“Arquitecto” sentenciado a 11 años de prisión por explotación sexual de adolescente


Julio Francisco Gutiérrez Miranda, acusado de estupro y explotación sexual en perjuicio de una adolescente de 16 años, fue condenado a 11 años de prisión, según sentencia dictada por el titular del Juzgado Cuarto de Distrito Especializado en Violencia de Managua.
El hombre de 23 años que se hace pasar por “arquitecto” deberá cumplir su condena en el Sistema Penitenciario de Tipitapa, tras ser declarado culpable de abusar durante más de dos años de la adolescente.
La condena incluye cuatro años de prisión por estupro en concurso ideal con lesiones psicológicas leves, y siete años adicionales por explotación sexual, sumando un total de once años tras las rejas. La pena —según el documento a la vista de La Lupa—, quedará extinguida provisionalmente el 29 de abril de 2036.
El caso salió a la luz el 10 de abril de 2025, cuando el padre de la víctima descubrió contenido alarmante en el teléfono de su hija. Al revisarlo antes de que ella saliera a clases, encontró conversaciones de índole sexual, fotografías íntimas y más de cincuenta videos pornográficos que la menor intercambiaba con Gutiérrez Miranda.
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“Descubrí pláticas muy vulgares, de índole sexual, pornografía, lascivas, vulgaridades demasiado gráficas”, declaró el padre ante el tribunal. Entre los mensajes había peticiones degradantes como “decime que soy tu amo”, “decime que sos mi perra” y solicitudes de que se introdujera objetos en su cuerpo.
Los hechos comenzaron en noviembre de 2022, cuando el condenado contactó a la adolescente a través de Facebook. La víctima, quien cursaba octavo grado y tenía 13 años, aceptó la solicitud de amistad tras meses de insistencia.
Gutiérrez Miranda le dijo que la había encontrado mediante una amiga común y quería conocerla.
El falso “arquitecto”, entonces de 21 años, implementó una estrategia de manipulación y comenzó escribiéndole mensajes cariñosos, diciéndole “que tenía lindos ojos” y “que le gustaba”.
La adolescente, quien sufre de hidrocefalia y ha sido sometida a múltiples cirugías, y según declaró no recibía ese tipo de halagos habitualmente, correspondió los mensajes del acusado.

“Él empezó a trabajar de esa manera a una niña que tiene 13 años”, expresó el padre en su testimonio, evidenciando cómo el condenado aprovechó la vulnerabilidad e inmadurez psíquica de la adolescente.
El acusado, primero le pidió fotografías de su vestimenta diaria, luego fotos en ropa interior, después completamente desnuda, y finalmente videos masturbándose. Para “instruirla”, le enviaba material pornográfico con tutoriales explícitos de lo que debía hacer.
Cuando la adolescente intentaba negarse, Gutiérrez Miranda solo la amenazaba diciéndole que publicaría sus fotos y videos en Telegram, una red social donde supuestamente ya había exhibido a otras víctimas. La adolescente declaró que conocía a una amiga que efectivamente había sido expuesta por el acusado en esa plataforma.
“Me estuvo amenazando y que iba encontrar la manera de ubicar a mi papás y publicarlos en esa red más pública”, relató la víctima ante el tribunal, asistida por una psicóloga del equipo interdisciplinario del Complejo Judicial.
El control del condenado se extendía a otros aspectos de la vida de la adolescente. Le exigía que dejara de ir al gimnasio “porque se iba a poner con cuerpo de hombre”, le pedía que se alisara el cabello porque con el pelo rizado se parecía “a las vagabundas que andaban en centros comerciales desnudándose”, y le exigía que se vistiera de manera más femenina.
Pero las exigencias no paraban ahí, debido a que Gutiérrez Miranda también le solicitó videos de su hermana menor, de apenas 8 años, bañándose y cambiándose de ropa, así como fotografías de su madre desnuda.
El 27 de mayo de 2024, el acusado citó a la adolescente en el centro comercial Plaza Inter, en el Distrito Uno de Managua. La menor, que entonces tenía 15 años, salió de clases alrededor del mediodía y se encontró con él en el estacionamiento externo.
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Según consta en el expediente, Gutiérrez Miranda la llevó a una zona del parqueo donde no había personas, la arrinconó contra una pared y comenzó a besarla. Aprovechando que la menor vestía su uniforme escolar con falda, introdujo su mano por debajo de la prenda y la abusó sexualmente.
“Sentí incomodidad y dolor, le dije que no siguiera y él aceptó y no siguió. Yo me fui a mi casa”, declaró la víctima. Los exámenes médicos realizados por la doctora Dunia Urbina del Instituto de Medicina Legal confirmó el abuso sexual.
Días antes del encuentro físico, el acusado le había exigido regalos para su cumpleaños el 30 de mayo. La menor, presionada y amenazada, tomó pertenencias de su padre: una gorra de New York que él usaba frecuentemente, un anillo y pulseras de cuero.
“Me dijo que en su regalo tenía que haber una gorra”, relató la víctima ante el tribunal. También le exigió dinero para tatuajes y le solicitó que comprara una tablet o un teléfono nuevo, llegando a sugerir que robara para conseguir el dinero.
Como consecuencia de estos hechos, la adolescente presenta “síntomas de reacción ansiosa depresiva producto de la vivencia” y sufre “daño a su integridad psíquica”, concluye la sentencia.
