Milena Pérez: «A mí nadie me va a decir que no me puedo casar»

Milena Pérez es una psicóloga salvadoreña especializada en el trabajo con personas sordas, cuya labor ha sido fundamental en la promoción de la salud mental y la inclusión de esta comunidad en El Salvador.
Está casada, su matrimonio celebrado en Costa Rica, le ha proporcionado algún tipo de “seguridad jurídica” en El Salvador, donde vive, y aún no se reconoce legalmente el matrimonio entre personas del mismo sexo. Aunque siente que es “frustrante” que solo un país en Centroamérica reconozca el matrimonio igualitario.
Milena es una de las 15 voces de las disidencias sexuales y de género narradas en primera persona en el libro “Ser y transformar, historias de lucha, orgullo y cambio” y en esta entrevista con La Lupa comparte su experiencia desde el día que al nacer dijeron: «es mujercita».
En tu texto mencionas que el día que naciste te sentenciaron y dijeron: ‘es mujercita’. ¿Qué implica para vos haber sido “asignada mujer” y cómo fuiste resignificando eso con el tiempo?
Hay un esquema social del ser mujer, y luego esta también lo que para mi familia es ser mujer. Entonces, para mí esa sentencia fue, obviamente, y creo que como la mayoría a partir de mis genitales.
Al tener los genitales que tenía, yo tenía, incluso, que alimentarme de cierta forma para no engordar, usar ciertos colores de ropa, usar el pelo de cierta forma, sentarme de cierta forma, jugar de cierta otra y cuidarme, porque siempre iba a estar en desventaja. Entonces, digamos que eso fue para mi familia.
Y, por ejemplo, una de las cosas bien marcadas era el miedo, desde que supieron que yo iba a ser niña, de salir embarazada joven tal cual como mi bisabuela, mi abuela y mi mamá.
Entonces, para ella fue como la sentencia de lo que yo debía hacer, lo que debía actuar y lo que debía evitar, por así decir.
¿Qué significa hoy para vos ser mujer, más allá de lo que te enseñaron que debías ser?
Al final, para mí es un constructo social, porque no lo va a definir una sola cosa, y de ahí, aunque sea muy hegemónico y capitalista, como la Barbie, lo que vos queras ser. Es algo que la categoría mujer, es algo que los seres humanos hemos construido. Entonces, creo que cada quien se puede apropiar de esa categoría y vivirla a su modo.
En mi caso, yo vivo como mujer. A veces ni siquiera sé cómo explicarlo. Me dieron esa categoría y, por dicha, me siento cómoda con esa categoría, pero cualquier lista de reglas, me la sé de memoria, pero casi casi que las rompo todas.
Es lo que ahora en día con ese concepto con el cual me identifico, al menos para nombrarme. Pero, por lo demás sí, hay días que puedo parecer más femenina o adaptarme a ese constructo, pero hay días que no. Hay días que sigo siendo mujer, pero puedo andar -entre comillas- ropa de hombre, hacer cosas -entre comillas- de hombre.
Entonces es eso, ser lo que yo quiero, apropiarme de este término mujer y poder moverme en el mundo de la manera que yo me pueda sentir más cómoda.
¿Cuáles fueron las etiquetas que más te costó soltar o cuestionar a partir de esos roles o estereotipos que impone la sociedad como “ser mujer es ser delicada”, “una buena mujer debe obedecer”, “una mujer no debe enojarse”, entre otros?
Quizás lo que más me costó soltar fue el tema de lo estético. Todas las otras cosas como, por ejemplo, jugar fútbol o sentarme de cierta manera y ya en mi adultez; tomar cierta cerveza, decir malas palabras, la gente a mi alrededor era como que lo alababan porque yo estaba más cerca de las cosas que los hombres sí pueden hacer, pero seguía luciendo bastante hegemónica: pelo super largo, camisa de colores y así, o sea, entonces seguía luciendo como bien hegemónica.
Así me sentía más segura, más segura al menos de los juicios, porque cuando ando así y luzco bien hegemónica, no me siento segura del acoso, sobre todo en callejero.
Ahorita ando el pelo bien corto… ahorita estoy yendo a donde trabajo que es una institución educativa, con pañoleta, porque trabajo con niñez, entonces ahorita –este día– por diversas cosas no ando con la fuerza de explicarle a los niños el ‘por qué te cortaste el pelo’. Recuerdo que una niña una vez me preguntó, ‘¿y usted es niño o niña?’.
Pero, por ejemplo, con mis pacientes, me pongo los aritos (aretes) para como lo más hegemónico porque, a veces, la gente juzga por la portada, pero en general lo estético siempre ha sido de si voy a lugares más suis, hetero, trato de ir en vestido o con aritos o con alguna camisa que me talle más para perfomar y tener entrada, ya cuando tengo entrada digo ahora sí me van a conocer.
¿Lo que describes es parte de lo que vos querés ser y no de lo que la sociedad te está imponiendo?
Sí, sobre todo porque a mí me satisface mucho tener yo la decisión de este día sí quiero lidiar con esto, este día no quiero lidiar. Eso me da más calma y el hecho de poder decidir. Claro, que en un mundo ideal pues no debería de tener que decidir, o sea, de tener dos o más opciones, pero finalmente sí pasa por una decisión mía.
Hace años, yo recuerdo ocultar mi orientación sexual. Yo estoy casada con una mujer, nos casamos en Costa Rica y antes se lo hubiese ocultado a mis estudiantes, pero ahora si me preguntas digo, sí mi esposa.
