El pasado seis de enero, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, mediante el Decreto 30-2020 publicado en La Gaceta, estableció el 19 de abril como el Día Nacional del Deportista Nicaragüense en honor al tricampeón mundial Alexis Argüello.
El decreto ordena que «durante el mes de abril de cada año y especialmente el día 19 de este mes, las entidades deportivas, los centros de enseñanzas y las alcaldías municipales efectuarán actividades deportivas en homenaje a los deportistas nicaragüenses».
La fecha – 19 de abril – desde 2018 es icónica para Nicaragua, pues fue el día que la población empezó a ser asesinada durante la protesta ante una reforma al Seguro Social que devino en una repuesta violenta por parte del Estado, dejando un apróximado de 328 asesinados, aún sin justicia, así como lisiados, presos políticos y exiliados. Para muchos opositores la escogencia de ese día por parte del régimen de Ortega no fue casualidad y es un intento de borrar de la memoria la Rebelión de Abril.
La historiadora e investigadora, Margarita Vannini con maestría en Estudios Culturales, fundadora del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA) de la Universidad Centroamericana (UCA) que en 2019 fue condecorada por el gobierno de Francia con la Orden en las Artes y las Letras en Grado Oficial, investiga la construcción de memoria en Nicaragua y el papel en la rebelión ciudadana que estalló en abril de 2018.
En su reciente investigación Política y Memoria en Nicaragua, Vannini expone que el gobierno actual (que se autodenomina sandinista y socialista), resignifica símbolos del pasado vacíos de su contenido histórico. Es decir, que «en nombre del amor, el trabajo y la paz, el partido gobernante despolitiza la celebración del 19 de julio y desaparece del discurso la violencia, la guerra, la dictadura y el autoritarismo», según detalla el escrito. En esta entrevista, Vannini expone que esto también estaría intentando aplicarse para aplastar de la memoria colectiva los hechos que ocurrieron a partir de abril de 2018… ¿pero cómo?
¿Qué es la memoria y por qué es importante?
Todos los pueblos tienen memoria. Cuando hablamos de memoria nos estamos refiriendo a la forma en que los pueblos, los grupos humanos, las sociedades, recuerdan el pasado, generalmente el pasado inmediato y construyen un relato sobre esos acontecimientos.
Alrededor de esos hechos del pasado, se construyen memorias. Los grupos sociales construyen memorias que pueden ser memorias compartidas, entonces van formando comunidades de memoria en la medida en que hay una coincidencia en determinados miembros que conforman un grupo, una sociedad, una congregación u organización, que las comparten y colectivamente construyen un relato de los eventos por los que han pasado.
Podemos estar hablando de grupos más reducidos, como organizaciones sociales, partidos políticos, congregaciones religiosas, grupos familiares; pero también de comunidades más grandes que pueden ser ciudades o un país entero.
¿Cómo es la memoria en Nicaragua?
En el caso de Nicaragua, en particular, cuando hablamos de memoria, nos referimos a la forma en que nosotros como sociedad nicaragüense, recordamos el pasado y lo traemos al presente.
La memoria no es un evento del pasado, no es un libro de historia que se escribió en 1915 y ahí se quedó fosilizado, muerto, inactivo, o como algo estancado; sino que la memoria es el recuerdo que nosotros, los seres vivos, tenemos de algo inmediato o no tan inmediato y cómo construímos un relato de eso que sucedió.
Entonces, por ejemplo, cuando estamos hablando de la memoria de la Revolución (Popular Sandinista), nos referimos a cómo recordamos la época de la década de los ochenta.
También podemos hacer referencia a los sucesos de abril, con la explosión social de abril de 2018, estamos hablando de un evento de enorme magnitud que impactó a la sociedad nicaragüense casi en su totalidad, porque prácticamente el país entero se movilizó y participó en la rebelión ciudadana y en el país entero se sintió después la represión con la que el régimen aplastó ese movimiento social.
Tanto sobre un pasado que no es tan inmediato, como es la Revolución Popular Sandinista; como con un pasado que es más inmediato, como es la Rebelión de Abril, los y las nicaragüenses vamos construyendo un relato de acuerdo a las memorias que tenemos de esos eventos.
Esto quiere decir que hablo de memorias en plural, porque no van a ser iguales las memorias o los relatos que construyen los estudiantes que estuvieron atrincherados en la UNAN o la UPOLI con las memorias o relatos que construyen las personas en Monimbó o en Jinotepe.
Eso nos pone frente a un recuerdo, memoria o relato múltiple, porque las memorias son diversas, no hay una sola memoria igual para todo mundo. Hay múltiples memorias que se construyen en la sociedad.
¿Por qué es importante la memoria colectiva?
Porque de esta manera construye comunidad, identidad, solidaridad alrededor de recuerdos compartidos o experiencias comunes que las relatamos y las recordamos como colectivo, grupo, sociedad, familia, estudiantes u otros grupos diversos. Eso nos da cierta identidad y cohesión, que es fundamental para motivar o estimular la acción política. La memoria no se borra con un decreto.
