisis estalló en el país, “Pochote” dividía su tiempo entre los estudios de comunicación y el trabajo que realizaba en una radio local, donde tenía planes de firmar varios contratos de publicidad, el mismo lugar donde se le prohibió hacer comentarios sobre la situación que atravesaba el país. Para ese entonces, pensó que no era el momento de unirse a la lucha, pero en los primeros días de protesta, una noticia le hizo cambiar de idea.

“Influye que a un amigo mío lo hayan baleado en la Upoli, pero creo que también  me impulsaron las historias de mis tíos que me decían que el amor a tu nación es lo mejor que podes tener y que si morís por ella, sos inmortal”, recuerda este joven de 23 años que apoyó desde la trinchera que se levantó en el Instituto Politécnico de la Salud “Luis Felipe Moncada” (Polisal) de la UNAN-Managua.

En esos días, lo difícil era pensar en su mamá, siempre le hablaba y le pedía que se cuidara, que lo esperaba con los “brazos abiertos” a lo que él siempre respondía que “era el amor de mi vida”.

“Mi mente me decía, ándate para la casa, abraza a la vieja, pero mi corazón me decía, que tenía que estar ahí, que los que estaban ahí eran mis nuevos hermanos y que ellos estaban listos para morir por Nicaragua, y yo también tenía que hacerlo”, recuerda.

Un poco antes del 13 de julio, el día que el régimen orteguista atacó sin piedad la UNAN-Managua y la iglesia Divina Misericordia, “Pochote” se había regresado a su hogar. “Me retiré unas semanas antes, mi mamá estaba bastante enferma y quería evitar darle un susto”, señala este joven que a diferencia de otros logró nuevamente retomar sus estudios universitarios, pero no de comunicación.

“Pochote” volvió como estudiante activo a la UNAN-Managua, pero atrás quedó su anhelo de convertirse en un gran hombre de radio. Actualmente estudia Mercadotecnia y divide su tiempo entre la vida estudiantil y la laboral.

«Pase dos años casi inactivos, de hecho mi último día como estudiante de comunicación fue el mero 18 de abril (…) Decidí regresar a la UNAN, tengo un romanticismo con ella, pero no con sus autoridades, y si me preguntas si volvería a unirme y atrincherarme, lo haría aunque muerto de miedo, pero lo haría», dice «Pochote».

«Pochote» retomó sus estudios toda su vida cambió por completo. “No hago lo que me gusta, estoy trabajando en el mercado, es un trabajo honrado, pero antes de abril iba a firmar unos contratos de publicidad con la radio, mis mejores amigos están en Costa Rica, mi novia se fue a Madrid,  bueno ya es mi ex (novia) pero sí ha sido duro,  pero si me lo preguntas lo volvería hacer todo de nuevo”, reitera.

Las protestas del 18 y 19 de abril de 2018 en la Universidad Centroamericana (UCA), la Universidad Agraria (UNA), la Universidad Politécnica (Upoli), la Universidad de Ingeniería (UNI), y a la que luego se sumaría la UNAN-Managua, fueron lideradas principalmente por jóvenes, muchos guardaban un descontento de años contra el gobierno.

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«Manuel» es otro estudiante que estuvo en los puntos claves de las protestas, pero estaba dedicado a atender a los heridos, pues tenía conocimientos de primeros auxilios. Para ese entonces, estudiaba la carrera de Derecho en la UNAN-Managua.

Durante los meses más violentos de la crisis, en un puesto médico que se ubicó en la Catedral de Managua, “Manuel” pudo ver a muchos de sus compañeros de clases que estaban “heridos”.

“Yo me involucré tanto en la lucha que no me importaba si me reconocían o no, yo andaba ayudando a los heridos, luego escuché que me andaban en la mira”,  agrega “Manuel”, quien volvió a la misma universidad que conspiró con el régimen para expulsar a muchos de los estudiantes que se unieron a esta lucha y desaparecer su récord académico.

A finales de 2018, “Manuel” volvió a pisar los pasillos de la UNAN-Managua para retomar sus estudios en septiembre de ese año, pero los abandonó inmediatamente por temor, cuando se dio cuenta que lo estaban siguiendo dentro del recinto.

