El asesinato de Lala, ocurrido el pasado 3 de marzo en el municipio de Somotillo, Chinandega, es un acto de transfobia que encarna una “expresión de odio” como resultado de la violencia que continúan viviendo las mujeres transgénero en Nicaragua.

El crimen de Lala, a quien arrastraron atada a un caballo a lo largo de 400 metros, para posteriormente lapidarla, es un hecho que perfectamente puede culminar en un proceso donde cabe la cadena perpetua, afirmó la abogada María Oviedo de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH).

Después de aprobarse una reforma a la Constitución Política para endurecer la pena a cadena perpetua para los casos de crímenes de odio, en la Asamblea Nacional se realizaron reformas al Código Penal y a la Ley integral contra la violencia hacia las mujeres (Ley 779).

Los cambios se publicaron el pasado 25 de enero en La Gaceta, como un último paso para empezar a aplicar la cadena perpetua en el país.

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“Los únicos delitos donde puede aplicarse una pena de cadena perpetua es en los asesinatos atroces, femicidios y los parricidios. En el caso de Lala, efectivamente aplica porque es un asesinato agravado por las circunstancias, hubo ensañamiento, alevosía y otros elementos, pero sí considero que el caso de ella es un asesinato atroz y cabría, perfectamente, como una sanción penal la cadena perpetua”, afirmó la defensora de derechos humanos de la CPDH.

Mujeres trans, sufren discriminación

El crimen de Lala revela que las mujeres transgénero en Nicaragua viven en una situación de total vulnerabilidad por la violencia y discriminación.

“Todos estos actos de transfobia los hacen por el odio que sienten, y a nosotras, como mujeres trans, también nos emite un poco de temor de saber que no podemos andar con tranquilidad en la calle o trabajar tranquila, sabiendo que existe este tipo de violencia y asesinatos hacia las mujeres trans (…) A ese porcentaje de personas transfóbicos, hay que exigirles respeto y hacer justicia”, aseguró Ludwika Vega, presidenta de la Asociación Nicaragüense de Transgéneras (ANIT).

Lala, se encontraba en completo estado de indefensión y vulnerabilidad frente a sus agresores, Bernando Pastrana y Jorge Mondragón, quienes son acusados por el delito de asesinato agravado.

Durante el 2020, ANIT registró un total de 25 casos de agresiones y violencia contra las mujeres trans en Nicaragua. De enero a la fecha, la asociación reporta, al menos seis denuncias, incluyendo el caso de Lala.

“Nosotras tenemos muchos casos que, incluso, llevan tiempo y todavía desconocemos a los agresores. La policía ni siquiera da a conocer el registro de la denuncia, ellos no te dan ni copia y queda impune todo lo que pasa”, denunció Vega.

Factor de riesgo

Este tipo de acciones violentas suelen ser recurrentes en el país, debido a la falta de disposiciones y leyes de identidad de género, que permitan que las mujeres trans puedan vivir en mejores condiciones y ejercer el derecho al libre desarrollo de su personalidad.

En ese contexto, algunas de las mujeres trans, como le ocurrió a Lala, no logran sobrevivir.

“Por falta de esa educación, por falta de voluntad política, por falta de normas, leyes, decretos que nos reconozcan es que no nos aceptan, porque una vez habiendo una ley que te reconozca, la sociedad va ir aprobando y respetando nuestra identidad y habrá más temor en seguir tratando mal o asesinando a las mujeres”, apuntó Vega.

El informe “Violencias, acceso a la justicia y (re)existencias de mujeres lesbianas, bisexuales y trans en Honduras, República Dominicana, Nicaragua y Colombia”, elaborado por la organización Enterezas, señala que el hecho de hacer visible la orientación sexual, expresión e identidad de género de forma pública, se ha convertido en un “factor de riesgo”.

Según Vega, en Nicaragua todavía “existe mucho temor por parte de la comunidad trans”, para expresarse tal y como son.

“Las mujeres trans tenemos miedo a andar en las calles expresando nuestra identidad como nosotras las sentimos, por esto mismo que está pasando, la gente todavía no ve a la mujer trans como una ciudadana”, dijo Vega.

Cuando las mujeres trans dan a conocer su identidad a través de la forma en que se visten, expresan, o como establecen vínculos con el resto de la sociedad, se ubican en una situación de mayor vulnerabilidad ante los ojos de la población transfóbica, aseguró Vega.

“Por cuestiones del machismo y del sistema de cómo nos han venido educando, enseñando de que nosotras no somos mujeres, porque nacimos con sexo masculino, con órgano reproductor llamado pene, tenemos que cumplir con esos roles que el sistema nos ha venido imponiendo. Tenemos que aprender a desconstruir, todo esto mal aprendido, es ahí donde vienen todas las agresiones y maltrato hacia las mujeres trans”, manifestó Vega.

Casos invisibilizados

José Ignacio López, de la Mesa Nacional LGTBIQ, lamentó que tuvieron que pasar más de 15 días, desde el día del crimen, para que los medios de comunicación se ocuparan del caso.

“Fue hasta que se denunció a nivel internacional que la sociedad y los medios de comunicación hicieron caso del asesinato de Lala. Esto refleja el prejuicio que existe en el país y la falta de visibilización de los derechos de las mujeres trans”, afirmó López.

Cuando las formas de violencia no terminan en la muerte, los hechos usualmente no son percibidos como “graves” entre la sociedad, es decir son minimizados e incluso invisibilizados, tal y como ocurrió con el caso de Lala.

“Las mujeres trans son históricamente las más discriminadas, porque son las que más exteriorizan su identidad, eso las hace ser más vulnerables”, comentó López.

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El informe de Enterezas, señala que en la sociedad nicaragüense predominan una serie de “imaginarios negativos”, que asocian la diversidad sexual y de género a “prácticas moralmente inaceptables”.

Entre las mujeres trans existe una expresa “falta de confianza” hacia las instituciones del país como la Policía Nacional.

“La Policía es una de las instituciones más discriminatorias, al igual que el resto del Estado. En este país todos los días hay crímenes de prejuicio y no hacen nada para evitarlos. La discriminación sexual está normalizada en este país y cuando llegan a la Policía a poner denuncia son ignoradas, burladas y revictimizadas”, explicó López.

Vega, también aseguró que “hay mucho temor” de ir a denunciar ante la policía. “La Policía, lo primero que dice es que son pleitos pasionales, siempre lo relaciona de esa forma y que nosotras tenemos culpa, porque andamos en las calles, nosotras nos lo buscamos y siempre manejan que las mujeres tras buscamos el peligro”, puntualizó la presidenta de ANIT.  

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