Lucy Esquivel: “Yo elegí ser trabajadora sexual”

Un día cualquiera, siendo madre soltera y sin encontrar otra salida, María Lucila Esquivel o Lucy como es conocida, salió a buscar trabajo por las calles de Asunción. No tuvo suerte. Entonces, se paró en una esquina donde inició un camino que nunca más abandonó: el del trabajo sexual.
“Ese día fui a buscar trabajo, no encontré y me paré en una esquina. Y vi que podía sacar adelante no solamente a mi hijo, sino a toda mi familia”, recuerda. Desde entonces, volvió cada mañana.
Durante años ejerció ese oficio, con el mismo compromiso con el que otra persona desempeñaría cualquier otro. No se arrepiente. “Si hoy me preguntás, yo te voy a decir que si tengo que retroceder, volvería todas las mañanas a ejercer el trabajo sexual…porque gracias al trabajo sexual saqué adelante tres hijos que hoy son todos profesionales y con título. Creo que esa mañana tomé la mejor decisión de mi vida”, confiesa Lucy.
En 2004, junto a compañeras que trabajaban en una plaza del microcentro de Asunción, fundó la organización Unidas en la Esperanza (UNES), la Asociación de Mujeres Trabajadoras Sexuales del Paraguay. Cansadas del abuso policial y la discriminación, comenzaron a reclamar respeto, derechos y reconocimiento.
Hoy, Lucy es Secretaria Ejecutiva de la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (RedTraSex). Su voz representa a miles de mujeres de la región que luchan por el derecho a decidir sobre sus cuerpos, a vivir sin violencia y a ser reconocidas como sujetas políticas.
La Redtrasex ha recopilado más de 4,300 denuncias de violaciones de derechos humanos de trabajadoras sexuales en 14 países de la región.
En esta entrevista con La Lupa —en el Día Internacional de las Trabajadoras Sexuales que se celebra cada 2 de junio—, Lucy repasa su historia de vida, los logros dentro de la organización y reafirma con fuerza la elección que cambió su destino: “Yo elegí ser trabajadora sexual. Y no veo que haya cometido un error”.
Un informe de la CIDH recomienda que los Estados legalicen y regulen el trabajo sexual como empleo legítimo. ¿Qué significa esto concretamente para ustedes?
El año pasado nosotras, por fin, logramos que la OEA, el secretario general, Luis Almagro, pueda nombrar una comisionada para temas de derechos humanos de personas que ejercen el trabajo sexual. Me parece demasiado importante, porque ya no hablamos de una sola forma de ejercer el trabajo sexual, ni tampoco hablamos de una sola persona, o sea, no solamente las mujeres ejercemos el trabajo sexual, sino habemos muchas personas que ejercemos el trabajo sexual.
Significa un avance demasiado importante, porque por fin se va a poder reconocer aquellos derechos que eternamente a nosotras nos han negado. Por ejemplo, no podemos hacer nosotras denuncias como trabajadoras sexuales, porque la policía lo primero que dice es que no puede colocar en su acta trabajo sexual como un trabajo, porque no está reconocido. No tenemos derecho a una vivienda, porque nosotras no tenemos forma de demostrar lo que ganamos.
La Red, por muchos años, ha hecho investigaciones y nosotras tenemos, por ejemplo, un estudio que se hizo de la economía de las trabajadoras sexuales sobre cuánto es lo que nosotras aportamos a nuestros Estados. Es mucho, lo que nosotras hemos contribuido también como ciudadanas de nuestros países.
Nosotras no accedemos a una vivienda, no accedemos a un préstamo, no accedemos a la salud. Para nosotras, la salud siempre fue de la cintura para abajo. Nosotras también somos seres íntegras y, por lo tanto, necesitamos una salud integral.
Y mucha gente también ha hablado en nombre de nosotras y ha dicho un montón de cosas que, algunas veces, fueron de verdad y otras fueron de mentira. Nadie más que nosotras como protagonistas puede tener la realidad tan palpable, porque la hemos vivido, la hemos sufrido y hoy simplemente estamos pidiendo esos derechos que nos han negado.
¿Creés que esta recomendación marca un momento clave en la forma en que se aborda el trabajo sexual en América Latina?
Si bien es cierto, sabemos que todo el tiempo estamos retrocediendo, damos un paso, retrocedemos dos, damos nuevamente otro paso. Siempre es un retroceso constante, pero partimos las trabajadoras sexuales de que nunca nos han regalado absolutamente nada.
