A lo largo de la historia, las mujeres siempre han buscado organizarse para luchar contra las estructuras masculinas que las han excluido y para demandar sus derechos en una sociedad que los rechaza. En Nicaragua, la demanda colectiva de las mujeres para que sus problemáticas y sus propuestas fueran escuchadas resonó con mucho más potencia en los años 80’s, tras la Revolución sandinista.

La Asociación de Mujeres Nicaragüenses Luisa Amanda Espinoza (AMNLAE) fue la muestra de los esfuerzos de ellas para asociarse entre sí y realizar acciones comunes para defender sus vindicaciones, dice la socióloga feminista María Teresa Blandón, quien formó parte de unas de las Secretarías de la Mujer, instancia que estaba integrada al Consejo Nacional de AMNLAE.

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Y aunque pudo más la cooptación del FSLN sobre AMNLAE y los demás movimientos sociales surgidos en ese contexto, esta organización fue uno de los primeros referentes de las movilizaciones conjuntas entre mujeres a nivel nacional para luchar por sus causas, y un recordatorio de que los derechos de las mujeres jamás son una prioridad en las estructuras de poder.

“Construyendo la patria nueva hacemos la mujer nueva”

Durante la Revolución Popular Sandinista la participación de las mujeres fue altamente destacada en todas las instancias del FSLN. Sin embargo, siempre tuvieron la necesidad de que ellas pudieran discutir sobre las desigualdades de género que vivían tanto dentro del partido como en el resto de la sociedad nicaragüense.

Así que la Asociación de Mujeres ante la Problemática Nacional (AMPRONAC) creada en 1977 con el objetivo de involucrar más a las mujeres en la guerra civil contra la familia Somoza, cambió años después a la Asociación de Mujeres Nicaragüenses Luisa Amanda Espinoza (AMNLAE) que tenía por misión “promover y defender los derechos económicos, políticos y sociales de las mujeres con equidad de género”.

Con el lema “construyendo la patria nueva hacemos la mujer nueva”, las mujeres iniciaron de lleno debates acalorados que no habían sido planteados públicamente hasta ese momento por el machismo y el conservadurismo de la época.

La violencia intrafamiliar, los derechos sexuales y reproductivos, la igualdad salarial, la participación política, el ejercicio de cargos públicos, el acceso a la tierra, y entre otras desigualdades históricamente acalladas, se impusieron en el espacio público, los cabildos municipales, las cooperativas y cualquier otra instancia donde las mujeres pudieran hablar.

Afiche de AMNLAE de 1985. Foto: Centro de Investigaciones de la Comunicación (CINCO).

“Empezaron las reivindicaciones de las mujeres de todos estos temas, y también muchas propuestas para combatir esas problemáticas que salieron de los cabildos. Las mujeres presentaron sus demandas en los barrios y en las comunidades y permitió decir que las mujeres teníamos una agenda propia, no solo la agenda del partido”, relata “Sara”, feminista que presenció el proceso de evolución y caída de AMLAE y que pidió el anonimato.

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Si bien las mujeres presentaron propuestas para luchar contra las desigualdades que vivían, el partido era el que decidía qué acciones se iban a realizar y qué recursos se iban a destinar para dichas acciones. El foco en ese momento era la guerra civil que todavía continuaba en la década de los 80’s.

Sin embargo, lograron responder a algunas de sus necesidades planteadas a través de Las Casas de la Mujer, donde las mujeres podían acceder a servicios de asistencia legal, psicosocial, médicos, entre otros. Aun así, esto no era suficiente para todo lo que demandaban.

“Las mujeres tenían puntos básicos en su agenda y el partido en algunas casas dijo que no, más bien, mandó a las mujeres a que fueran a limpiar los barrios, a participar en la jornada de vacunación o a las celebraciones partidarias”, señala Sara.

Mujeres querían cambio en AMLAE, pero no fueron escuchadas

En 1988 se inició un proceso de consulta sobre la mirada que tenían las mujeres en torno a AMLAE, proceso iniciado dentro del propio Consejo Nacional de la organización. Los resultados no fueron los mejores, ya que esta instancia era cada vez más una organización de mujeres para defender los intereses del partido, que una organización de mujeres para defender sus derechos, cuenta María Teresa Blandón.

Entre las conclusiones más importante se expuso que las mujeres querían que AMNLAE fuese más beligerante en la defensa de los derechos de las mujeres, que hubiese mayor comunicación con las mujeres a nivel local y comunitario, y sobre todo, que tuviesen líderes más representativas para sus necesidades y que no dependieran de las directrices del FSLN.

Afiche de AMLAE de los años 80. Foto: Centro de Investigaciones de la Comunicación (CINCO).

A pesar de esas conclusiones contundentes, la dirección de AMNLAE estableció que democratizar la organización no era una prioridad, sino que el partido ganara las elecciones generales que estaban próximas a realizarse en 1990 y que «después» esos temas a evaluar, una cháchara que llevaban diciéndole a las mujeres desde el derrocamiento de Somoza en 1979.

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Finalmente, tras muchas asperezas y conflictos entre las mujeres que querían mayor autonomía para defender sus derechos y las mujeres que seguían apegadas al partido, muchas Casas de las Mujer se separaron de AMNLAE, entre ellas el Colectivo de Mujeres 8 de Marzo, el Colectivo de Mujeres Itza y el Colectivo de Mujeres Xochilt, todas ellas de Managua.

“Las mujeres comenzaron a cuestionarse para qué tenían una casa con unos supuestos servicios legales, unos supuestos servicios de salud y un supuesto puente con el Ministerio de Salud, si a la hora de llegada a las mujeres no las van a poder atender cuando denuncien violencia porque no son escuchadas”, señala Sara.

Tras la derrota del FSLN en las elecciones generales de 1990, las Secretarías de la Mujer y otras Casas de la Mujer se separaron, así que AMNLAE pasó prácticamente a un proceso de disolución, aunque la organización todavía existe con espacio físico y reconocimiento jurídico.

“Que las mujeres se organicen es valioso”

La cooptación del FSLN sobre AMNLAE, la imposición de líneas de trabajo y la “sobreideologización” hicieron que la organización perdiera toda su legitimidad y que se convirtiera solo en un mecanismo de propaganda del partido, indica Blandón.

Sin embargo, el que las mujeres que se hayan convocado de manera masiva para participar políticamente, conocer sus derechos y protestar frente a lo que les parecía injusto, es un aporte valioso para las mismas mujeres y el país en general, agrega.

“El gran logro de la revolución es que a pesar de ese machismo incrustado en el FSLN, en el Estado y el conservadurismo que había en la sociedad y en la familia, las mujeres logramos desafiar eso y organizarnos. Y eso con revolución o sin revolución es necesario”, dice.

“La historia nos ha dicho que si las mujeres no nos organizamos y si no tenemos nuestras propias conversaciones, los hombres no nos van a dar ese espacio y no nos van a dar voz. Por eso las mujeres nos hemos organizado todos los tiempos, para reconocernos como sujeto de derechos todos los tiempos, para formular nuestras demandas, para intervenir en la toma de decisiones”, señala.

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