El 15 de julio de 2018 el psicólogo, Alfredo Martínez fue secuestrado por la Policía Orteguista, junto con parapolicías, en Granada durante la denominada Operación Limpieza. Fue acusado y juzgado por el delito de fabricación, tráfico y tenencia de armas, municiones y explosivos por lo cual un juez orteguista lo encontró «culpable». Condenado a 4 años y 6 meses de prisión, mientras enfrentaba otro proceso judicial en el que se le acusaba de terrorismo y de la quema del edificio de la Alcaldía de Granada. Hasta que fue liberado.
¿Quién es Róger Alfredo Martínez?
Es un fachento granadino. Profesionalmente soy psicólogo clínico, muy arraigado a Granada que es mi territorio. Soy amante del montañismo, de la aventura, tratando de mantenerme un poco saludable desde esa perspectiva. Roger es un soñador, un escritor, alguien que encontró en la pasión por escribir la manera de canalizar emociones.
Un tipo común y corriente que a final de cuentas ha tomado en serio la vida y ha querido dejar un legado bastante bueno –por así decirlo-, un legado que pueda ser recordado de una manera positiva.
¿Cómo estás actualmente?
Actualmente estamos en Costa Rica, por causa de la persecución política. Acá en casa, cuidándonos y tratando de salir solo para lo necesario. De ánimos muy contento con todos los proyectos que estamos llevando a cabo desde acá; la verdad es que hay una sensación de seguridad, de poder salir al patio de la casa y no tener a paramilitares allá fuera asediándote como sucedía allá, entonces ese ambiente ha permitido que pudiera llevar a cabo y finalizar los proyectos.
Muy bien de salud y de ánimos, nos sentimos con mucha fuerzas para poder compartir con todos los seguidores de La Lupa todos los proyectos que estamos haciendo.
¿Por qué fuiste apresado, qué delitos te imputaron y cuánto tiempo estuviste en prisión?
Como ya sabemos, en 2018 hubo una explosión social contra la dictadura en Nicaragua. Yo me uní a la rebelión primeramente en marchas y protestas en Granada. Luego me encontré en una disyuntiva porque la policía atacaba estas marchas, los jóvenes trataban de defenderse y yo me preguntaba cómo podría ayudar y siempre he tenido ese espíritu.
No me miraba tirando piedras ni morteros, entonces me preguntaba ¿qué hago? porque yo quería aportar, yo quería involucrarme y una noche llegaron dos muchachos muy mal heridos a una esquina donde me encontraba. Mire a la persona dueña de la casa de esa esquina y le dije ¿qué hacemos?, ¿les ayudamos?, porque venían heridos por perdigones, aturdidos por bombas de luz y sonido, prácticamente uno estaba desmayado, entonces los metimos a la casa -yo soy colaborador de Cruz Roja y tengo entrenamiento en primeros auxilios- entonces le brindamos primeros auxilios a los muchachos, luego ya los pudimos estabilizar y conseguimos llevarlos al hospital. Dije aquí está la manera de ayudar.
Hice una transmisión en vivo en medio de ese proceso y le pedí a la gente un vehículo para poderlos transportar y vinieron con el vehículo, además de traer gasas, esparadrapos, alcohol, guantes, mascarillas e insumos médicos que nos permitieron desde esa primera noche empezar a brindar primeros auxilios en ese lugar.
Entonces prácticamente estuve en un puesto médico, apoyando a los muchachos que resultaban heridos en las protestas, además utilizando mis redes sociales y espacios en medios de comunicación para hacer denuncias pertinentes de lo que estaba sucediendo, con nombre y apellido –que fue lo que les disgustó a ellos- entonces fui perseguido hasta ser encarcelado el 15 de julio del año 2018.
Estuve nueve meses encarcelado y para mí asemeja a un embarazo, y para mí el libro es el producto de esos nueve meses encerrado; las paredes del vientre de la madre son “borroñosas”, así como las paredes de la prisión, arrugadas.
Fui acusado y juzgado por fabricación, tráfico y tenencia de armas, municiones y explosivos, fui encontrado culpable, condenado a 4 años y 6 meses de prisión, pero había una segunda causa donde se me acusaba de terrorismo y de la quema del edificio de la alcaldía de Granada y por eso me iban a dar hasta 70 años.
