Farid Fernández personifica la valentía de quienes deciden vivir auténticamente contra todas las adversidades.

A los 53 años, este hombre trans salvadoreño ha recorrido un largo camino de autodescubrimiento y resistencia que refleja las luchas de muchas personas de las disidencias sexuales y de género en Centroamérica.

Su historia personal está marcada por momentos de transformación profunda.

El día que decidió hablar abiertamente sobre su identidad frente a 40 colegas en su antiguo trabajo representa un acto de coraje extraordinario: “No fue fácil, me temblaban las piernas”, recuerda.

Cuando decidió contar quién era y pidió que lo llamaran por su nombre masculino, perdió vínculos familiares importantes, incluida la relación con su madre. 

Su testimonio forma parte de Ser y transformar, historias de lucha, orgullo y cambio, una recopilación de 15 relatos que documenta las experiencias de personas de las disidencias sexuales y de género, resultado del trabajo conjunto entre la Colectiva Acuerpadas y la academia Manos que Hablan

En esta entrevista con La Lupa, Farid reflexiona sobre la igualdad de derechos, la familia y la necesidad de construir redes de apoyo. 

¿Cómo fue el proceso de reconocerte como un hombre trans?

Fui una persona criada dentro de una religión que reprimía mucho diría yo. 

Había vivido, años atrás, percibiéndome como una mujer lesbiana, sin embargo, existía siempre eso en mi cabeza de que —no encajo en esto’— hasta que llegué a la edad de los 40 años, cuando un amigo mío, se reunía con una organización que trabaja para población transmasculina en El Salvador. Fuimos a una reunión y empecé a ponerme en contacto con todo esto y entender el significado de que es ser una persona transgénero y otro montón de cosas más. 

Acompañado de terapia psicológica decidí empezar mi proceso de transición con el tratamiento de reemplazo hormonal, pero creo que en poquitas palabras no se alcanza a cubrir el montón de situaciones que esto implica como desligarse por completo de tu familia, tener que soltar un montón de cosas que te mantienen atada o atado para no poder vivir como uno quiere o como realmente es de manera auténtica, pero sí logré llevar este proceso y pues aquí estoy ahora. 

¿Hubo algún momento específico en que vos dijiste: ‘esto soy yo’? ¿Cómo viviste esa transición?

Empezar, en primer lugar, a educarme en el activismo fue algo que me ayudó de manera increíble para entender lo que es la diversidad sexual, lo que es la identidad de género y todas esas cosas que tienen que ver, precisamente, con esto.

En el momento que decidí tomar la terapia de reemplazo hormonal fue cuando yo dije justamente: Sí, esa es la persona que quiero ser. Busqué mi nombre, de cómo quería ser reconocido y también a partir de entonces esto llevó a un montón de momentos interesantes.

En ese momento, yo trabajaba en una cartera del Estado, del gobierno aquí en el país, en el Ministerio de Justicia, y tuve que informar a mis jefaturas también porque iba a llevar a cabo un proceso de incluir en mi documento de identificación mi nombre con el que me identifico según mi identidad de género, como un conocido porque es lo que te permite acá a El Salvador según sus leyes.

Recuerdo que, en esa ocasión, le pedí permiso a mi jefe inmediato porque iba a haber una reunión general de compañeros. Yo le dije: mire, quiero que me permita hablar con mis compañeros, con quienes ya tenía años de trabajo. 

Quería hacerles saber los cambios que iban a empezar al haber iniciado la terapia de reemplazo hormonal, también que respetaran, pedirles que respetaran mi identidad como tal y que, pues también, yo entendía que más de alguno iba a no estar de acuerdo con la situación, pero que a pesar de ello, pues también mantuvieran respeto.

Imagináte, en primer lugar estando ante mi jefatura y unos 40 compañeros más o menos de trabajo. No fue fácil, me temblaban las piernas y yo creo que hasta la voz. De manera muy respetuosa, tomé la palabra y les empecé a explicar.

Creo que mientras hablaba los nervios se fueron quitando y me fui dando cuenta de cómo tenía a toda la gente atenta por completo a lo que estaba diciendo. Les dije el nombre por el que quería ser llamado a partir de entonces. Era un silencio completo en aquella sala en ese momento.

Lo que pasó después de la reunión fue una de las cosas más impactantes, porque te diría que un 80% de mis compañeros se me acercaron, me dieron un abrazo y me dieron las  gracias por hacerles saber, que iban a apoyarme, que para eso estaban ahí también y que pasábamos mucho tiempo dentro de ese trabajo, que era donde compartíamos muchas cosas y que con mucho gusto iban a respetar y apoyar también esa decisión. 