Entonces, en este momento donde América Latina y el Caribe está sufriendo un montón de retrocesos, nosotras queremos tener esta esperanza de que es una herramienta política válida y que puede ayudar para avanzar.
¿Qué barreras estructurales siguen impidiendo que las trabajadoras sexuales puedan acceder plenamente a derechos como la salud, la justicia o una pensión digna?
Hay muchas barreras, porque todavía la gente, la sociedad, no comprende que nosotras lo que hacemos es un servicio y todo aquel servicio que uno presta es trabajo. Todavía se piensa con la morbosidad de que nosotras usamos una parte del cuerpo como todos los trabajadores, pero todavía no entienden que es trabajo.
Y lo otro que también no puedo dejar de decir es el movimiento abolicionista. Creemos que hay un doble discurso también de este movimiento, porque muchas veces dicen, y todo el tiempo en realidad, están diciendo que el cuerpo es mío y yo decido.
Creemos que hay un doble discurso porque para nosotras el patriarcado es lo que nos ha dicho todo el tiempo: qué hacer con nuestros cuerpos, cómo vestirnos, cómo hablar, cómo sentarnos. Entonces, otra vez se repite el patriarcado, otra vez nos quieren decir otras personas qué hacer con nuestro cuerpo y esto la verdad que no nos parece, porque nosotras estamos luchando por nuestra autonomía y no le estamos pidiendo permiso a nadie, al contrario, estamos pidiendo respeto a nuestra autodeterminación.
Esas barreras están allí a flor de piel, todos los días y es con lo que hay que seguir luchando. Y lo otro es que, cada vez más en las agendas de los gobiernos el tema de derechos humanos está como muy en pausa, porque obviamente cuando el pueblo es ignorante sirve más a los gobiernos.
Cuando uno defiende derechos humanos sabe que es una persona empoderada, es un colectivo que está pidiendo derechos, entonces, muchas veces eso también nos pone como barreras.
Un sector del movimiento feminista se opone a regularizar el trabajo sexual argumentando que es la puerta de la trata ¿Es la prostitución una puerta a la trata de mujeres?
La palabra prostituta es una palabra que han usado la sociedad entera, mucha gente, o sea, todo mundo, no solo para denigrar a las trabajadoras sexuales, sino a todas las mujeres. Vos podes mirar un poquito hacia atrás y esta palabra prostituta, prostitución, es una palabra con una carga denigrante para todas las mujeres, no solamente para las que ejercemos el trabajo sexual.
Nosotras creemos, y estamos seguras de que la trata de personas es un delito. Nosotras no estamos cometiendo ningún delito. Nosotras somos trabajadoras sexuales, la Red Latinoamericana y del Caribe está en contra de todas las formas de explotación y hemos luchado mucho para hacer esta diferenciación que, trabajo sexual es una cosa, personas adultas que deciden ejercer el trabajo sexual. Eso es trabajo.
La trata de personas es un delito y, por lo cual, todos los gobiernos y toda la sociedad organizada debe de luchar para combatirlo.
También se cuestiona desde un sector del feminismo que es falso el mito de la “libertad de elección” en el trabajo sexual. ¿Cuál es el planteamiento de ustedes?
Vuelvo a repetir, muchas veces las personas no nos han creído pensantes. No nos han creído sujetos de derecho. Nosotras le decimos a este movimiento abolicionista que nos deje decidir libremente nuestra autonomía y nuestra decisión.
Y en cuanto a la explotación, nosotras estamos en contra y nosotras no podemos hablar de todo el mundo. Hay un grupo, seguramente, que está en situación de explotación y nosotras lo que hacemos es denunciar, desde donde nos toque denunciar.
Creemos que todos los trabajadores también estamos en contra de todas las formas de explotación, no solamente la sexual y creo también que todos los movimientos nos hemos organizado justamente para denunciar esta forma de explotación, ya sea laboral, sexual, o sea de la forma que sea, pero no creemos que la explotación solamente se de en en el ámbito nuestro.
La explotación está en todas partes y tenemos que denunciar porque, obviamente, los y las trabajadoras tenemos derechos y seguiremos luchando por eso. Entonces, lo que le decimos a ese movimiento es que respeten nuestra autonomía y nuestras decisiones.
Somos mujeres pensantes, somos cabezas de hogar que hemos decidido ejercer el trabajo sexual (…) que nos dejen equivocarnos, pero es la única forma de aprender, porque si van a pensar siempre en nombre de nosotras, no nos van a dejar ejercer libremente nuestros derechos.
