Valentina (a como le llamaremos por seguridad), es una de las últimas periodistas nicaragüense que ha sido “obligada a exiliarse por la extrema represión» que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha ejercido contra los medios de comunicación y periodistas de Nicaragua.

El 19 abril de 2018 marcó un antes y un después en la vida de esta profesional en  comunicación social. Con el estallido de la rebelión de abril inició del hostigamiento, persecución, amenazas de muerte para ella y su familia. Amenazas de quemarle la casa, perseguirla cuando daba cobertura a los casos, mensajes por las redes sociales fueron parte de las acciones que arremetieron en su contra.

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«Eramos un buen poder los medios de comunicación en Nicaragua, pero se vino coartando, fracturando para el 2018. Siento que pude hacer un buen periodismo, de 2018 a 2022 considero me convertí en más fuerte porque las circunstancias me lo pidieron, yo quise flaquear y me sentí frustrada pero no podía quedarme de brazos cruzados. Empezamos a trabajar de una manera más delicada, más peligrosa donde expones más tu vida, la de tu familia y sin embargo la gente demanda esa capacidad que tenés vos para poder informar y lo hice con tanta satisfacción y es lo que me queda hoy en día», reflexiona.

Por cuatro años desafió la censura que el régimen impone, pero la presión llegó al punto que existía una orden judicial en su contra, lo cual fue alertada y se vió obligada a abandonar el país.

Yo le decía a mi mamá que no me iba a ir, tenía mucho valor. Nunca pensé dejar mí país. Pero cuando te llega una orden judicial, te dan seguimiento, un oficial de la policía en mi casa pasaba casi 24 horas en una motocicleta, tomando fotos y siguiéndome a donde iba, ahí ya no tenía paz, hasta mis hijos estaban traumados, salir es la única opción.», relata Valentina. 

Esas acciones de hostigamiento a las que fue sometida fueron denunciadas, pero nunca hubo acciones de parte de ninguna institución para resguardarle, pese a esa realidad que vivía, sigue informando más desde el ámbito social que es donde se desarrolló más tiempo.

“Considero que sí me viene otra oportunidad como la que tenía en Nicaragua la voy a seguir haciendo. Es algo que nace en mí como una vocación de servicio para la ciudadanía, sin embargo de 2018 a 2022 fueron cuatro años que pude resistir y lo digo con una gran satisfacción fui una de las periodistas casi de última de poder salir, fue algo muy duro para mí. Nunca pensé. Yo siempre me resistí y yo cada día renovaba fuerzas, y decía yo no voy a salir de mí país porque la gente me demanda de que yo pueda informar, no es que yo vaya a solucionar los casos pero es a través de nosotros que se utiliza como un puente para que se escuche esa voz para que en realidad exige justicia en nuestro país”, admite Valentina.

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Hace más de tres meses dejó todo en Nicaragua: sus hijos, esposo, padres, mascotas, bienes y trabajo. Esa decisión fue tomada de “urgencia” y durante su salida del país, fue víctima de la represión por los funcionarios orteguistas que operan en el sistema de migración en uno de los puestos fronterizos del país, fue  sometida a una serie de interrogatorios por más de una hora.

«Me metieron a cuatro oficinas diferentes y me pusieron la canción cuando el sol salió, el comandante se queda y otras dos más. Cuando yo les pregunté:  mire ¿y me van a dejar ir?, me dicen:¿cuál es la prisa?, vas a ir al imperio a poner quejas, tenés miedo, vas huyendo y si te vas a ir ya sabes que no llevas tu cédula ya sabes que te vas a firmar un reporte donde vos te comprometes a no volver a Nicaragua por tranquera, por golpista te vas huyendo, te vas huyendo como rata, sabes que ese reporte lo vas a firmar y no tenés derecho a entrar a Nicaragua», relata Valentina.

Ante la resistencia de firmar ese  documento, saltaron las amenazas de quedar detenida, «no tuve otra opción que firmarlo porque yo no quería quedar ahí», dice entre lágrimas.

Lágrimas que le hacen un nudo en la garganta y la hacen mantener en silencio  por un momento al otro lado del teléfono durante la entrevista. Cuando recobra fuerzas para continuar dice que separarse de su familia ha sido el golpe más duro en su vida.

«A veces necesitas un abrazo y no podes dar. Hay fechas importantes y querés estar ahí y no podés. Aunque a mi mamá la vea a través de una pantalla y a los niños también, quisiera tenerlos de frente y abrazarlos,  para mí son todo, porque yo combiné bastante el trabajo con mi familia. Los momentos más importantes nunca me los perdía, siempre estaba en la vida de ellos y a veces les pregunto a los niños qué se siente estar sin mí en el hogar, y a veces siento le hago preguntas duras y ellos me dicen: la casa está vacía sin vos. Te podés imaginar que uno extraña hasta los animalitos», expresa Valentina entre lágrimas.

Ese vacio que existe en su casa se revela en que cuidaba a siete perritos y tres de ellos se murieron en este tiempo que ella no está, uno de sus hijos se rehúsa ir a la escuela y al ver cualquier motorizado o patrulla policial entra en estado de nerviosismo, además que a diario le pregunta a ella de ¿cuándo volverán a estar juntos?.

El precio de ejercer su profesión es muy grande y eso nunca lo imaginó vivir, pero a la vez reflexiona y dice que todo esto le ha hecho una mujer más fuerte y determinante. En su corazón guarda la esperanza de regresar a Nicaragua y retomar sus sendas de maestra de universidad donde sus alumnos puedan ejercer la profesión en un Estado de derecho, en formar un medio de comunicación donde se pueda publicar las demandas de la población, fiscalización de los poderes del Estado sin que eso represente ser acusado de golpista.

Mientras llega eso, en el nuevo país del viejo continente donde se marchó está empezando de cero, sin horizontes, ni metas claras por la forma cómo ocurrieron las cosas. Advierte que trabajará para mantener su legado de que siempre ha estado del lado de la verdad y que nunca cedió a traicionar los principios de un buen periodista que es la búsqueda de la verdad y justicia.

Ahora desde el exilio continua informando, enfrentando nuevos retos y en espera de una oportunidad o espacio para ejercer su profesión, mientras tanto alimenta su fortaleza y confía en que Nicaragua tendrá un nuevo comienzo donde espera «poder ser parte de ese renacer».

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