Las evidencias que me pusieron fueron 56 chibolas, una hulera, un probador eléctrico, una capucha, una mochila, un miguelito (una manguera con 11 clavos), unos cartuchos de disparos ya percutidos y un cartucho de bomba lacrimógena que ellos lanzaron un día antes y los muchachos lo recogieron para hacer denuncia a través de un video y lo dejaron en el puesto médico, entonces cuando llegaron al sitio la policía y paramilitares se llevaron eso y dijeron que era mío y que los estaba fabricando ahí.
Como todos los casos de presos políticos fue algo inventado, se lo sacaron de la manga, llevaron a 5 policías ‘testigos’ y entre todos se confundieron, decían una cosa y otra, aunque al final el juez los justificó diciendo que al final si dijeron cosas distintas, pero lo verdadero y que confirma que esto sucedió es que encontraron al acusado en el lugar, entonces es culpable. Fue un teatro, no solo para mí, sino para Nicaragua entera, que saben que fue algo montado para acallar la voz y aplacar la rebelión en las calles.
¿Cómo fue tu experiencia en el sistema penitenciario?
El día que me secuestran entraron civiles armados, paramilitares; recibí torturas y golpes, aún tengo lesiones en mis costillas y afectaciones en mis pulmones de los golpes que recibí con las culatas de los fusiles, golpes en mi cabeza, me arrancaron pelos del cuerpo, me ponían cigarrillos en la piel, fue una sesión que duró aproximadamente dos horas y luego me fueron a tirar a las celdas preventivas del penitenciario de Granada.
Yo lo único que pedía era una pastilla para el dolor y me decían ‘hijo de p… ¡acaso en los tranques pedias pastillas!’, entonces no pude tener ningún tipo de medicina para aliviar el dolor físico que tenía en ese momento. No pensaba ni tenia emociones, simplemente mi cuerpo estaba entumido; era un guiñapo, una masa que parecía humano dentro de mi cuerpo no me sentía como humano.
Ya luego me trasladaron a la celda 16, ya que en primera instancia te dejan en una celda común junto a todas las personas que agarren ese día y luego cuando ya deciden judicializarte, te envían a una celda particular, una para 4 personas, pero meten hasta 12, los muchachos tienen que dormir en el suelo y pegados al portón de entrada.
¿Qué pensé en ese momento? Mis hijos. Creí que iba a salir libre porque no tenían pruebas, no era mía la casa donde estaba, de 150 personas que agarraron ese día, solo dos quedamos presos. Me sentí como un ave enjaulada, era un espacio muy pequeño, me encontraba con jóvenes de 20 años que ya tenían alrededor de 4 meses ahí me ayudaron muchísimo. Uno de ellos, Chicote, a quien menciono en mi libro y recuerdo la experiencia, me decía “psicólogo, -ya que ese era mi pseudónimo- aquí tenemos que ser como el soldado, solamente para delante, tenes que darte cuenta de una cosa, no es un día más, es un día menos” – eso para mí fue como un regalo, no era un día más preso, era un día menos de la cuota que tenía que dar, en ese momento no sabía si serían semanas o meses, lo que si sabía era que cada día que terminara, era un día menos ya que no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista, así que iba caminando hacia mi salida.
Desde esa perspectiva, iba viviendo un día a la vez, no me preocupada por el mañana. Me preocupada por sobrevivir cada día, estar en el aquí y en el ahora, estoy preso, no puedo salir de aquí y los guardias son malcriados y groseros, pero ese no es mi problema, entonces traté de llevar una vivencia dentro de la cárcel, lo más tranquila posible de lo que cabía en ese momento, pero también resistiendo, sabiendo que lo que ellos querían era quebrantarnos desde nuestro pensamiento hasta nuestro cuerpo y no lo lograron. Luego me trasladaron el 3 de septiembre al penitenciario de la modelo, directamente desde Granada y fue un alivio mayor porque en la celda donde me llegaron a meter es un galerón grande, hay espacio para 260 personas y estuvimos únicamente 135 en la galería 16.
Me encontré con tranqueros, terroristas, vandálicos de toda Nicaragua, desde San Juan del Río Coco hasta Rivas, León, Chinandega, Managua y fue como encontrarnos en familia, cuando me trasladan uno piensa que te harán en la celda porque esa es la creencia dentro de los penales, que cuando llegas te agarran a golpes los presos comunes y en realidad, nos pusieron en lugar aislados de los presos comunes y juntos entre nosotros mismos.