A partir de entonces entendí también el valor de pararse y hablar ante cualquier persona, con quien tengas que defender tu identidad o tu autenticidad es bien importante, pero siempre hacerlo desde el respeto. 

¿Qué tipo de cuestionamientos te hacías antes de reconocer tu identidad y una vez tomaste la decisión cómo lo tomó tu familia?

Con mi familia fue una situación bien complicada realmente. Los Testigos de Jehová en la casa solamente éramos mi mamá y yo. El resto de la familia no, tengo dos hermanos que son mayores que yo.

Y en aquel entonces, ya cuando empecé la transición, mi padre ya no estaba vivo, solo mi mamá y como mi relación siempre había sido más estrecha con ella, en realidad era a quien yo temía más decirle acerca de la situación. 

A pesar de la religión, creo yo que hasta cierto punto, ella había logrado aceptar el hecho de que en un tiempo yo tuve de pareja a otra mujer, que me veía como una lesbiana, digámoslo así, y como que todavía eso ella lo dejaba pasar. 

En el momento que me acerqué a hablar con ella acerca de qué es lo que iba a pasar, de cómo yo me identificaba, con solo el hecho de haberle dicho que me percibía como un hombre, y que iba a hacer este proceso de transición a través de terapia de reemplazo hormonal, inmediatamente ella me paró y me dijo:

‘Espérate, espérate. Yo solo te voy a decir una cosa, y es que en realidad creo que esto no puede ser. Y si decidís seguir adelante con eso, olvídate —me dijo—, olvídate de mí. Si vas a dejar a Dios de lado, pues no te quiero volver a ver’. 

Fue como una situación bien dura, como te digo creo que por el hecho de estar juntos en la religión con ella durante tanto tiempo, también teníamos esa relación muy estrecha y romper este lazo creo que supuso para mí uno de los golpes más duros que recibí, aparte de que mis hermanos también en ese momento me dieron la espalda.

Yo tengo un hijo que, actualmente, tiene 32 años, también con mi hijo fue complicada la situación. Creo que lo entendió mejor, sin embargo, por su familia política, como ya está casado, también dejó de hablarme un tiempo, entonces te imaginas quedarte en esa soledad por completo de todo tu entorno. 

Me llegó una depresión muy difícil y nuevamente me vi en la necesidad de tomar terapia y, a partir de ese momento, creo que logré entender mejor la importancia de las redes de apoyo con otras personas que también están viviendo lo mismo que nosotros.

Me rodeé de más amigos que también estaban pasando por la misma situación en aquel momento y me puse a trabajar de manera más activa con la organización que, en aquel entonces, me había acogido cuando entendí todo eso. 

¿Volviste a retomar la relación con tu familia?

Fíjate que solo con uno de mis hermanos durante el periodo de la pandemia. Yo creo que la situación de pandemia a muchos nos movió a replantearnos un montón de cosas. Fue solamente uno de ellos, que es el que me sigue a mí, el segundo de mis hermanos.

Recibí una llamada telefónica de él, una vez durante ese período, y me dijo que quería pedir disculpas por cómo se había comportado antes, que sabía que no había sido lo apropiado y recuerdo bien eso porque me dijo: —’No te preocupes, hermano’— Ahí ya cambió la cosa a cómo me veía y empezó a tratarme de ese momento.

Créeme que para mí fue muy impactante, fue algo que no me esperaba en ese momento. Y sobre todo porque con este hermano era con quien yo me vivía peleando todo el tiempo, era como esa relación de hermanos como por decir con este es con el que yo no me llevo bien. Sin embargo, fue una gran sorpresa en ese sentido también, porque fue el único que volvió y me dijo: —’Podes contar conmigo, con lo que sea hasta la fecha’—. Allá, de vez en cuando nos hablamos. 

Con mi mamá, fíjate que ya ella está ahora muy grande, es una persona de 89 años. Sí nos hemos vuelto a ver. Recuerdo que nos encontramos en una reunión en la casa de mi hijo una vez. Estuve casi que sentado a la par de ella, pero no me reconocía. Tuve temor de acercarme a saludarla y hablar con ella en ese momento, creo que fue un revoltijo de emociones terrible pensar qué podía decir o mira no te quiero hablar y con otro montón de gente ahí.

Después tuve tiempo de verla en otra ocasión cuando mi hermano me invitó a la casa para un día de su cumpleaños. Ella estaba ahí también, me saludó en esa ocasión. Creo que ahora, a estas alturas, no tenemos la misma relación de antes, para nada, te lo digo, no se parece lo más mínimo a lo que fue anteriormente, pero al menos si yo pregunto por ella, pues me dice cómo está, de vez en cuando le pregunta a mi hijo también cómo estoy yo, manda saludos. Pero, jamás volvió a ser la misma relación de antes.