Desde tu experiencia en RedTraSex, ¿qué formas de violencia y criminalización siguen afectando a las trabajadoras sexuales a pesar de que su labor no es ilegal?
La criminalización no es la solución, primero que nada, porque hay muchas realidades.
La policía sigue tomándose atribuciones que no le corresponden, entendemos que la policía tiene que estar al cuidado de todos los ciudadanos de sus países, ¿no es cierto? Pero, no para extorsionar y no para coimear todo el tiempo o tomarse atribuciones que no le corresponde como pedir sexo gratis, o pedir la cena, o pedir el combustible. Eso no corresponde a la policía.
Yo soy Lucy Esquivel, me puede doler la cabeza, me puede doler el corazón, puedo ser una persona con diabetes, puedo tener reumas, puedo tener…o sea, un montón de interseccionalidades que te puede ocurrir a ti, que le puede ocurrir a otro trabajador, trabajadora también, esas cosas también a mí me afectan.
¿Qué agentes son los que más ejercen violencia en contra de las trabajadoras sexuales?
La policía; el personal de la salud, en el número dos. Después de la pandemia se ha evidenciado, por ejemplo, que la violencia que han sufrido compañeras en la casa, porque no es lo mismo estar trabajando que haber estado encerrada entre cuatro paredes con tu pareja, o sea, un montón de violencia en la familia que también se ha evidenciado.
Muchas veces se cuestiona a las mujeres que eligen este trabajo. ¿Por qué es importante visibilizar que también hay decisiones propias, como la tuya, en el camino hacia el trabajo sexual?
Yo también elegí ser una mujer trabajadora sexual. Que hay costos en la vida de nosotras como cualquier ser humano, por supuesto que hay costos, porque no te olvides que estamos hablando de una sociedad hipócrita, de una sociedad que estigmatiza, que discrimina y nuestras familias son parte de esa sociedad y, por lo tanto, también pasa que ha comido hasta el perro de la familia, pero nadie sabía a qué se dedicaba. ,
Pero, cuando Lucy Esquivel u otra compañera decidió salir a la luz y decir ‘yo soy ¿Y qué con eso?’, ahí se volvieron moralistas, empezaron las cuestiones, entonces hay costos en donde sea que estemos, el estigma y la discriminación está en la familia.
Nosotras lo único que podemos decir es que hablamos de personas adultas que libre y de manera autónoma han elegido ejercerlo. No hablamos de niñas que están en situación de explotación, porque esto lo vamos a seguir denunciando sea donde sea.
Esas que no han elegido, por supuesto, que tiene que haber un Estado que garantice que esta persona salga de ese lugar y que se le pueda brindar todas las atenciones que necesita, pero a aquellas que hemos elegido que nos deje ejercer nuestro trabajo y que nos brinde las condiciones que necesitamos como cualquier otra trabajadora
¿Por qué crees que los gobiernos no se hacen cargo de este tema? Y frente a eso ¿qué puede hacer la comunidad internacional?
Creo que en América Latina y el Caribe lo que más pregona es el moralismo. El moralismo, porque nosotras trabajamos con la vagina y eso les hace y les sigue haciendo mucho ruido. Porque, vos trabajás con las manos, trabajás con la cabeza, trabajás con las piernas, trabajás con todo, sin embargo, aún tus derechos siguen siendo cuestionados. Y nosotras que trabajamos con la vagina, peor aún, porque también está atravesado el tema de la Iglesia.
Entonces, el moralismo es lo que hace un retroceso en nuestras vidas impresionante. Y en cuanto a qué puede hacer la comunidad, pues apoyar, apoyar, acompañar, escuchar. Creo que hay un retroceso en cuestiones de financiamiento para todo mundo, pero en especial para la agenda de las trabajadoras sexuales.
Nosotras venimos haciendo un trabajo impecable en el tema del VIH, en el tema de las infecciones de transmisión sexual, en este trabajo entre pares, en en en bajarle información a las compañeras, en la calle, en los locales de trabajo sexual, en huísquería, en todos los lugares que hemos logrado bajar la prevalencia.
Muchas veces los donantes piensan que al bajar la prevalencia se terminaron los problemas y no es así, porque todavía me llevan presa, todavía me niegan una salud integral, todavía no puedo acceder a un préstamo, a una vivienda justa, o sea, todavía tengo problemas. Creo que la comunidad internacional tiene que escucharnos, los donantes tienen que escuchar nuestras demandas.