Nacer mujer en Latinoamérica es una lucha constante para visibilizar y ejercer tus derechos como ciudadana. Y, “cuidar tu cuerpo es el primer territorio que defiendes, sin ser consciente de ello”, reflexiona Dalila Argueta, de 35 años, defensora de la tierra en Honduras, exiliada desde hace cinco años en España.
En la comunidad Guapinol, del municipio de Tocoa, en el departamento de Colón, al Norte de Honduras nació esta mujer, que amaba ir al río Guapinol, nadar, abastecerse para los quehaceres del día a día como parte de su rutina.
Pero esa vida tranquila, cambió sin previo aviso en 2017 cuando el Gobierno de Honduras concedió el permiso de explotación minera a cielo abierto a Inversiones Pinares, una empresa liderada por Lenir Pérez, quien está siendo investigado por presunta corrupción. Pérez, también esposo de Ana Facussé, cuya familia ha sido señalada de perseguir y expropiar de sus territorios a indígenas en Honduras, según denuncias.
Esa concesión que otorgó el Gobierno de Juan Orlando Hernández, permite extraer hierro, de 250 hectáreas ubicadas precisamente en la Reserva Natural Botaderos que irónicamente lleva el nombre de Carlos Escaleras, un defensor de la tierra asesinado por su trabajo de defensa.
Ocho años más tarde, las repercusiones de esa explotación minera, son visibles en las 8 comunidades que rodean el valle. En riesgo están 34 fuentes de agua. El agua que corre por el río Guapinol no es limpia y el impacto en el suelo y subsuelo a mediano plazo será latente para los cultivos de los lugareños, han denunciado los habitantes de esa zona.
Este panorama desolador y desprotector para la tierra hizo que los habitantes de la comunidad Guapinol se levantaran en 2017, cuando se enteraron de que sus montañas se iban a convertir en una árida mina de metal. Los comunitarios nunca fueron consultados previo a la aprobación de este proyecto, tuvieron que realizar sus propias investigaciones para entender qué estaba pasando en su territorio.
Ante este impacto, Dalila Argueta junto a otros comunitarios empezaron a organizarse, esta vez para defender la tierra. Realizaron marchas, plantones, denuncias públicas a nivel nacional e internacional. En esa desesperación por ser escuchados realizaron campamentos por casi tres meses, pero fueron desalojados por más de 1500 efectivos de fuerzas públicas, en octubre de 2018.
La voz de Dalila, se volvió incomoda para los explotadores de la tierra, por lo que fue víctima de persecución, constantes amenazas de muerte que la obligaron a abandonar su territorio. Su salida fue urgente, dejó a sus dos hijos, con la esperanza que iba a ser un periodo corto, pero a medida que iba pasando el tiempo los análisis de su red de apoyo indican que el riesgo de su retorno, era alto. Por ello, optó por el asilo y tres años y medio después se reunió con sus hijos en España.
Está afincada en un pueblo de Euskadi desde donde platica con nosotras para la campaña: ¡Las defensoras resistimos! del proyecto: Fortalecimiento de la protección y seguridad de personas defensoras de derechos humanos de Centroamérica ejecutado por Malvaluna y financiado por la Agencia Extremeña de Cooperación Internacional al Desarrollo (Aexcid). Nos cuenta sobre su mundo actual, su condición de exiliada y su proceso migratorio, su lucha desde el exilio y las realidades de las defensoras en Honduras, un país considerado de alto riesgo de muerte para este oficio.
“No es que amanece un día y decís: me apetece ser una defensora, es que ni siquiera el término buscamos, nosotros no andamos tras una etiqueta de defensoras de derechos humanos. Nosotras simplemente nos levantamos por amor a la tierra; la comunidad, nuestros ríos; las montañas, incluso nosotras no solo somos defensoras de derechos humanos, sino defensores de la vida en general y la comunidad”, reflexiona Argueta.
En esa defensa de derechos de la tierra, defensoras ambientalistas y feministas como Berta Cáceres, han sido asesinadas. La justicia va lenta y el riesgo contra la vida avanza en una carrera marcada por el compromiso por la defensa del territorio, la justicia, los derechos humanos y el amor a su comunidad.