¿En ese periodo de transición es más importante contar con redes de apoyo?

Creo que sobrevivir en esos momentos tan difíciles es muy importante que entendás que necesitás estas redes de apoyo, porque sino casi que por uno mismo, uno solito no va a poder lograrlo.

Creo que yo pudiera haber ido a terapia psicológica en aquel momento y, si bien, es cierto que en el manejo de mis emociones soy yo el que debe hacerlo para poder ir saliendo adelante. Pero, siempre estar rodeado de otras personas que sabes que están haciendo  una lucha similar a la tuya, aunque quizás no sea esa, pero que te acojan y te digan: —’Ah, aquí estoy yo también, sabes que contás conmigo en el momento que lo necesités’—, entonces es bien vital. 

Entendí también que el trabajar organizado en muchas ocasiones es algo importante. Te hace sentir el valor de que tú también puedes dar tu experiencia a los demás.

Creo que una de las cosas que más me ha gustado siempre es ir ayudando a personas más jóvenes que vienen detrás, quizás pasando por situaciones similares con sus familias, que los echan de la casa, que es más difícil porque quizás no tienen dónde irse  y su depresión a veces se vuelve mucho más terrible quizás de la que yo hubiera pasado en aquel momento. Entonces, poder entenderles y ayudarles y también estar ahí para ellos, creo que se convirtió para mí también en una cosa muy especial y es algo que también a estas alturas de mi vida sigo tratando de hacer.

¿En el libro describís que además de reconocerte un hombre trans te identificas como pansexual?

Recuerdo que supuso una gran lucha interna y más que todo diría yo que es por la construcción social que tenemos. El hecho de concebirte como hombre, creo que la sociedad te impone en que todo el tiempo tenés que ser heterosexual, en que siempre tenés que ser el machito y que si tenés un hogar vas a ser el proveedor de la casa, etcétera. 

Yo tengo una hermana, que es mi hermana por elección, y ella es psicóloga y un día me  dijo platicando: —’Farid, con todo el respeto, yo creo que vos sos bisexual. Quizás de género fluido’—. Me acuerdo que mi reacción fue como explotar, ¿pero cómo?. Tuve una discusión muy divertida.

Después platicando, le dije en aquél momento: Mira, al final, pues acepto que sí soy bisexual, pues porque tuve un matrimonio hace años, de ese matrimonio fue el resultado de mi hijo. 

Y para el año 2020, recuerdo que fui invitado a un encuentro de activistas en Guatemala y este encuentro tenía que ver con el transfeminismo, pero una de las cosas que se trató como eje en ese encuentro tenía que ver con el placer y la sexualidad.  

Sí lo había escuchado el término pansexual, pero no terminaba de entenderlo. Entonces, creo que se me abrieron los ojos con relación al entendimiento de muchas cosas del feminismo y lo que es el transfeminismo también. Escuchar hablar de la pansexualidad fue como que bueno, Farid date cuenta que a estas alturas también cosas que has sentido, quizás no las entendías, pero ahora te das cuenta qué es lo que está pasando.

Creo que por fin el que alguien venga y de alguna forma te encienda la luz y te ilumine el camino y te diga: Mira, ajá, esto es lo que sentís, esto es lo que pasa. Uno se queda tranquilo y para mí aceptar la pansexualidad creo que ya en aquel momento fue como decir pues sí, esto soy, aquí voy.

No me supuso como algo chocante al principio cuando me confrontaron diciéndome que era bisexual. Me siento bien, sabiendo que puedo sentir atracción o amor hacia cualquier otra persona, independientemente de su género, su orientación sexual y por ese lado han venido fluyendo las cosas. 

¿El Farid de hoy en día se siente más visible y validado o todavía enfrentás barreras?

Me siento muy validado con relación a quién soy. Al final, creo que esto tiene mucho que ver también con el empeño que uno pone hacia la aceptación de uno mismo. Creo que este discurso de revictimizarse ha sido el que siempre se ha utilizado para un montón de cosas y me da tristeza saber que muchas personas lo siguen utilizando, incluso organizaciones quizás para conseguir fondos. 

Es triste que ese sea el discurso como para dar a conocer quiénes somos, cuando realmente deberíamos de darnos a conocer desde nuestra forma. Cuando entendí todo esto, pensé, bueno, yo no me quiero seguir viendo de esta forma, no quiero revictimizarme en cuanto al dolor que he pasado por mi transición, por aceptarme como yo soy, sino que si bien es cierto, pues aquello fue parte de ese momento, pero me ha llevado a ser quien soy ahora.

Teniendo esa perspectiva dije, bueno, yo ya no me quiero narrar ante nadie como una persona que no disfruta lo que es o que no vive feliz de lo que es ahora, sino que quiero mostrar algo diferente. Aceptar eso creo que fue una cosa muy clave también para vivir de manera muy visible como persona trans.