Traté de lidiar de la mejor manera, aunque por dentro me sintiera destrozado, pensando en mis hijos por no poder estar con ellos. En la celda de Granada yo tenía un teléfono y podía hablar con mi hija, cuando me preguntaba cuando volvería yo terminaba llorando, ella tenía la llave para poder destrozarme con esa única pregunta –en el buen sentido-, porque no tenía como darle una respuesta.
A veces pedía que no me la pusieran (al teléfono) simplemente que le dieran mis saludos y un beso, igual a mi hijo. No es que no quería verlos, es que dolía escucharles preguntar: “papá, cuando vas a venir?”. En Granada, me ubicaron en la celda 16, cuando iba llegando me fijé y ese era el número, yo tengo esa inclinación hacia esto de los números, siento que tienen una cierta simbología y realmente los golpes en mi cabeza no me permitían pensar mucho y yo -como creyente- le pedía a mi ser superior que me dejara el oído, el pensamiento y la boca, por que con estas cosas puedo seguir ayudando a mis pacientes, porque esas básicamente son las 3 herramientas de un psicólogo. No me importaba perder un brazo o una pierna, pero no perder eso; tengo un poco afectada la memoria a corto plazo y estoy trabajando en eso para poderla ejercitar y recuperarla al 100%, sin embargo, estoy en un estado demasiado saludable.
En la celda 16 de la cárcel modelo, es muy significativo para mí, porque me trasladan de una celda 16 en granada a una del mismo número en la modelo, y este número es muy importante para mí, ya que un 16 de junio decidí no tomar alcohol nunca más, es algo simbólico para mí y por eso decidí llamar al libro así.
Fue todo un proceso, había momentos cuando me encerraba en el camarote y me sentía muy mal, pero no lo podía dejar ver, los muchachos siempre van a decir ‘ese hombre solo estaba serio’ o ‘ese hombre solo pasaba aislado’, pero no sabían lo que pasaba dentro, no podía demostrarlo por qué habían muchos que confiaban en mí, como profesional ahí dentro y sentían que yo les podría brindar fuerzas y así era, pero una vez ellos se iban yo me quedaba igual de destrozado que como ellos se sentían, entonces este proceso de sentirme útil dentro de la cárcel me ayudó muchísimo para poder sobrevivir dentro de este proceso.
¿Cómo es vivir en el exilio y como has vivido la situación del covid-19?
En mi caso, vivir en el exilio ha tenido aspectos positivos, como decía antes el poder salir al patio y no ver paramilitares asediándonos y poder salir a las calles, caminar libremente sin estar viendo a un lado o a otro; cuando yo salí de la calle, tuve que salir de Granada, fui desplazado y no podía llegar mucho porque me perseguían cuando detectaban que estaba allá, llegaban a tirar piedras o bombas en el portón de la casa, un día me persiguieron, hicieron parada y tuve que desviarme para otro lugar y seguir rápido.
Entonces vivir en el exilio, la protección que me ha brindado el país de Costa Rica es invaluable, la agradezco muchísimo, a nivel de mi espíritu ha sido un bálsamo para sentirme mejor; a nivel económico, es bastante complicado porque es un país muy caro, yo prácticamente estoy sin empleo o ingresos formales, en algún momento estuve vendiendo pulseras que hice en la cárcel o mis dos primeros libros, tratando de sobrellevar el día a día, es bastante difícil y duro. Yo agradezco mucho a mi tía, que ya tiene más de una década de estar acá y me ha brindado espacio en su casa, en ese particular yo he tenido ventaja sobre otros nicaragüenses que vinieron acá sin nada ni nadie y aún tienen problemas con el techo y siempre estoy en comunicación con ellos, hablando con organizaciones de derechos humanos para ver que podemos hacer.
Sentirme útil es lo que me ayuda a mí, una organización me pidió ser coordinador del área de Granada para entrega de víveres como ayuda humanitaria. Es un trabajo voluntario, no se gana un solo colón, pero estar ahí y poder ser el canal para ayudar a mis hermanos granadinos aquí y poder subsanar un poco, es una gota de todo el mar, pero como decía Madre Teresa: “sin esa gota el mar no sería lo mismo”; entonces he tratado de involucrarme en aspectos de ayuda humanitaria. Abrí una línea de ayuda emocional para personas afectadas por la crisis por la Rebelión de Abril, familiares de asesinados, gente que aún sigue en clandestino y no pueden salir a las calles como yo acá, muchas personas se han comunicado conmigo y he estado brindando soporte, ahora se ha ampliado con esta situación del COVID-19.