¿Por qué defensora de la tierra?
Es el vínculo, es lo que te levanta, es lo que te tira día a día, es la impotencia de ver que te están destruyendo lo que más amas, porque dependes de ella. Sos consciente que la madre tierra está sujeta a derechos, no es una constitución, no es una ley. Para nosotras que venimos de las comunidades que cultivamos, cuidamos la tierra, que le damos sus derechos, que la vemos como sujetas de derechos de una misma. No solo somos defensoras de derechos humanos, somos defensoras de la vida, de dos territorios: territorio tierra, territorios cuerpo. Pero enfrentamos las violencias de ambas cosas en un mismo cuerpo. ¡Nos atraviesa todo!
¿Qué implica para una mujer en Honduras ser defensora de la tierra, y cómo ha trastocado tu vida?
Para las mujeres significó enfrentarse a los bulos, ¿esas mujeres que hacen ahí?, el chismorreo, esas cosas que dicen, tu lugar como mujer no es en la calle, tu lugar es en la casa. Eso implicó problemas personales para nosotras. Era como una defensa en la calle, una defensa en los hogares(…) debates con parientes porque está el que piensa que estamos haciendo lo correcto y está el que piensa que estoy perdiendo el tiempo. Te dicen qué hacen ustedes un par de pendejos luchando contra un proyecto como ese, se declaran en derrota sin ni siquiera luchar, entonces para mí, es que yo no acepto que venga una empresa a quitarnos nuestra fuente de agua, no acepto que como mujer me digan que mí lugar está al lado de la hornilla haciendo tortillas, yo no acepto eso.
¿Cómo va tú exilio?
Fue muy duro entender el proceso de asilo, yo aquí entendí el que no puedes ir a tu tierra, no puedes moverte de aquí mientras no tengas un documento de viaje, no es un pasaporte. Eso duele, duele porque vives en un país que consumen lo que están sacando en tú tierra, porque haciendo unas investigaciones que se hacen desde allá el 40% del mineral que están sacando allá del hierro lo está negociando Europa, han privatizado mucha información, no sabemos qué país, pero sí Europa. Para mí es muy duro el tener que estar en un territorio que consume el mineral de mí comunidad de mí tierra. También me dice que no puedo ir ¿qué significa esa protección que te hablan? Yo no tengo ninguna protección, yo no tengo gente cuidándome, ellos no saben si como, si esto o lo otro. Simplemente es un papel que me dicen que no puedo entrar (a Honduras), pero entrar entras, lo que no puedo es retornar (a España). Eso es simplemente el asilo.
¿ Qué se puede hacer desde acá para apoyar la defensa de los territorios?
Allá estamos viviendo esto ( explotación de la tierra), pero también hay que buscar raíces, quién genera la violencia que estamos viviendo allá, el consumismo de Europa, el capitalismo de Europa, pues la forma de decir, que vengan los defensores de derechos humanos. Pero no están dispuestos a decir que Europa cambie algo allá, que nuestras empresas no violenten, que primero lleguen las consultas a las comunidades, no. No lo hacen porque no les convienen.
Solo se sientan a hablar de la transición energética, ¿a quién le va a costar toda esa transición, a todos los territorios destinados al sacrificio?, porque construir todas esas piezas de placas solares, eólicas, de ¿dónde va a salir el mineral y materiales que se necesita para eso?, pues de nuestros territorios.
¿Qué cambios ha habido con el nuevo Gobierno en Honduras?
Cuando entra el nuevo gobierno hace una declaratoria en primera que iba a ser libre de minería, nosotros dijimos eso abre una brecha para cuidar nuestras áreas, pero de repente dicen , no, lo que va haber es una minería más controlada, era para lavarse las manos. Primero le dan al pueblo lo que quieren escuchar, esas esperanzas, mientras llega luego comienzan a camuflar la propuesta. A la fecha no hay ninguna empresa que haya salido de Honduras. Todas siguen ahí, una en proceso de exploración, otras en explotación y otras queriendo renovar.
¿Tener a una presidenta representa un avance para las mujeres?