En Nicaragua hay una memoria que es política, que es un terreno de conflicto, porque hay muchas versiones que se viene reformulando cada vez que hablamos de los eventos.
¿Cómo valora la imposición de memorias en Nicaragua?
En Nicaragua ha sido un mecanismo recurrente en los últimos 45 años el querer imponer una memoria desde arriba o desde el estado para borrar otras memorias que circulan en el espacio público.
La memoria no se puede borrar. Dependiendo de las circunstancias o de coyunturas específicas las memorias pueden activarse y aflorar en el espacio público. Pueden estar escondidas, en reposo, invisibilizadas en los grupos humanos y en los momentos de crisis esas memorias pueden aflorar y hacer presencia en el espacio público.
Eso fue lo que vimos en abril de 2018… Lo que vimos fue una explosión social que, aunque los protagonistas fueron los jóvenes, nosotros podemos identificar cómo emergió la memoria de la revolución, la de la guerra, la del sandinismo y la del antisandinismo; es decir, las múltiples memorias que afloran en el ámbito nicaragüense.
¿Cuál es el rol del Estado en relación a la memoria?
Eso no se puede borrar, sin embargo, así como hay memorias que se resignifican, otra cosa es cuando hablamos de una memoria como política pública.
El Estado va a tratar de elaborar una memoria oficial que responde a sus propios intereses de clase de grupos y por medio de las políticas públicas y las instituciones del Estado, la va a difundir con sus mecanismos para convertirla en una memoria dominante, como la memoria única u oficial y todas las otras memorias quedan invisibilizadas, subordinadas, subalternas o subterráneas.
Las memorias que se invisibilizan son incómodas o que le estorban al Estado o a la clase política en el poder. Eso ha sucedido en Nicaragua en diversas ocasiones y por eso decimos que parece que la historia se repite. Aunque, la historia no se repite, cada momento tiene sus particularidades, tiene sus momentos, sus coyunturas y sus expresiones de memoria muy particulares.
¿Pero pareciera una constante…?
Sin embargo, hay una constante en la historia de Nicaragua en los últimos 50 años, que esa si se ha repetido cada vez: la impunidad.
Cuando las sociedades han vivido ciclos de violencia, cuando termina la crisis o guerra, o cuando se supera, es necesario hacer un relato, análisis, construcción de lo que sucedió y las causas que originaron esos conflictos. Si hubo guerra: ¿cuáles fueron las causas?
Lo que encontramos como constante es que los conflictos políticos y militares se resuelven en procesos de transición, por medio de pactos, por medio de componendas y hasta el momento, nunca se ha dado un proceso de transición en el que se utilice la justicia, se busquen a los responsables de crímenes y se haga justicia con las víctimas.
Ahí es donde se originan las memorias en conflicto, donde parten estas memorias enfrentadas con las que nosotros convivimos cada día. El discurso oficial es una memoria que se nos quiere imponer sobre abril 2018, pero también hay memoria de personas que interpretan abril de una manera y otros que la interpretan de otra forma. Unos que consideran que la represión fue la medida adecuada; y otros que demandan justicia.
Para encontrar el origen de todos estos conflictos, yo me remonto al triunfo de la Revolución Popular Sandinista, en 1979, que fue una ruptura profunda de la cotidianidad de la economía, la cultura, fue una ruptura estructural y simbólica importante, que obligó a desmantelar el Estado y reconstruir uno nuevo y un discurso de lo que había pasado.
Si vivimos un acontecimiento tan importante como una insurrección ciudadana y la guerra del 78 y 79, una vez que termina, hay que contarla, hay que escribir que pasó y construir el relato. En ese relato hay que tratar de recoger las múltiples voces de manera que se pueda construir una memoria incluyente de los diferentes sectores sociales.
No hemos tenido transiciones donde se hayan establecido Comisiones de la Verdad, donde ese relato se construya de forma inclusiva.
En el 79, con el triunfo de la Revolución, el Frente Sandinista empezó a elaborar su relato de cómo había sido la insurrección y cómo fue la vanguardia en el proceso de derrocamiento de la dictadura de los Somoza.
En el 90, se produce otro proceso de ruptura importante por medio de una derrota electoral un nuevo Gobierno asume la presidencia, se desmantela una parte del Estado y se reconstruye una nueva institucionalidad. Había que transformar el estado de socialista a un estado de economía más abierta, porque la globalización comenzaba a establecerse.
Pero estábamos saliendo de una guerra civil que duró cinco años y en la que murieron miles de personas con Nicaragüenses enfrentados en dos ejércitos y se merecía que se hiciera una reflexión de lo que había pasado, los costos de la guerra, las responsabilidades de las violaciones a los derechos humanos que durante ese período se cometieron de un lado y de otro y que se hiciera justicia a las víctimas.
En esta transición, las dos élites enfrentadas, negociaron los términos del desarme, del fin de la guerra, se repartieron instituciones y cuotas de poder.
Lo que se hizo fue un borrón y cuenta nueva, para buscar todos la reconciliación por decreto, hagamos punto y aparte, damos vuelta a la página y empezamos el relato otra vez. Eso ha sido una constante.
