Estoy en Francia, desde Agosto del 2018, después que la insurrección cívica en Nicaragua me empujara a tomar la decisión de venir a este país. Desde que llegué me integré a la asociación SOS NICARAGUA FRANCE desde donde intentamos exponer al público francés lo que sucede en Nicaragua. Y apareció el Coronavirus y henos aquí en confinamiento desde el 15 de marzo, por lo que esta vez, desde este blog intentaré exponer de manera inversa cómo se está viviendo aquí. 

Los franceses son un pueblo que históricamente ha luchado por sus derechos y que están acostumbrados a poder cuestionar las acciones del gobierno, a tener acceso a toda la información que deseen, a poder debatir y dar sus opiniones. Los medios entrevistan a doctores, a ministros, les hacen preguntas incómodas, y los gobernantes se sienten obligados a tranquilizar a la población con mensajes soportados de acciones concretas.

En mi Nicaragua no sabemos a ciencia cierta cuántos casos tenemos; pero sí sabemos que tenemos un sistema de salud fallido y altamente politizado. Y si no morimos del virus, vamos a morir de tensión de no conocer la extensión de la epidemia en el territorio, adónde te van a llevar si te enfermas, quién te va a curar, con qué equipos contamos para curarte. “Estamos a la mano de Dios”, a cómo respondió la operadora del número del MINSA puesto a disposición para responder  preguntas sobre el coronavirus.  

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Estando aquí en Francia, debo de confesar que tengo la certeza de saber que si me llegara a dar el virus y si mi situación se llegara a complicar; una ambulancia estaría en mi puerta rápidamente y que los doctores harían todo lo humanamente posible por salvar mi vida. Pero desde que todo esto empezó, he tenido el corazón chiquito de pensar en mi familia en Nicaragua que tiene que seguir yendo al trabajo, que ya no encontraron mascarillas ni alcohol gel en el mercado.

Una montaña rusa de emociones

Es una montaña rusa: me alegro el día que leo el estudio italiano diciendo que la vitamina D, que nos brinda el sol, nos ayuda a protegernos; me asusto cuando veo los videos de Guayaquil; me alegro cuando los más expertos dicen que el humilde jabón es una arma potente; me asusto cuando veo al gobierno organizando eventos en masa. Antes de dormir cada noche, sólo pido que ese bicarbonato con limón o lo que sea el último remedio natural que aconsejaron en las redes y que mi mamá fervientemente se toma, la proteja de todo mal. 

¿Qué cómo se pasa la cuarentena aquí? Si en Managua es ya un lujo tener un patio con jardín, hay que imaginarse que es casi imposible tener un pedacito de tierra en París, donde el precio de renta en un barrio regular es hasta de 30 euros por cada metro cuadrado; cada ladrillo cuenta. Habitar en escasos metros cuadrados puede ser difícil. Aquí algunas personas están acostumbradas a vivir de manera individualizada (sobre todo en las ciudades) y a vivir encerradas por el clima frío.

El gran reto para los franceses va a ser cuando empiece a calentar el sol, la primavera se termine de instalar y  les piquen los pies por salir a disfrutar el exterior colorido y lleno de cantos de pájaros. En mi Nicaragua, la cuarentena tampoco es fácil, el calor puede ser sofocante en una casita de techo bajo y pocas ventanas, sobre todo ahora en Semana Santa. Y el reto para nosotros va a ser aguantar el picor en los pies para irnos a la playa a como nos aconseja el “buen gobierno”.    

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Aquí lo máximo a lo que se puede aspirar es a un balconcito en su apartamento. De esos famosos balcones desde los que la población de las ciudades europeas salen a las 8pm todos los días a vitorear al personal de la salud. Al inicio eran solo aplausos, ahora son silbidos, pitoretas, cacerolazos, en fin, es una fiesta que dura 15 minutos. Algunos médicos se conmueven, otros se sienten indignados, porque sienten que es un gesto hipócrita de parte de la población. El sector médico ha hecho huelgas y muchas protestas en las calles en los últimos años debido a los recortes presupuestarios al sistema de salud. Sí, el gobierno invirtió en mascarillas para los antimotines que reprimieron a los médicos, pero no invirtió en rellenar el stock de mascarillas a los médicos que el día de hoy están salvado al pueblo francés sin el equipo necesario.

Oportunidad de re-iniciar

Algunas personas piensan que esta crisis es una gran oportunidad de darle al botón de “RE-INICIAR” al mundo, que naturalmente las cosas cambiaron para nunca jamás y que nosotros también tenemos que cambiar. Francia se dio cuenta que no es posible que China sea la fábrica mundial de la mayoría de los productos actuales (mascarillas por ejemplo), si China se enferma el resto del mundo está fregado.

El virus puso a  grandes empresarios en jaque, se dieron cuenta que aunque ellos estén lujosamente confinados, si el mundo se detiene; ellos pierden millones por día, que ellos nos necesitan a los pobres sanos para poder seguir trabajando y produciéndoles dinero. Estos países desarrollados se dan cuenta que los cantantes y futbolistas no son quienes están sosteniendo el país en estos momentos de crisis; sino los médicos, las enfermeras, el personal de limpieza de los hospitales, los repartidores del correo y de comida, los cajeros de los supermercados y las farmacias, los que limpian las calles; todos esos que ganan el salario mínimo para hacer el trabajo que nadie quiere hacer.

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El sistema de educación se dio cuenta que algo están haciendo mal para que muchos jóvenes aspiren ser youtubers en vez de científicos que puedan descubrir la cura de enfermedades.  Muchos se dieron cuenta que esta pandemia puede ser el inicio de una nueva era, en la que si continuamos con el calentamiento global, muchos virus antiguos que están congelados en los polos de la tierra, se convierten finalmente en una amenaza real. 

La peste desnuda el alma

Albert Camus en su libro La Peste (1947), dijo que lo peor de la peste no es que mata los cuerpos, sino que desnuda las almas; y que ese espectáculo puede ser horroroso. Y ha sido horroroso ver desde los presidentes que han interpuesto la economía antes que las vidas de sus pueblos al que juraron servir, pasando por los empresarios que han tratado de manera despiadada a sus empleados o que han multiplicado los precios para aprovecharse de la crisis, hasta el acaparamiento individualista de las mascarillas, el alcohol gel y los alimentos en el supermercado sin importar si el resto tiene como sobrevivir o no. 

Pero Camus también dijo que emerge lo mejor; que siempre hay justos que sacrifican su bienestar para cuidar a los demás. Así como los jóvenes de aquí que se ofrecen como voluntarios para ir al supermercado por los viejitos o los que les llevan comida sabrosa a los médicos de turno. Y como en mi linda Nicaragua, que con todo y represión estatal, se han visto jóvenes repartiendo mascarillas en los buses, pequeños negocios poniendo puestos de lavado de manos en las calles, buseros lavándole las manos en baldes con agua a los pasajeros antes de subir, comunidades del campo con poco acceso al agua que han ingeniado puestos de lavado de manos con galones de plástico, etc. Mi linda Nicaragua valiente, desde el fondo de mi ser deseo que lo único que se haga viral en tu tierra sean las buenas acciones de tus hijos.  

*Las opiniones son exclusivas de la autora.

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La Lupa Nicaragua