La verdad es que todo sigue igual, los desalojos siguen ejecutándose. La violencia ha incrementado muchísimos. No ha tenido acercamiento con el movimiento feminista(…). Esa cercanía o conciencia como mujer pensamos que iba a tener un interés en todos los temas que teníamos sobre la mesa focalizarse en las mujeres, en toda la violencia patriarcal que tenemos, represión militar, policial, todo lo que genera ser mujer defensora en el territorio, no ha existido.
La Red de Hondura, refleja el incremento de la represión por parte del Estado por los policías y los militares , sigue el hostigamiento a las defensoras de territorio, siguen los desplazamientos. No ha cambiado nada, sigue igual o peor, las compañeras en territorio igual opinan lo mismo.
¿Cómo estás trabajando desde acá?
Seguir haciendo incidencia desde aquí, seguir haciendo en los espacios políticos donde logro entrar, por ejemplo; cuando organizaciones me invitan a espacios para hablar de estos temas: las mujeres defendiendo territorios, ahí aprovecho para decir esto es lo que vivimos, pero ustedes lo alimentan también. No romanticemos la defensa de derechos humanos, no estamos jugando con flores allá en nuestras comunidades nos están violentando, allá sus empresas nos explotan. Decir las cosas que se tiene que decir.
Cuando dices esas verdades que no se esperan desde una refugiada ¿Te has encontrado con algún tipo de racismo?
Siempre han sido racista, siempre han sido colonizadores, cambian sus formas, sus modos, ellos dicen estamos deconstruyendo hay mucho por deconstruir todavía. Que vengan y piensen que es lo que necesitamos nosotras sin preguntarnos, eso ya es paternalismo. Entonces, desde ahí te revictimizan. Nosotros ya sabemos en la mi3rda que vivimos allá y sabemos lo que enfrentamos día a día, no es la misma realidad de una mujer migrante a una mujer nacida acá, no son los mismos derechos que tenemos, no se nos mira de la misma forma.
¿Cómo valoras el camino para los trámites de los documentos migratorios?
Es muy violento, lo que es el proceso legal, se da desde el momento que se va y pedís una cita, la forma que te dicen, no aquí todo es virtual, todo es controlado, nadie te atiende. La cita te la dan hasta para un año, puedes pedir asilo y cuando te dicen que estoy pidiendo asilo, es porque hay un riesgo detrás de esto y deberían atenderme por eso. El problema no es que estamos saturados. Si necesitan más oficinas pues pongan más oficinas. Porque cuando Ucrania, ¡agilizaron y rápido hicieron!, porque nosotros no. Eso demostró que sí se puede, no digo que ellos merecen esa atención, sí la merecen, pero la merecemos todos.
¿Qué te mantienes en la lucha por tu territorio?
Cuando veo a mi pueblo, es un pueblo que sigue a pesar de todo con el corazón en la mano, con la dignidad intacta, aunque mi exilio representa una salida del territorio, pero yo soy Guapinol, yo soy resistencia, comunidad y podremos estar con un océano por en medio, pero yo no voy a soltar a mí gente. La vida del migrante, es vivir con un reloj que lo controla todo, con una agenda los que estamos en la defensa con una agenda política en el territorio, con una agenda política personal porque tenés que calcular los tiempos de ir a dejar y recoger a los niños, a tal hora entro a trabajar, es una locura.
El activismo nuestro no es algo que nos alimente, decir que de esto vivimos; vivimos de lo que trabajamos, en los trabajos nuestros, precarios y sin derechos muchos.
¿Qué mensaje le das a las mujeres defensoras que están en Honduras?
Para las mujeres que siguen luchando desde allá, les diría que cuidemos nuestro primer territorio, que es el territorio cuerpo que atraviesan muchas cosas, son guerreras, dignas de mi respeto y de otras personas que reconocen esa fortaleza. Más que todo que reconozcan su valor, que sean mujeres sujetas a la libertad de expresión, de decisión , que hagan suyos sus derechos, que no permitan que nadie les diga que no pueden liderar. Ojala un día dejemos de defender y algún día vivamos en libertad y respeto es lo que más deseo.