El exilio me ha permitido ser útil, no solo aquí en el terreno, sino también a través de las redes sociales. Mis canales de comunicación con las personas de allá de Nicaragua. Lo puedo hacer de una forma más libre, que allá no lo podía hacer porque si se daban cuenta que el psicólogo abría una línea de ayuda, iban a presionar, porque eso es lo que ellos quieren, aislarnos, eso hacían en la prisión, nos aislaban para no ser levanta masa, le tenían miedo a los presos políticos.
Ha sido buscarle el lado bueno para ser de utilidad, a pesar de las dificultades personales, aunque a veces solo te comas unos frijolitos, pero te los comes con tranquilidad; a pesar de las complicaciones y dificultades obvias y lógicas del desarraigo de tu país, el ser exiliado de tu país y estar en uno nuevo que, a pesar de ser vecino tiene otra forma de ver el mundo, es una forma de torturarte porque te despersonaliza, lo que eras allá, no podes ser aquí y vos (refiriéndose a mí) sabes cómo exiliado lo que es sentirse desarraigado, por lo menos allá (Nicaragua) salís y pasa una moto y alguien te saluda, aquí son un absoluto desconocido y creamos o no, eso es un trauma, te hace pensar quien sos, es un proceso de tratar de recuperar la identidad.
Mantener esa conexión, seguir hablando y que la gente me siga conociendo como el psicólogo granadino, preso político, eso me ayuda siempre a mantener esa identidad a pesar de estar desarraigado de mi tierra, brinda esa sensación de utilidad que a mí ayuda.
Contanos sobre tu libro, ¿Cómo se llama?, ¿Cómo podemos adquirirlo?
“El preso de la celda 16, la catarsis de un preso político”, el libro no lo escribí desde el intelecto, como mis dos libros anteriores que son de inteligencia emocional y de experiencias, sino que está escrito desde el corazón, desde las emociones; tiene un aspecto biográfico en un inicio, para que la gente pueda entender quién es Roger, por qué de su pensamiento, no quiero llamarle opositor, porque no es solamente una persona, mi problema no es solo contra Daniel Ortega y Rosario Murillo, sino contra todo un sistema que ha estado reprimiendo desde que entró al país en 1979.
Comento a las personas que yo nací en el 83 y viví los primeros años de ese proceso. Contar la experiencia de como yo miraba a mis padres hacer fila porque no había nada que comer, recuerdo que está muy impregnado en mí. El 25 de abril de 1990, que solo tenía 7 años pero vi el regocijo de un pueblo –que lo voy a volver a ver, mis ojos estarán abiertos-. Luego expreso mi proceso de secuestro, tortura, enjuiciamiento y encarcelamiento en la cárcel modelo.
Lo pueden encontrar en Amazon, ya está puesto ahí y también lo pueden encontrar directamente conmigo, voy a dejar mis números de contacto para que puedan comunicar conmigo. ¿Cómo lo pueden pagar? A través de paypal si están fuera de Nicaragua, y dentro pueden ir a la sucursal bancaria de donde tengo mi cuenta a hacer el deposito del monto del libro, me escriben y yo les envío el libro.
¿Cuál es el beneficio de comprarlo directamente conmigo? Se los voy a enviar altamente personalizado, las personas me mandan fotos de ellos, yo edito el documento en pdf y entonces en la dedicatoria o en el espacio donde sería el autógrafo ahí va una dedicatoria muy especial y si las personas deciden imprimirlo se verán en ese libro impreso, que sería una simbología, proyectarse a través de un espejo el cómo habría sido vivir todo eso que vivimos los presos políticos.
Yo tengo una manera de escribir distinta, no hablo en tercera persona, en el libro yo hablo de tu y yo, interpelo a las personas y eso hace sentir que soy yo que les estoy contando e invitando a las reflexiones. Es una sesión psicoterapéutica conmigo, a través de mi libro y desde mi experiencia para poder llevarles un poco hacia lo que vivimos en las cárceles.