Tengo estudiantes adultos y enseñamos lengua de señas con profes sordos y de repente cuando vamos a ver una familia en lengua de señas, hacemos un árbol genealógico y es un árbol diverso y la gente se asusta, y ha habido gente que ha dejado de asistir a la academia y todo, pero es algo que ya no me importa, es más una decisión.
¿Sentiste que saliste del closet cuando empezaste a decir que estabas casada con una mujer?
Sí, pero solo en el ámbito profesional, porque en el ámbito familiar y de amistades nunca estuve en el closet.
Fue difícil para mi familia aceptarlo, pero la relación ha seguido igual o mejor. Con mis amigos y amigas cuando les presenté mi primera pareja mujer, yo siempre había dicho que era bisexual y siempre había andado con hombres, o sea, me hicieron las mismas preguntas que me hicieron cuando le presenté a mi ex novio.
Me hicieron las mismas preguntas que me hicieron cuando les presenté a mi exnovio, y algunos eran como ‘solo vos no lo sabías’.
Pero, en el ámbito profesional sí de unos años para acá he sentido esta libertad, pero eso tiene mucho que ver con el hecho de que también he tenido cierta estabilidad económica y he trabajado más con ONGs, dando talleres y así.
Y, entonces, eso me permite poner entre comillas en riesgo cualquier oportunidad laboral porque tengo una estabilidad. Como tengo esa estabilidad económica me da el permiso, por decirlo así, de salir del closet en el área profesional, pero sí ahora me siento con más libertad, pero fue primero una estabilidad financiera para poder optar esa libertad.
¿Vos te definis como una mujer lesbiana?
Fíjate que me defino como una mujer bisexual, porque pues he estado con hombres nunca fui incómodo para mí. Luego de que empecé con una mujer, pues ya nunca he vuelto a relacionarme sexo afectivamente con hombres, pero pues nunca me incomodó, nunca fue difícil, nunca estuve diciendo, ‘ay, y si fuera con una mujer’. No, solo nunca me había dado el chance y ya.
Realmente, creo que me abarca más la pansexualidad, entonces, toda la vida estoy como en ese discurso interno. Somos una pareja monogámica con mi esposa, entonces, no es que vaya a explorar o algo, pero no me gusta encasillarme en algo sobre todo con mi orientación sexual, claro con mi identidad de género, sí mujer, okay.
¿Cómo fue el matrimonio en Costa Rica y qué pensas que sea el único país en Centroamérica que permite el matrimonio igualitario?
Nosotras nos casamos hace cuatro años. Creo que para nosotras fue un acto bastante político sobre todo porque justamente se ve en esos otros países una gran restricción, ahora la persecución también, y una negación de nuestros derechos.
A mí nadie me va a decir que no me puedo casar y que no puedo validar a través de un papel la relación que tengo con mi esposa.
En el tiempo que nos casamos, en esos años, el contexto político empezaba a ponerse fuerte en El Salvador y quieras o no siempre estamos pensando en la expectativa de que si esto se pone peor, si en algún momento nos toca salir del país, queremos una seguridad jurídica y si tenemos alguna medida de protección, pues es más fácil porque hay un papel que valida que somos familia.
En temas de salud si hay que tomar decisiones por sobre la salud de la otra hay un papel que nos válida. Aquí en El Salvador me permitió que en el seguro del banco ella quedara como beneficiaria, fue complejo, pero fue más fácil que me creyeran porque había un papel aunque no fuera de aquí, pero que demostrara que sí teníamos un vínculo y que no se lo quería dejar a cualquier amiga.
Para nosotros fue un posicionamiento bien político, pero también una especie de seguridad jurídica.
Representa para mí un gran atraso que solamente en Costa Rica haya esa apertura porque la gente, por ejemplo, no se lo toma en serio en otros países, o cualquier otra seguridad jurídica en el resto de Centroamérica. Entonces, sí es un poco frustrante que no tengamos la capacidad para decir: Sí, me quiero casar. No, no me quiero casar.
¿Qué significa para vos la sororidad en tu vida cotidiana con otras mujeres?
Es bien paradójico, porque yo en mi juventud, en mi adolescencia incluso, como te comentaba, como se me exaltaba todas estas, entre comillas, cualidades masculinas para mí era fácil de expresar. Yo decía que no entraba en esta competencia patriarcal de quién era más bonita, quién se maquillaba mejor, pero sí entraba en la competencia de yo sí tomo cerveza y vos no, yo sí digo malas palabras y vos no. Y a mí no me gusta ser amiga de las mujeres.
Y entonces, cuando yo empiezo a tener como todo mi proceso de construcción y así de unos años para acá, mi relación es casi que con mujeres solamente. Sí me relaciono con hombres, pero la mayoría de esas decido y prefiero relacionarme con mujeres. Pero, hay una frase que a mí me gusta un montón y es que el amor no quita conocimiento.
Yo puedo amar mucho a las mujeres, pero si una mujer me hace daño, o sea, ese amor no me va a quitar el conocimiento de que esta persona está actuando mal o no es adecuado lo que está haciendo o me está violentando a mí. Y entonces, no le debo ni un acto congruente de amor si esta persona me está violentando. Eso para mí es algo que tiene que marcar mucho la sororidad y el apoyo entre mujeres que el amor no quita conocimiento.