En otras oportunidades nos hemos referido a este mismo tema, pero es de tal importancia que debemos machacarlo, cada vez que podamos. Estamos hablando de las remesas familiares y del papel que cumplen los nicaragüenses en el exterior.

Y por allí debemos comenzar. En tiempos recientes, en algunos ambientes se habla de la diáspora nicaragüense. Nosotros insistimos en la conveniencia de no utilizar esa expresión. Para nosotros debemos hablar de nicaragüenses en el exterior, por razones políticas, por razones sociales, por razones jurídicas y por razones culturales.

Naturalmente, cada quién puede utilizar la expresión que prefiera. Para nosotros, debemos utilizar la expresión nicaragüenses en el exterior y no diáspora.

Pues bien, resulta que el Banco Central publicó las cifras de las remesas correspondientes al primer semestre del año en curso. Según esa institución, al 30 de junio habían ingresado al país, por canales oficiales, 800 millones de dólares, en números redondos. Esto significa que, al finalizar el año, como mínimo, las remesas serán de 1600 millones de dólares.

Para que tengamos una idea de la significación de esta cifra, vamos a hacer algunas comparaciones.

Comencemos por la producción nacional. Las remesas superan el 12% del Producto Interno bruto. ¿Qué significa esto? Es como si dijéramos que de cada 1000 dólares que produce el país en frijoles, café, carne y demás bienes y servicios, lo que aportan los nicaragüenses en el exterior equivale a 120 dólares. Esto es una simplificación, la utilizamos para que nos demos una idea. De cada mil dólares que se producen en Nicaragua, el trabajo de los nicaragüenses en el exterior equivale a 120 dólares, canalizado por la vía de las remesas.

Si lo comparamos con las exportaciones del 2018, que fueron un poco más de 2500 millones de dólares, las remesas equivalen más del 60 por ciento del total de los ingresos por exportaciones.

Si lo comparamos con el total de ingresos por impuestos que el gobierno proyectó recibir en el presupuesto del 2019, equivalen al 80 por ciento.

Y así podríamos seguir. Con lo que aportan las remesas, se podría financiar casi por cuatro años el presupuesto de educación pública.

Pero el impacto de las remesas debemos analizarlo en una perspectiva más amplia. Las remesas contribuyen a evitar que se produzca una mayor caída de la economía. Con el desempleo, uno de los rubros que más se ha desplomado es el consumo de las familias. Como no hay trabajo, no hay ingresos, cae el comercio y caen las actividades económicas. Y ya sabemos que la mayor parte de las remesas están destinadas al gasto de las familias receptoras. Para comida, ropa, para los gastos del hogar, para la educación, para medicinas.

Por otra parte, como son dólares contantes y sonantes también contribuyen a la estabilidad de la moneda, a la estabilidad bancaria y a las reservas internacionales del Banco Central.

Sin embargo, la principal contribución es al alivio de la pobreza. Está demostrado, tanto por el Banco Mundial como por FIDEG, que las remesas familiares, durante el gobierno de Ortega contribuyeron más al alivio de la pobreza, que las políticas y programas clientelares de los que tanto alardearon.

Por supuesto, en la otra cara de la moneda hay costos. Se va la gente más joven, con más iniciativa, más aventada y con mayores niveles de educación. Queda también el costo de hogares desintegrados. Y todos los sufrimientos que genera el abandono del terruño.

Nos corresponde pues reconocer y agradecer el trabajo y el sacrificio de nuestros compatriotas residentes en el exterior.

En cuanto al origen de las remesas, los nicaragüenses que trabajan en Estados Unidos son los que más aportan. En el 2018 enviaron 825 millones de dólares.

En el caso de Costa Rica, en el 2018 fueron 300 millones de dólares. En realidad, el monto de las remesas provenientes de nuestro vecino del sur es todavía más, porque a la par de los canales formales, las remesas transitan por veredas en los bolsillos de los migrantes temporales y de sus familiares. Y también en una corriente incesante de encomiendas de todo tipo de artículos.

Nuestros compatriotas contribuyen a la lucha por la libertad. Aportan al crecimiento económico. Al consumo de los hogares. A que los chavalos, hijos de migrantes, tengan acceso a la educación, vestuario y vivienda. A la estabilidad de la moneda, al control de la inflación, al presupuesto del Estado. A mitigar el sufrimiento de las familias. Lo menos que podemos hacer es reconocer y valorar su sacrificio. Podemos comenzar por fijar el Día Nacional del Migrante Nicaragüense, que podía ser el día en que Rubén Darío, nuestro migrante universal, salió de Nicaragua para llenarnos de gloria.

Y en la nueva Nicaragua que vamos a construir estamos obligados a asegurar a los nicaragüenses en el exterior el derecho a votar en unas elecciones democráticas.

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La Lupa Nicaragua