El ambiente no era el mismo, muchos de sus compañeros ya no estaban, y dentro de la universidad andaban paramilitares tratando de ubicar a jóvenes que se involucraron en las protestas. “Una señora de un cyber fue la que me advirtió, me habló entre dientes y me dijo, mirá te andan siguiendo”, recuerda “Manuel”, quien se gana la vida como comerciante en un mercado capitalino.

Pero en persistencia de ser abogado, con ayuda de una docente, logra reinsertarse nuevamente a la carrera. “Manuel”, sabe que nada es lo mismo, incluso entre los docentes que ahora  más claramente demuestran su ideología partidaria.

“Hasta la fecha hay profesores que se ponen a hablar del gobierno, hay un profesor que dijo: sí, Daniel Ortega, es un dictador, porque dicta escuelas, dicta carreteras, dicta hospitales (…) Son profesores aliados del gobierno, dentro de la UNAN los azul y blanco guardamos silencio, pero entre nosotros sabemos quiénes somos aunque estemos en diferentes años y diferentes turnos”, puntualiza “Manuel”.

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El riesgo del fanatismo

Esta teoría del fanatismo abierto de los docentes es confirmada por “Norman”, un maestro universitario a quien aplicaron el artículo 45 del Código del Trabajo, que realmente es “inaplicable” para instituciones de educación superior, porque las universidades tienen su propio reglamento interno y sus convenios colectivos, para correrlo de la UNAN, debido a su postura crítica.

“Muchos docentes de la UNAN Managua eran abiertamente partidarios, en sus clases siempre defendieron al FSLN y trataron de convencer a los estudiantes para que aceptaran todo lo que mandaba el partido, a raíz de los acontecimientos de abril de 2018 esos docentes se volvieron más fanáticos y hasta amenazaron a los que no pensaban igual al gobierno”, recuerda el docente que habló con La Lupa.

Para ese entonces, los recintos que siempre fueron controlados por el partido de gobierno, principalmente la UNAN, se convirtieron en símbolo de la resistencia contra el régimen. “Norman” es un profesor que laboró en la UNAN-Managua durante 18 años, apenas se graduó logró quedarse como «profesor horario» por su excelente registro académico, por lo que puede hablar del antes y el después del 18 de abril.

Las universidades públicas, y sobre todo la UNAN, siempre estuvieron controladas por el partido Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), “incluso cuando este era oposición”, recuerda «Norman».

“Muchos docentes fueron colocados en puestos claves de la universidad, después de la derrota electoral del FSLN en los 90, estos venían de instituciones como la seguridad del Estado o el Ejército, de tal manera que todas las actividades dentro de la institución era manejada directamente por el partido, pero había cierta libertad, muchos docentes no eran sandinistas y otros eran abiertamente críticos, pero no hubo represalias”, recuerda.

La Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN), los sindicatos de docentes y trabajadores, asegura “Norman”, eran abiertamente partidarios y defendían los intereses del partido de gobierno dentro de la universidad, pero a partir de la rebelión cívica fueron más radicales.

“A partir de la rebelión de abril de 2018 la universidad se radicalizó a favor de la familia Ortega-Murillo y despidió a docentes y trabajadores que no estaban a favor de la represión, también fueron expulsados decenas de estudiantes que participaron de las protestas a quienes además se les eliminaron sus historiales académicos. Los recintos se militarizaron y no le permite el ingreso a ninguna de las personas que las autoridades consideren opositor al gobierno”, señaló el académico.

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Un futuro incierto

El 18 de abril, los estudiantes se levantaron con la esperanza de cambiar la dirección que llevaba el país, pero dos años después tienen muy poca esperanza de que haya un cambio real.

“Con un futuro muy oscuro, a mí me entristece porque los jóvenes éramos las caras de quiénes exigían democracia y libertad de Nicaragua, y pasamos a ver a ese montón de viejos gordos y millonarios del Cosep que han sido cómplices y frustra mucho por los muertos, las personas torturadas, los exiliados”, dice Reyes.

“Pochote” trae a recuerdo la frase libertadora que utilizaba Neomar Lander, un joven símbolo en la lucha venezolana que fue asesinado a manos de la guardia de ese país.

“A mí me ordena la razón, a ti te ordena un coronel. Si nuestra lucha es de cartón, la de ustedes es de papel”, comparte “Pochote”.

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