Mi libro, aunque sea digital, si te haces una ilusión óptica de él, es un libro que chorrea lágrimas y espero que la gente que se anime a leerlo vaya comprendiendo como fue la experiencia. Mucha gente tiene esa percepción de que ‘es psicólogo, tiene todas las herramientas y toda la fuerza para poder ir allí, con razón salió bien y no tan dañado como otros’ y no, somos seres humanos, mi profesión es una cosa y mi yo personal es otra.
Escribir el libro, fue liberar mi mochila, yo me imaginaba que eran los adoquines de la barricada, no eran físicos pero estaban ahí y pesaban: hoy puedo sonreír de una manera más genuina porque la gente lo está leyendo y me está enviando mensajes, quizá se note por ahí que se me escapó una mayúscula de más, pero quiero que entiendan que es parte del proceso de cómo me sentía en ese momento, aunque sí debo ser muy cuidadoso con la gramática.
Ninguna editorial quiso publicar mi libro por temor a las represalias y lo entiendo, me dijeron ‘mire doctor, lo sentimos pero eso va a generar que nos cierren el negocio o que nos encarcelen y lamentablemente no podemos hacerlo ahora’, pero pudo haber salido digital en este momento donde vivimos el distanciamiento social, donde las personas están haciendo teletrabajo y estudio desde casa.
Es una nueva forma que se va a quedar en nuestra realidad, muchas personas, especialmente las mayores, tenían ese rechazo hacia las tecnología y a raíz de todo esto, la naturaleza nos ha obligado a hacer lo que no queríamos por nuestro propio gusto, la naturaleza nos está poniendo a hacer por disgusto y pues, ponerlo de forma digital implica esto, que la gente no va a tener que ir a una biblioteca, donde no saben si el libro que les van a entregar está contaminado y ya después si lo quieren imprimir en sus casas o algún lugar van a tomar sus medidas, por eso el precio también es bastante mínimo, irlo a imprimir tiene el mismo costo que comprarlo en la librería.
¿Cuáles son tus perspectivas a dos años del estallido en Nicaragua?
Yo no he perdido la esperanza porque creo en mi pueblo, aquellos que cuando nos llevaban a los juzgados en las busetas se paraban en sus vehículos a saludarnos, los que estaban en las paradas de buses levantaban su puño, alguien una vez nos dijo –cuando se fue este magistrado- “animo que van a salir, la mazorca se está desgranando, fuerzas”; cada vez que en los pueblos hay alguna manifestación pacífica en actividades o por ejemplo con las personas que están falleciendo por esto del covid y la gente sale con una bandera, esto me da una esperanza, porque tengo entendido que un día más de resistencia es un día menos de dictadura; la dictadura ya está acabada, no ha podido acallar la llama de la resistencia popular en las casas, en el pensamiento por que la población sabe lo que está sucediendo y no se ha dejado apabullar, que ellos son los terroristas.
Más pronto que tarde, esta resistencia ciudadana es la que nos va a llevar a la libertad, sea en el momento que sea. Invito a las personas a que mantengamos viva la resistencia. Yo tengo una frase: resiliencia, resistencia, persistencia que vamos a llegar al fin de la dictadura porque un día más de resistencia, es un día menos de dictadura.
No salgan de sus casas, no hay necesidad de más presos políticos, no hay que arriesgarse porque esto ya está cocinado. Quienes quisieron venderse como los mesías y salvadores del pueblo, están en el lugar de donde nunca debieron salir. La cloaca de la historia de Nicaragua, una vez desaparezcan, nadie les va a recordar y si lo hacemos, será como la peor catástrofe que le ha sucedido a nuestro país; entonces el juicio moral ya está dado, la condena moral ya está dada, esperamos sobrevivan para poderlos ver en el banquillo de los acusados y lo haremos, porque solo están aferrados a algo que no les pertenece, ya que quienes constituimos a Nicaragua somos el pueblo.
Van a caer, porque de que se van se van y ya sabemos cuál es la ruta.
Se despide con una última frase: No nos olvidemos de los presos políticos. Oremos mucho por ellos, pero también demandemos la libertad de nuestros queridos hermanos presos políticos que aún se encuentran en las cárceles de la dictadura. Los que estuvimos ahí sabemos lo que se sufre, no dejemos de ser la voz de los presos políticos por favor, sigamos denunciándolo en los espacios.