- El crimen organizado, coludido con algunos sectores del Estado, es desde hace años un poder creciente, es el medio de sustento de algunos sectores de la sociedad y, por supuesto, de mucho de los más humildes, aunque sean ellos los menos beneficiados.
- En la Costa Caribe, al negocio del crimen organizado se suma la voraz acción depredadora contra el medio ambiente de sectores del gran capital y de las mafias madereras con repercusiones negativas para las indígenas y mestizas,
- Los distintos medios de comunicación han contado del total abandono y discriminación de los pueblos indígenas de la Costa Caribe y sus luchas contra los señores del dinero de la madera, que les arrebatan a toda velocidad sus fuentes de vida y los mantienen sumidos en la desnutrición, las enfermedades prevenibles y la pobreza.
- El llamado crimen organizado ha crecido como la espuma en la etapa neoliberal (1990-2019), cuando cada vez es más difícil deslindar los llamados crímenes de cuello blanco de los de las organizaciones mafiosas amparadas en el Estado despótico.
- En Nicaragua, las empresas madereras que operan desde hace décadas en diferentes regiones de la Costa Caribe, no cumplen la mínima exigencia legal.
- Se llenan de dinero sus bolsillos y a las comunidades las dejan llenas de basura y pobreza. Es decir, se enriquecen a costa de la deforestación de los bosques, la contaminación de las aguas y la destrucción ambiental de los territorios; que ellos mismos ocasionan.
- Al analizar lo sucedido en los últimos años (2007-2019) en las comunidades indígenas de la Costa Caribe son: acaparamiento de miles de hectáreas de tierras en manos de unos pocos, altos niveles de pobreza, desnutrición y enfermedades, aumento de la desigualdad y marginalidad, falta de fuentes de trabajo, disminución de la producción agrícola, proceso de división al interior de las comunidades, reparto de dinero para comprar el apoyo de algunos pobladores.
- En mi libro “Nicaragua cambia, todo cambia”, publicado en agosto 2014, señalábamos, en base a información internacional, que el flujo financiero ilícito (blanqueo de capital o lavado de dinero) en Nicaragua en el período 2002 a 2011 había sido de US$ 1,324 millones de dólares en el período indicado.
- Indicamos en la página 164 del libro en mención lo siguiente: “Para expertos en lavado de dinero esta cifra no resulta insensata, podría ser conservadora. En algunos casos no contemplan las grandes cantidades de dinero que los narcotraficantes o los traficantes de armas les pagan a los políticos”.
- Asegurábamos que “Lavar dinero es una operación que no produce sangre, ni cadáveres o hechos estridentes de violencia. Pero tiene un inmenso poder corruptor en nuestra sociedad e instituciones”.
- En enero de 2017, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), estableció que, entre 2007 y 2014, los flujos de dinero ilícito (lavado de dinero) ascendieron a US$ 1,500 millones de dólares anuales aproximadamente por la vía del comercio exterior.
- De acuerdo al análisis de la CEPAL, el comercio exterior se ha convertido, también, en un sector muy atractivo para las actividades ilícitas. Tanto las exportaciones e importaciones, la minería, la economía informal son utilizadas para el lavado de dinero.
- Desde 2007, el régimen Ortega-Murillo aplica la política de cómo proteger a los delincuentes de “cuello blanco”. La lucha social es imprescindible para desmontar el tejido de la corrupción gubernamental.
- Los manejadores y beneficiarios del dinero ilícito están incrustados en la sociedad y en las esferas del poder, tan arraigado como la corrupción. ¿Cómo no se dicen nada? La habitual omertá (la ley del silencio) se mantiene activa.
- Hay que conocer la dimensión del abuso, del contubernio y la opacidad del manejo del dinero de la cooperación venezolana, del presupuesto general de la república y su relación con el dinero ilícito.
- Ese manejo ha estado fincado en la secrecía y en la discrecionalidad, lo cual ha permitido una organización mafiosa al interior del Estado.
- El régimen Ortega-Murillo tuvo sus años de estabilidad, pero después del abril de 2018 empezó a derrumbarse, no como un castillo de naipe, sino más bien como se derrumba una fe: a punta de desesperanza, incredulidad y rechazo generalizado de la mayoría de los ciudadanos.
San José/Costa Rica, 31 de mayo de 2019.
Perfil del autor