“El exilio forzado es enfrentarme todos los días a una lucha constante”. “No tenía ganas de vivir”, confiesan las periodistas nicaragüenses.

Sus testimonios —recogidos en el informe Voces de mujeres periodistas desde el exilio— resumen las heridas abiertas del exilio provocado por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. 

Desde el estallido de la crisis en abril de 2018, Nicaragua ha vivido un proceso de demolición de las libertades públicas bajo el régimen orteguista. Más de 283 periodistas han tenido que abandonar el país

El informe, elaborado por Las Comadres —un espacio de articulación de los medios feministas La Lupa, Radio Vos y Agenda Propia—, recopila las historias de 45 mujeres comunicadoras que están en el exilio, principalmente en Centroamérica, Europa y Estados Unidos. 

“Las mujeres periodistas enfrentamos riesgos y violencias específicas que no siempre compartimos con nuestros colegas hombres”, explica Maryórit Guevara, periodista exiliada, directora de La Lupa.

¿Dónde viven las periodistas exiliadas?

El 31.1% vive en Costa Rica, otro 31.1% en Estados Unidos y el 22.2% en España. El resto vive en Guatemala (2.2%), El Salvador (2.2%) y Holanda (2.2%). 

Pero no todas llegaron por rutas seguras: un 36.6% de las mujeres periodistas tuvo que exiliarse por vías irregulares, lo que “evidencia los riesgos a los que muchas comunicadoras se enfrentan, incluyendo pasos fronterizos inseguros”. “Sin documento para poder viajar afecta emocionalmente”, subraya otro de los testimonios.

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“A nivel personal, muchas han vivido procesos dolorosos de separación familiar, pérdida del hogar, duelos por la ruptura con su cotidianidad, desarraigo, y afectaciones emocionales como ansiedad, miedo constante, culpa, insomnio o depresión. Algunas se exiliaron solas; otras lo hicieron con hijas e hijos a cargo, enfrentando la doble carga de sobrevivir y cuidar en contextos hostiles”, destaca el informe. 

Además, 31 de estas mujeres ya se han trasladado a un tercer país, una muestra del exilio como proceso continuo en “busca de mejores condiciones de vida, seguridad o regularización”. 

Burocracia, xenofobia y precariedad

Las mujeres periodistas nicaragüenses en el exilio enfrentan procesos migratorios complejos y profundamente desgastantes. 

A los largos y burocráticos trámites de asilo se suma el hecho de tener el pasaporte vencido sin posibilidad de renovación, obstáculos para obtener permisos laborales o carnet de refugio, e incluso estafas durante los procesos de regularización. “Sin documento para poder viajar afecta emocionalmente”, señala otra de las entrevistadas. 

También encuentran enormes dificultades para reinsertarse profesionalmente en el periodismo. La “degradación laboral” es frecuente. “Ejercen trabajos informales o de baja remuneración, xenofobia y desconfianza en espacios laborales o bancarios, títulos no homologados, lo que impide validar experiencia profesional”, advierte el estudio.

“Hacer múltiples tareas por el mismo salario”. «Me tocó dejar todo mi proyecto de vida».  «No somos nada sin un título homologado”, refieren las periodistas. 

Pocas ejercen como periodistas  

Aunque las 45 entrevistadas tienen algún tipo de empleo, solo 16 siguen ejerciendo como periodistas; 15 trabajan en áreas relacionadas con la comunicación social, mientras que 12 se desempeñan en sectores informales y feminizados —como limpieza o cuidados—, y 2 están estudiando.  

Este desplazamiento laboral supone una pérdida de capital intelectual, pero también una carga emocional profunda.

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La mayoría de las periodistas encuestadas —un 64,4%, es decir, 29 mujeres— se exilió sola, una situación que incrementa su “vulnerabilidad emocional y económica». Solo 10 de ellas lograron salir acompañadas por sus hijas e hijos, lo que implica asumir “responsabilidades y puede afectar su reintegración profesional y bienestar”. 

Entre quienes son madres, el promedio es de dos hijos por mujer, lo que refleja una realidad marcada por dobles o incluso triples jornadas de “trabajo, crianza, (y) sobrevivencia en el exilio”. 

El informe también documenta el impacto psicológico del exilio: ansiedad, depresión, insomnio y una sensación constante de desarraigo. “Vivimos limitadas”, dice una. Otra asegura: “Mi mamá vive sola”.

“Estos datos nos llaman a buscar con urgencia medidas para no perder a estas periodistas porque cuando los periodistas se exilian y abandonan la profesión un país pierde mucho más que sus voces individuales: pierde parte de su democracia, de su memoria, y de su capacidad de transformación social”, afirma Argentina Oliva, periodista exiliada, directora de Radio Vos.

Pese a ello, muchas desde la resistencia proponen iniciar procesos de formación y crear estrategias de autocuidado y cuidado colectivo, como respuesta a la precariedad, la sobrecarga emocional y el desgaste que implica informar desde el exilio.

Las Comadres lograron mapear a 78 mujeres periodistas nicaragüenses exiliadas y desterradas residiendo en diferentes partes del mundo, pero que, por temor a las represalias contras sus familiares en Nicaragua, más de la mitad se abstuvo de participar.

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La Lupa Nicaragua