¿En qué consiste esa práctica?
La práctica del borrón y cuenta nueva nos deja una secuela de impunidad y de falta de asumir responsabilidades por parte de las élites políticas que deberían asumirlas y poder identificar responsables. Los responsables son los que conducen las instituciones políticas en Nicaragua. Entonces no hay justicia, se construye un discurso dominante de la memoria y sobre lo que sucedió desde el Estado.
Lo que está pasando ahorita a raíz de abril de 2018, es otra crisis profunda en la vida política y social que amerita una respuesta diferente a la represión y una salida diferente, con un proceso de transición, una investigación sobre los crímenes de lesa humanidad y que se haga justicia.
Sin embargo, el Gobierno no solamente ha negado los hechos, ha invisibilizado a las víctimas, ha negado el derecho de las madres de los que han caído desde 2018 y construye un relato totalmente diferente y ajeno a lo que es la dinámica de demanda de justicia de amplios sectores de la sociedad nicaragüense.
¿Y luego del estallido social, cómo se vislumbra la coyuntura actual?
Va a haber elecciones, se está abriendo una nueva coyuntura y la primera dama en su primer discurso de inicio de año lo que propone es hacer borrón y cuenta nueva, pasemos la página y todos en familia, en paz, en comunidad y de la mano de Dios, construyamos un nuevo futuro y un nuevo presente, claro, de cara a las elecciones…. ¿y la justicia?, ¿los asesinados?, ¿los presos políticos?
Entonces, si queremos hablar de memoria en este momento, lo que cabe es un proceso de transición; esta crisis se tiene que resolver de una manera… se tendrá que establecer una Comisión de la Verdad e igual que sucedió en otros países donde hubo dictaduras, se debe hacer cargo de todas la investigaciones correspondientes para identificar a los responsables, que se haga justicia, reparación a las víctimas y que se construya un relato.
Esta construcción de relatos, con la población, nos tiene que llevar a hacer una reflexión profunda de cuáles son las causas del autoritarismo y la violencia y ahí es donde se empieza a construir el nunca más, que no se construye a base de decretos, porque todos tenemos memorias y las raíces de la violencia y el autoritarismo.
Yo diría que los esfuerzos por borrar la memoria, van a continuar en todo este año.
Recientemente el gobierno de Daniel Ortega anunció que el 19 de abril es declarado día del deportista nicaragüense, en honor al tricampeón mundial Alexis Arguello, ¿Cuál sería su análisis ante esto?
Este también es un acto deliberado de borrar una fecha de conmemoración del inicio de la Rebelión de Abril con otro acontecimiento que desde el Gobierno se va a empezar a celebrar para tratar de borrar la memoria o la celebración que desde la sociedad civil se impulsa cada año para conmemorar la violencia.
Ese es un mecanismo de borrar la historia, que es un poco el tema de mi investigación que he estado trabajando, que es ver de qué manera, a través de diferentes mecanismos desde el poder, se intenta borrar la memoria y se trata de construir una oficial que invisibiliza, aplasta y borra una memoria que para el Gobierno es incómoda, pero que tiene que ver con la justicia y la participación ciudadana.
Este proceso de borrar se puede hacer desde el discurso que invisibilice, borre y niegue ese pasado doloroso. Se puede también borrar desde el ejecutivo o la legislación, estableciendo decretos o nuevas leyes, tratando de montar sobre esa fecha que no se quiere recordar desde el Estado, otros eventos importantes. En este caso, el decreto dice que los nicaragüenses tienen derecho a la recreación y al deporte… es decir, que es más importante el deporte que el derecho a la vida, según parece.
¿Cuál es el objetivo del Gobierno de utilizar la figura de Alexis Arguello en este decreto?
Ahí hay una doble trampa. Alexis Arguello es un deportista amado por los fanáticos del deporte, es una persona querida y nadie diría que no (se decrete) por el nombre de él. Es un personaje respetado y amado por la población de Nicaragua y la trampa está en convertir el 19 de abril en el día del deportista en conmemoración a Alexis Arguello.
Entonces, de ahora en adelante, ese día, el Gobierno va a establecer una serie de actividades con el objetivo de invisibilizar y aplastar otras conmemoraciones, como la de la rebelión.
Eso se puede hacer también en el espacio público. Yo recuerdo cuando en abril, las madres intentaron poner cruces en la rotonda Jean Paul Jennie y esas cruces fueron arrancadas porque no se permitió que ese lugar se convirtiera en un espacio de memoria. Encima de esas cruces se construyó lo que ahora podemos ver, que es una especie de jardín vigilado por la Policía, para que nadie tenga la posibilidad de poner una marca memorial por las víctimas.
¿Qué debe hacer una próxima administración para erradicar esa constante de impunidad?
El trabajo que hay que hacer es grande. Se tendrá que hacer un plan de investigación, justicia y de construcción de memoria. Pero, ningún proceso de construcción democrática, de un nuevo Estado e institucionalidad puede hacerse nuevamente sobre la base de la impunidad, tiene que haber justicia primero para luego construir una sociedad más justa y solidaria.