A mí me da mucho gusto decirle a la gente, también cuando se puede, obviamente, que sabes que no vas a correr peligro, reconocerme como tal y me siento muy validado al respecto. 

Tomando en cuenta ese orgullo que sentís cuando lo expresás de forma abierta y sin temor. ¿Qué significa para vos el mes del orgullo? 

Mi primera marcha fue en el año 2010. Recuerdo que iba con temores en aquel momento, pero creo que desde la primera marcha a la que asistí siempre fui sintiéndome feliz de estar ahí con otras personas que también se reconocían como personas diversas que iban, precisamente, a la marcha para aprovechar aquel momento para visibilizar.

Creo que las marchas son justamente ese momento para hacerle saber a la gente que nos rodea qué tan visibles somos, que no tendríamos por qué escondernos. Y en el transcurso de los años, pues cada marcha fue tomando como mayor sentido, te diría yo.

Cada mes del orgullo ha sido como pensar o analizar, bueno, cómo me siento ya hoy, ¿verdad? después de un año más. También, cómo vivo mi vida por ser una persona disidente del género. Y, justamente, en cada marcha, incluso, voy con mi bandera trans, muy orgulloso de estar ahí.

A veces he marchado con organizaciones, con mi lugar de trabajo, a veces he marchado solo, o solo con mi hermana, mi esposa o mi familia. Pero de la manera que lo haya hecho, creo que es de vital importancia hacerlo para hacer saber que existimos.

También la marcha es una cuestión política, lo sabemos para hacerle saber al Estado, miren, aquí estamos también, siempre somos seres humanos como todos, que no debemos ver nuestro derecho como privilegio, sino que los derechos deben valer para nosotros por igual.

Y tomando en cuenta eso, creo que es todavía más importante en este mes y sobre todo si siempre hacemos planes de ir a la marcha pensando en esas dos cosas: en cómo nos sentimos de auténticos nosotros y felices de estar ahí, pero también para hacerle ver a las demás personas y al Estado también que nos garantice nuestros derechos.

¿Qué te gustaría que la sociedad entendiera mejor sobre las personas trans y pansexuales?

Que somos seres humanos como ellos, porque generalmente la gente nos ve con estigma. Cuando decís transgénero, transexual, ya te estigmatizan como una persona pervertida, que tenés torcidos tus pensamientos, que estás alejado de Dios y todo ese tipo de cosas. 

Yo he visto tantos comentarios de odio y de discriminación en redes sociales, por ejemplo. Los he recibido también cuando gente que me dice, por ejemplo, —’si vos estás loco, no sabés ni quién sos, no sabés ni qué querés’—, con relación al hecho de hablar de que soy pansexual. 

La gente, realmente, debería entender en primer lugar eso, creo yo. Yo les pediría que entiendan que somos seres humanos como todos con los mismos derechos y que no somos ningún extraterrestre, para nada. 

Siempre tenemos emociones y sentimientos iguales como seres humanos y tratamos de ser personas productivas también en todo momento. No hay nada de diferencia, no hay nada por lo que tengan que vernos con algún tipo de discriminación, sino que debemos de vernos siempre como iguales. Creo que la igualdad ante la diversidad es lo que siempre pediría y el respeto.

¿Hay mitos que derribar?

Sí, en nuestras sociedades yo digo que sí. Muchísimos. Hay muchos tabúes en cuanto a sexualidad todavía. 

Hay muchas cosas que trabajar y en nuestros contextos quizás de los países en que vivimos donde hay mucha violencia, no solo de parte del Estado, porque el Estado es el que a la larga con sus acciones promueve que también haya más odio de parte de la sociedad. Yo creo que, ahorita, lo que nos corresponde a nosotros como activistas o como personas que somos parte de estas comunidades es justamente eso, hacer trabajo de sensibilización en cierto punto con las personas que tenemos más cerca.

La comunidad donde vivimos, quizás demostrar que somos personas como ellos, que somos respetuosos, que pagamos impuestos, etcétera, somos personas que trabajamos, que no hay por qué pensar que hay alguna diferencia, o que yo le voy a ir a robar, o que estoy pensando, o que esté pensando que hay razón para que, quizás, yo voy a abusar a alguno de sus hijos, o cosas por el estilo que son más feas.

Hay muchas cosas que siguen estando allí bien metidas, quizás me voy a morir y cuántas generaciones más detrás de mí que no vamos a ver esos cambios probablemente como quisiéramos, pero en la medida que nos propongamos cada quien irlo haciendo en su entorno, creo que es algo que poco a poco va a ir ayudando.

Perfil del autor
La Lupa Nicaragua